Infortunadamente, en Colombia ha hecho carrera la idea de que los males del sector agricultura son ocasionados en gran medida por el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos. Desde que se ratificó en 2011, políticos de renombre en el debate nacional como Jorge Robledo o incluso, César Pachón culpan al TLC de la baja competitividad del campo y del empobrecimiento del mercado agroindustrial. A raíz de ésto, la izquierda ha prometido desde distintas plazas electorales renegociar el TLC con Estados Unidos, buscando que sea más ‘justo’ y menos ‘desigual’ para Colombia, y ahora que el presidente es Gustavo Petro, parece que la renegociación con la Casa Blanca es un hecho. Posiblemente no exista una idea más irresponsable en materia de comercio exterior y de desarrollo productivo de nuestra canasta exportadora que abrir la caja de pandora de la renegociación del TLC.
La evolución del NAFTA al TMEC con México -por iniciativa de Estados Unidos-, es posiblemente el caso más ilustrativo de lo que podría ocurrirnos si buscamos renegociar. Esto, ignorando el hecho de que Colombia no tiene ni un tercio del poder de negociación que tienen los mexicanos por sus condiciones de cercanía, desarrollo industrial y aporte a las importaciones norteamericanas.
Antes del TMEC, las normas básicas que condicionaban la entrada de productos a Estados Unidos, eran las normas de orígen, que se refieren a que un porcentaje del producto sea fabricado en el país exportador -en el caso de Colombia, uno de los más bajos de la región-. Sin embargo, en el proceso de renegociación, Estados Unidos impuso nuevas condiciones que no eran regulares en los procesos de negociación de tratados comerciales: normas de estándares ambientales y laborales fueron incluidas. Por ejemplo, el pago de USD $16 por hora a los trabajadores de las empresas exportadoras es una condición vigente hoy en día para México. Si la aplicaran a Colombia, ¿qué empresa que exporte pagaría este sueldo con el precio del dólar a $4,500 y con los altos impuestos que implica operar en el país? Seguramente no más del 5 % de las actuales exportadoras.
Por otro lado, otra preocupación es la referente a la atracción de empresas exportadoras que ven actualmente a Colombia como destino de inversión porque tiene quizás el mejor TLC con Estados Unidos de la región, considerando que las reglas de origen son muy bajas. Si se renegocia y se cambian éstos estándares a unos más exigentes, y Estados Unidos impone reglas ambientales y laborales -bastante probable con el Gobierno Biden-, Colombia podría perder su atractivo como plataforma exportadora y aún más triste, perder la ventana de oportunidad de ser el epicentro de las nuevas cadenas regionales de valor.
El nuevo gobierno lo ha dicho: las exportaciones son muy importantes en su agenda. Sin embargo, no es claro cómo abrir la caja de pandora de renegociar el TLC con Estados Unidos, -considerando que Colombia tiene un margen de maniobra tan bajo- contribuye a la promesa de Petro de que el país sea una potencia exportadora. Esto sabiendo que si imponen nuevas condiciones, matarían el potencial del país como plataforma de exportación y además, haríamos aún más difícil la entrada de productos agrícolas colombianos. Recordemos que Estados Unidos es el más grande importador del mundo.
Sí, es cierto que debemos trabajar sobre la admisibilidad de productos colombianos con las autoridades estadounidenses. Pero debemos buscar que, en efecto, muchas disrupciones al flujo comercial de Colombia y Estados Unidos se eliminen como el impuesta al acero, por ejemplo. No obstante, esto no implica que debamos necesariamente renegociar el Tratado considerando el pobre margen de maniobra que tiene Colombia y aún más, teniendo en mente lo ocurrido en México.
El Gobierno debe tener la audacia de reconocer que su propuesta era una propuesta de campaña y que de realizarse por terquedad, le estaría haciendo un daño muy grande a la estructura agroindustrial y empresarial del país. Sin embargo, desafortunadamente, parece por ahora que no será así por los resultados del sector comercio exterior en el empalme. Ojalá cambien de opinión.