Luego de la Segunda Guerra Mundial y las instituciones que hoy soportan el sistema internacional, es posible afirmar que el liberalismo se convirtió en una de las tendencias de relaciones internacionales más importantes que buscan explicar el comportamiento, raciocinio y la toma de decisiones de los agentes de la comunidad internacional. Y es que miles y miles de académicos como Joseph Nye y Robert Keohane se han apoyado en herramientas teóricas y modelos econométricos para argumentar que la globalización y la interdependencia económica reducen la probabilidad de guerra entre estados. Más específicamente, el liberalismo de la interdependencia económica nacido en la posguerra y acentuado luego de la caída del muro de Berlín, ha sido la propuesta de occidente para mantener la paz. Sin embargo, contra todo pronóstico, el comportamiento de Rusia demuestra que ni el comercio exterior, ni los intereses económicos son motivos suficientes para evitar el conflicto. Aún así, es claro que los efectos de la guerra nos golpean de manera irrestricta a todos, incluyendo a Colombia. 

Rusia se encuentra en el top 10 de países cuyo comercio exterior tiene más valor en el mundo. Y si bien no tiene una estructura empresarial conocida a nivel mundial como sí es el caso de Estados Unidos, su economía ha venido creciendo sorprendentemente en los últimos treinta años manteniendo tasas de crecimiento en promedio del 10% en la primera década de los 2000 y del 6% posterior a la misma. Pero aún más importante, la geopolítica de los recursos naturales y la organización de los gasoductos en Europa han generado una sobredependencia energética de Europa Occidental que le ha permitido a Rusia avanzar de manera reiterada con su deseo expansionista. Si bien lo anterior demuestra una clara interconexión de Rusia y Occidente, hoy el principal motivo por el que el liberalismo y, más específicamente, la interdependencia económica fracasa como propuesta para mantener la paz es precisamente la capacidad de establecer alianzas entre estados. 

Consecuentemente, China es uno de los jugadores más importantes en el actual escenario mundial. Siendo el principal socio comercial de Estados Unidos e, igualmente, de casi todos los países de europa occidental, China tendría la capacidad de generar un offset para que el desabastecimiento comercial de Rusia no sea un agravante para detener la invasión a Kiev. En efecto, China y Rusia se encuentran en la misma región y comparten intereses geopolíticos y diplomáticos que buscarían generar un balance de poder a favor de ellos en una nueva reconfiguración del sistema internacional. Por tanto, las exportaciones de bienes de primera necesidad que China importa desde occidente podrán ser reexportados a Rusia dejando millonarias ganancias al primero y abasteciendo las necesidades comerciales del segundo.  

Igualmente, y a pesar de que es un gran intento por inclinar la balanza a su favor, Estados Unidos intentará lograr un offset comerciando gas a los países europeos. Sin embargo no tiene la capacidad de abastecer toda la demanda. Si se revisa la oferta mundial del mismo, Rusia ocupa el 25% de la oferta mundial, seguido por Irán que es el principal enemigo de EE.UU. y oferta el 17% del mercado, ambos sumando más de 40%. Esto mientras que Estados Unidos genera apenas el 5%.  Por esta razón, los esfuerzos de occidente están concentrados en el mediano plazo generando sanciones económicas que buscan desangrar la economía rusa día a día. 

En conclusión, todo parece indicar que las alianzas entre países son el principal elemento que quebranta  las teorías de relaciones internacionales tradicionales. Pero mucho más allá de eso, es evidente que las grandes guerras, en pleno siglo XXI, siguen ocurriendo de la misma manera que ocurría en 1949, antes la invasión de la Unión Soviética a Polonia y hoy la de Rusia a Ucrania. La globalización es una realidad y la interdependencia económica entre estados es una consecuencia de la misma. Sin embargo, ésta no es una condición sinequanon  para la conservación de la paz.