Una vez más, luego de la radicación -y polémica- de la reforma tributaria en el Congreso, Colombia vuelve a encender las luces del circo y abre las puertas para que el itinerante Duque y sus acróbatas de gabinete hagan su tercer show.
Para ser franca, la verdad es que si de hablar mal de la reforma tributaria se trata, el tiempo escasea por la cantidad de elementos que son criticables y que indudablemente necesitan una reestructuración para cumplir con los principios de equidad, eficiencia y progresividad que proclama el Estatuto Tributario del país.
Pero a pesar de que el panorama no es para nada alentador, no todo es malo y es importante también hacer énfasis en que tanto la opinión pública como los congresistas están enfrascados en complacer los oídos de su público y su electorado respectivamente -porque por supuesto que estamos en un año preelectoral- y decir que posiblemente sea la peor reforma tributaria presentada alguna vez. Puede que tengan razón pero eso no les quita la responsabilidad de difundir elementos necesariamente positivos que finalmente, luego de muchos años, se están discutiendo.
Lo primero que hay que decir es que ésta reforma tributaria es perfectamente un ejercicio de responsabilidad del Gobierno Nacional. Perfectamente, habría podido sencillamente no emprender en el chicharrón político que significa meterle las manos a los bolsillos de los colombianos en pleno año preelectoral. Indudablemente, si no se pasa la reforma, para el 2022 el país perdería su grado más alto de inversión e, indudablemente, el nivel de endeudamiento estaría por las nubes y, como si fuera poco, tendríamos una moneda supremamente devaluada.
Los esfuerzos del gobierno que, si bien tienen un mensaje político claro, son contundentes a la hora de buscar mantener el programa de Ingreso Solidario. La oposición y especialmente los sectores de izquierda llevan usando la búsqueda de la renta básica como caballito de batalla en la discusión política pero ahora que proviene del Gobierno parece no gustarles tanto. Sobre esto hay que hacer una anotación y es que volver este programa permanente y que otros como Familias en Acción permanezcan es una sobrecarga fiscal para el Gobierno materializada en subsidios, que no tienen límite de graduación para la población objetivo.
Otro punto necesario y bastante impopular por naturaleza es que la tributaria busca ampliar el número de personas que declaran y pagan impuesto de renta. Y si bien el método planteado es completamente regresivo y es un golpe más a la clase media, la verdad es que Colombia necesita más contribuyentes. Es también importante resaltar que la intención del Gobierno de que las finanzas públicas dependan menos de empresas (personas jurídicas) y más de personas (personas naturales) es algo alentador e innovador para nuestro anticuado Estatuto Tributario y también para el agobiante desempleo de Colombia.
Finalmente, el debate público no debe dedicarse a hundir la reforma tributaria por más injusta que pueda ser por distintas arandelas fiscales. Es necesario que el Congreso, la opinión pública y los gremios den el debate con altura y no se enfrasquen en debates politiqueros. El país está postrado por el covid-19 y con él está el empleo, la economía y miles de sueños de los jóvenes como yo. No todo es malo y no todo esfuerzo de este Gobierno está plagado de politiquería. Es necesario que todos lo veamos con lupa y busquemos soluciones para sacar el país adelante.