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Hay algo en el tiempo tiene algo que llama la atención; algo que es curioso, que es extraño. Por ahora, pongamos en claro que no me refiero al periódico.

La velocidad a la que las cosas pasan le ha dado qué pensar a buena parte de la humanidad durante siglos. Y del último, quiero decir, de los últimos años que hemos vivido, tenemos una buena cantidad de ideas y teorías sobre qué es en realidad y cómo se comporta este… no creo que pueda llamarlo ‘objeto’.

Hablaba estos días con un amigo (se llama Diego) de nuestra actual necesidad de ‘crear’ algo de tiempo para hacer todo lo que tenemos que hacer, y estuvimos un buen rato conversando sobre la cantidad de formas en las que se ha visto y representado el tiempo en el cine y la televisión. Yo creo que es la naturaleza intangible del tiempo la que lo hace tan interesante, porque es algo que todos vivimos y no podemos negar, pero que no podemos explicar o modificar, por lo menos en apariencia. Y es ahí cuando la mente humana empieza a imaginar nuevos límites, y a formular nuevas preguntas. ¿Corre siempre el tiempo a la misma velocidad? Y, ¿qué pasaría si pudiéramos controlar esa velocidad? Entonces tendríamos dos opciones; bajar esa velocidad (que es externa) reduciendo la nuestra también (que es lo que se obtiene con las cámaras de alta velocidad) o disminuir esa velocidad de lo que sucede afuera, pero manteniendo nuestra percepción a la misma velocidad inicial.

Una percepción alterada.

Hoy en día es sorprendemente sencillo encontrar videos grabados en super-alta velocidad, y verlos de manera, digamos, ‘normal’. Éste me pareció interesantemente conmovedor:

No sé ustedes, pero ahora que veo estos videos pienso que son muchas las cosas que suceden en lo que, para nosotros, son apenas unos instantes. ¿Vieron como se desprendía la cáscara de la manzana y de la patilla, lentamente, en forma de estrella? Es claro que algo así no se nota simplemente tomando una fruta y dándole un balazo, sino que es necesario tener un equipo especializado que permita capturar un instante de tiempo y analizarlo más a fondo, a pasos más cortos, y más lentos. Un instante de tiempo es algo infinito, pero ‘superable’, tal y como se puede ir del punto A al punto B pasando por el que está en medio del que está en medio de ellos dos, y así sucesivamente.

Sí, yo creo que nos perdemos de mucho. Aunque quizás los árboles y las tortugas sientan lo mismo al vernos a nosotros, los humanos; quizás para ellos el mundo que habitamos (que es el mismo) es mucho más frenético de lo que a nosotros nos parece.

En la ficción hay demasiados ejemplos sobre la manipulación del tiempo. ¿Le dice algo el nombre «Back to the future«? Aunque no soy de esa época, sé que fue (y sigue siendo) prácticamente una película de culto, tanto que hoy en día sigue transmitiéndose por televisión y vendiendo DVDs en los almacenes. Si no recuerda muy bien, querido lector, le refresco la memoria; el Doc y el joven Marty dan vueltas en el tiempo, solucionando un par de problemas aquí y creando otros tres por allá, hasta que finalmente los personajes aprenden que es mejor no intentar enredar las complejas hebras de este tejido inmenso, y deciden dejar las cosas como están, luego de ‘arreglarlas’. Aunque, claro, al final el Doc mantiene su máquina del tiempo. Un famoso DeLorean modificado que le permite moverse a voluntad entre años distintos, sin alterar la velocidad de lo que sucede pero permitiéndole modificar situaciones e interactuar con la gente. Aquí es cuando el Doc logra su objetivo:

«¿Qué te dije? ¡88 millas por hora!»

En fin.

Personalmente, uno de los manejos del tiempo que me ha parecido más interesante es el de la película del 2006, Déjà vu, dirigida por Tony Scott. Lo más original en ella, a mi parecer, es un punto de vista más realista de todo el asunto. No es que vendan máquinas del tiempo en los supermercados (y la de esta película no es del todo una máquina del tiempo), pero, por ejemplo, todo el aparato es complejo, difícil de manejar y presenta algunos problemas en su funcionamiento. Y la manera en que funciona, la forma en la que se explica cómo funciona, me recordó algún libro de Julio Verne; usan conceptos científicos que no son del alcance de todos, que (aunque seguramente harán que más de un catedrático se revuelque en su tumba) crean una explicación sostenible para el espectador promedio, usted y yo.

A mí me gustó. De pronto a ustedes, si la ven o la han visto, también.

Es claro que en la literatura también hay muchos ejemplos. Justo ahora recuerdo uno de los que más me marcó, por tener el mismo toque semi científico que decía antes. Es un relato de H.G. Wells, que pueden leer aquí. Se llama «El nuevo acelerador», y no hay una máquina del tiempo; el efecto de pérdida de la velocidad se logra con medios que suenan mucho más comunes. No les quiero contar más, por si lo van a leer.

Sea lo que sea que explique la naturaleza del tiempo, supongo que siempre será un misterio para nosotros. Nos queda imaginar de qué está hecho, de dónde viene, y una vez más, maravillarnos por las casi infinitas posibilidades que ofrece. Entonces, una vez más, uno se pregunta: posibilidades infinitas, pero, ¿reales?

¿Hay forma de saberlo?

dancastell89@gmail.com

PD: Aunque no tiene que ver, vi ahora que tenía este enlace guardado en los marcadores desde hace mucho. Me parece terrible que la gente haga eso. Espero que, luego de lo que pasó, los responsables y todos los demás entiendan que los servicios de emergencia son para quien los necesite, y no para hacer bromas.

La gente se puede morir por eso.

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