Esta semana, el dólar en Colombia rebosó los $3.900 pesos, un precio que no se veía desde mayo del 2020. Con esto, la devaluación del peso llega este año al 13,7% y 5,7% en promedio de los últimos 12 meses. Aterrizando esto a la vida práctica, esto tiene efectos absurdos en el día a día como que una Coca Cola en EEUU cueste alrededor de doce mil pesos o que una hamburguesa de diez dólares cueste cuarenta mil pesos. 

Indudablemente este fenómeno es multicausal y no existe una explicación única de por qué ocurre. Sin embargo, existen dos razones coyunturales que son las más importantes; la pérdida del grado de inversión que genera presiones alcistas en la tasa de cambio y la expansión de la variante delta que desata de manera desaforada la incertidumbre. 

Pero más allá de esto, que realmente es una alza artificial que seguró bajará en unos días -a no más de 3,800-, la realidad es que en Colombia podríamos tener una economía con una canasta exportadora diversificada que si bien no evita los choques provocados por la volatilidad del mercado, si implicaría establecer que tuviéramos una tasa de cambio de base mucho más baja y estable. 

Como la ley del mercado, el precio de base del peso respecto al dólar depende de la cantidad de dólares circulantes en el mercado colombiano. Así, a mayor cantidad de dólares disponibles, menor el precio y viceversa. Históricamente, la entrada de dólares en Colombia ha sido secuestrada primordialmente en un sector de la economía, el minero energético. Y sí, efectivamente exportamos otros bienes pero la economía Colombiana tiene la radiografía de cualquier economía del tercer mundo tipo Guatemala o El Salvador en dónde exportan primordialmente servicios. 

Más allá de la sobredependencia que tenemos sobre el petróleo, en el país existe estructuralmente una ausencia de vocación exportadora, de diversificación y sofisticación productiva. A pesar del esfuerzo del Estado de promover la integración comercial que se ve reflejada en hechos como que Colombia tiene acceso a más del 60% del PIB por medio de tratados de libre comercio, no existen políticas que faciliten e incentiven la exportación de productos con valor agregado -y no, ProColombia no es suficiente-.  

Una forma de medir esto es a través del Índice de Complejidad Económica (ICE) que resume tanto el grado de diversificación de la canasta exportadora como su nivel de sofisticación productiva. En el caso de Colombia el índice no solo es negativo y bastante inferior al de América Latina y está fuera de la órbita de los países asiáticos emergentes sino que además, ha venido cayendo de forma contundente en los últimos diez años. En datos, las exportaciones de empresas colombianas está en promedio en 6,2% mientras que el de la región es de 11,1% y la edad para comenzar a exportar a partir del nacimiento de una empresa está en promedio en 6 años -muy superior al de países pares como Brasil y Chile y asemejable al de Haití-. 

Si realmente queremos proteger nuestra economía para que los choques exógenos no golpeen al país tan duro en indicadores macroeconómicos como la tasa de cambio, es importante implementar políticas que incentiven la vocación exportadora. Entre ellas está el revisar y reducir los requisitos legales, licencias, costos y trámites para la entrada de nuevas empresas al mercado internacional; reforma radical para la reducción de costos y requisitos burocráticos en aduanas; y también incentivar la competencia y el mercado interno. haciendo una reforma orientada a reducir la alta dispersión arancelario.

En conclusión, estamos ad portas de las elecciones e indudablemente, la economía es y debe ser un eje central de la discusión política. Ojalá existan propuestas contundentes para el mejoramiento y crecimiento de Colombia en el comercio exterior, pues allí recae una oportunidad inmensa de generación de riqueza y empleo. No hace falta matarse la cabeza para plantear políticas que nos permitan posicionarnos a nivel competitivo en el mercado internacional y esto lo sabe precandidatos como Juan Carlos Echeverry quien siendo presidente de Ecopetrol y defendiendo abiertamente el fracking, ha reconocido las falencias estructurales en la diversificación de la canasta exportadora. En fin, cada vez se acerca más el 22 y es necesario poner todas las catas sobre la mesa.