Justo cuando todo parece tener color político, blanco o negro, Colombia y el mundo se enfrentan a una problemática que no conoce de ideologías, una problemática que pocos conocen su causa exacta pero que todos, absolutamente todos padecemos. La inflación, que no es más que la subida de los precios a causa de un aumento de dinero circulante, es el problema macroeconómico y social más serio por el que está atravesando el país. De la solución de ésta problemática dependerá el éxito de los primeros cien días e incluso del primer año del próximo gobierno. Mejor dicho, la popularidad del próximo presidente estará determinada por su capacidad de estructurar una política fiscal coherente con la situación inflacionaria. 

Las subidas en los niveles de precios en este momento en Colombia y en prácticamente todos los países son un efecto natural del COVID – 19. Luego de 2 años de pandemia, es posible afirmar que independientemente de la ideología política de cada gobierno alrededor del mundo, todos, absolutamente todos, incrementaron el gasto público como una medida de choque a la crisis generada por la pandemia. Esto, en aras de detener los efectos negativos que las cuarentenas generaban en el ingreso de los hogares a través de programas sociales, en el caso de Colombia, programas como ingreso solidario. 

Lo que está ocurriendo a nivel internacional también contribuye a una subida de los precios. La crisis de los contenedores de China, que genera disrupciones en las cadenas logísticas y de suministro, es un factor importante. También, la guerra entre Rusia y Ucrania ha generado presiones en los precios internacionales y en el comercio mundial. Por esto, es natural que el país tenga inflación del 9,2% y que la proyección para el mundo esté en 7,8%. No obstante, lo realmente preocupante es estar casi 2 puntos por encima del promedio mundial. 

Desafortunadamente, los ciclos económicos no entienden ni saben de procesos políticos y esta vez, la suerte no acompaña a Colombia con una inflación tan alta en medio de unas elecciones. La inflación no es amiga del populismo ni mucho menos de la política mediocre; para enfrentarla se necesita de una estrategia coordinada entre el gobierno y el Banco de la República, en donde se establezca un nivel de gasto prudente y se ajustan las tasas de interés a la realidad del nivel de precios. 

En el desolado panorama electoral que vivimos, el candidato que puntea las encuestas habla de reformar el Banco de la República, proteger a la industria nacional a través de aranceles y financiar planes -imposibles- de gasto como medida única de superación de la pobreza. Mientras tanto, el segundo no dice nada distinto a ‘reforzar’ los planes ya existentes -nada más gris-.

La verdadera cuestión relativa a la subida de los precios que si no mejora, sacará a los colombianos a la calle -tal cual como ocurrió en Perú hace un mes- es la subida de precios en los alimentos de primera necesidad o mejor, en la canasta familiar. Ya decía Alejandro Gaviria siendo candidato que este era el problema más serio así no fuera el epicentro del debate político -razón no le faltaba-. No hay nada más dilatante para un estallido social que la gente con hambre. 

Desde agosto de 2016, cuando la inflación anual se situó en 8,1%, no se registraba una variación tan alta en el Índice de Precios al Consumidor (IPC). Los principales jalonadores de la subida del mes pasado (8,53%) fueron los precios de los alimentos que aumentaron un 25% respecto al año pasado y este año han subido 2,8% cada mes. 

Pese al carácter no político de la inflación, la subida o bajada de ésta dependerá en gran medida del próximo gobierno y de las decisiones políticas que tome para contenerla. Cualquier gerente público con un conocimiento básico de la vida nacional, entiende que este es el problema de corto plazo más serio que tiene el país y que realmente amenaza su gobernabilidad. A partir de los próximos seis meses, contando desde el 29 mayo, sabremos qué tan viable -o inviable- será mantener la pasividad de las masas en la medida que el gobierno enfrente con seriedad y cero populismo la inflación.