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Textos crípticos, códigos secretos y mensajes escondidos los hay en casi todas partes. Y aunque medio inexplicable, es clara la fascinación que despierta este tipo de temas en la mayoría de las personas.

¿Ha intentado alguna vez descifrar un código secreto? He visto varios textos escritos en símbolos, pero nunca tuve suficiente interés para intentar descifrarlos. Eso sí, dando un par de vueltas en Wikipedia es posible enterarse de la existencia de las más misteriosas claves y los más extraños códigos alguna vez creados, utilizados y (son varios) aún no descifrados. Así que, estimado lector, le refiero a continuación apenas unos cuantos de los códigos (en la historia y en la cultura popular) que me parecen más interesantes.Vamos a ver cómo le parecen.

Uno. El manuscrito Voynich.

En casi todos los campos existen cosas raras y los libros no son la excepción. Ya me comentaron alguna vez sobre libros como éstos, y lo raro se extiende mucho más allá de lo que uno inicialmente creería.

El llamado manuscrito Voynich es un libro escrito hace unos cuatrocientos años, del cual no solo se desconoce su autor sino el significado de su contenido. ¿Y cómo puede ser eso? Bueno, lo que sucede es que no se sabe en qué idioma está escrito (si está escrito en algún idioma) y por lo tanto los símbolos que lo conforman no pasan de ser eso – símbolos, marcas, no partes de un todo que tiene un significado. Así, se tiene un libro completo que es un misterio de comienzo a fin tanto por lo que puede contener en texto, como por sus ilustraciones. Ilustraciones como las siguientes, un par de páginas del manuscrito: (click para ampliar la primera)



No sé ustedes, pero a mí siempre me han asustado las páginas como esa, los grabados antiguos, las imágenes de otro tiempo. No sé por qué.
El manuscrito recibe su nombre por el bibliotecario que lo hizo público por primera vez en mil novescientos doce, el polaco Wilfrid Voynich. Es posible ver (y descargar) el manuscrito completo aquí, quizás para analizarlo con más calma.

Leo por ahí que durante años han sido muchos quienes han dedicado tiempo a intentar descifrar el manuscrito. Y como al parecer han sido tantos y tan ilustres, y a la vez ha sido nada lo que han conseguido, es natural que algunos piensen que en realidad el manuscrito no tiene un contenido real; digamos, que lo que dice no tiene significado. Puros garabatos. ¿Será así de rápida la explicación? Este es un ejemplo del caso en el que descifrar algo parece tan difícil, que empieza a parecer válido que descifrarlo sea imposible.

Dos. El asesino del Zodiaco.

Quienes vieron la película Zodiac, del 2006, tendrán en mente la historia del asesino en serie que atacó cerca de la zona de la bahía de San Francisco cerca del año 1970. Si como yo, no se la vio, le cuento: la historia está basada en hechos reales, la verdadera identidad del asesino sigue siendo desconocida, y según leo, el caso sigue abierto en algunas ciudades de Estados Unidos.

El primero de agosto de 1969, tres periódicos de San Francisco recibieron cartas con instrucciones específicas de publicar un código (anexo a las cartas), con la amenaza de ‘matar gente solitaria durante el fin de semana’ si no lo hacían. Instrucciones y códigos como los siguientes:


Mensajes cifrados por el estilo fueron recibidos por diferentes periódicos y por la policía de la ciudad durante los siguientes quince años, poco más o menos, en un tono irónico y relativamente reconocible (cosa que impulsó la aparición de varias cartas falsificadas – lo que les faltaba a los investigadores, quienes cada vez tenían que distinguir si las cartas eran o no auténticas) mientras se cometían nuevos asesinatos y el escritor se atribuía otros tantos. Algunos de los códigos han sido descifrados, otros no. En las primeras cartas el autor fue claro: si los códigos eran descifrados, «me tienen» (supuestamente, su identidad estaba dentro de aquellos códigos). Cosa que nunca fue obvia, o por lo menos no en las cartas que fueron efectivamente descifradas. Aparece, por ejemplo, uno de los textos descifrados justo aquí, unos dos pantallazos abajo del inicio. Textos que no transcribo, por puro y físico miedo… ya es tarde y apenas voy en la mitad del artículo.

Tres. Los números de Lost.

Luego de la cruda y descarnada realidad viene la ficción, como es de esperar. Y es que para quienes alguna vez vimos la serie de televisión Lost, y aquí sí me cuento, existieron ciertos números que han podido quitarnos el sueño más de una vez. Los números, querido lector, son los siguientes:

4, 8, 15, 16, 23, 42.

¿Tienen algún sentido para usted? Páginas y páginas de divagación se han dedicado a intentar encontrar la fuente, o significado, o patrón si es que hay alguno, que explican esta sucesión de números. Nadie, al parecer, ha podido encontrar la respuesta correcta (en últimas, pueden ser números elegidos al azar por los guionistas, sin algún orden específico), pero aún así juegan (o jugaron) un papel muy importante en la serie. Le recuerdo que en Lost, un avión de pasajeros cae en una isla aparentemente deshabitada, y en cada capítulo se relatan episodios en la vida de cada uno de los personajes, uno más extraño que otro. Y aquí es donde aparecen los números.


En uno de los capítulos más misteriosos, Hurley (interpretado por el actor estadounidense Jorge García, de innegable ascendencia latinoamericana), un joven obeso y algo triste, juega a la lotería con ciertos números que otro paciente psiquiátrico repetía crónicamente. Desde ese día, luego de ganar el premio, siente que una gran cantidad de acontecimientos desafortunados lo rodean a él y a su familia (caída de meteoritos en su lugar de trabajo – muerte de familiares cercanos), por lo que decide alejarse… precisamente en el avión que cae en la isla, en donde eventualmente encuentra una escotilla enterrada en la que aparecen, grabados en el acero, los seis malditos números de los que no puede separarse.

En fin. Sólo hay que imaginar la fuerza de esa imagen, que aunque ficticia, se apoya en el interés que despierta comúnmente la numerología y la matemática ligera, especialmente en los misterios de la cultura popular.

Cuatro. Kryptos.

Semejante nombre pertenece a una escultura ubicada frente a los cuarteles de la CIA, en Langley, Estados Unidos. Las actividades que allí se realizan inspiraron al escultor James Sanborn a crear una escultura dividida en cuatro partes, cada una conteniendo letras y un par de símbolos en orden aparentemente aleatorio. La escultura es la siguiente: (click para ir a la página y ver las letras de los paneles claramente y por separado)


El trabajo de varios analistas se ha visto reflejado en la decodificación de los tres primeros paneles, en los que se encuentran curiosas referencias a la CIA, el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, y la ubicación aproximada de la escultura misma, en coordenadas (latitud y longitud). El cuarto panel permanece sin descifrar. Y a primera vista (ya lo verán) es bien diferente de los demás, así que creo que la solución, si llega, no lo hará pronto. Aún así, me parece conveniente recordar que la escultura es un todo y que no solo está compuesta por la hoja de metal, sino que está rodeada por piedras marcadas con código morse y otras cosas, que se pueden ver aquí.

Cinco. El Codex Seraphinianus y La escritura del dios

Luego de tanto misterio y tantas dudas, me parece bueno recordar que los códigos y claves también se pueden inventar así nunca vayan a ser descubiertos; así no encierren en realidad algún secreto. El Codex Seraphinianus me parece una buena muestra de ello.


Es éste una obra de arte, creada por el arquitecto y diseñador italiano Luigi Serafini. Se podría describir como un gran libro ilustrado que semeja una enciclopedia, que contiene imágenes descriptivas de objetos imposibles o ambiguos (mezclas de cosas conocidas) y que se complementa con una escritura que, para variar, no ha sido descifrada. Ha sido dividido en partes, dependiendo del tema que parezca más notorio según las páginas. Así, el libro tiene una parte dedicada a la biología, a la escritura, a la comida y a la arquitectura de un mundo inexistente, que veo que relacionan mucho con el relato de Borges Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Quizás hable de él en otra ocasión. En calidad de trabajo artístico, es posible encontrar una buena cantidad de imágenes de las páginas. Les enlazo una, dos, tres, cuatro, cinco y seis de las que me parecen más curiosas. Y ya que se mencionó a Borges, se me viene a la cabeza una referencia más obvia; el relato La escritura del Dios, que veo más relacionado con todo esto por el asunto de los códigos ocultos. Dejo el enlace, por si llegó hasta aquí y quiere leerlo, ávido lector.

En fin, que hay de todo. En cuanto a escritos, hay de todo. Claramente existen muchos más códigos y textos no descifrados, mensajes públicos de significado desconocido y símbolos cuyo origen o fin todavía no entendemos, y que no aparecen en esta pequeña lista. A medida que pasa el tiempo, algunas personas deciden invertir su trabajo en intentar develar lo que se encuentra allí, a la vista de todos, pero ante el entendimiento de unos pocos.

Espero que haya disfrutado el artículo, o parte de él. Por ahora, mientras releo algunos relatos que he olvidado y me encuentro con cosas nuevas cada vez, siento que esa es mi forma de descifrar lo desconocido, sin intentar todavía entender códigos o descubrir secretos ocultos. Releer un texto es redescubrirlo, o más bien descubrirlo por completo una vez más. Porque al fin y al cabo, cada texto resulta único no solo para quien lo crea, sino para quien lo descifra. Pues ya lo dijo Borges alguna vez, y yo le creo; «Cada hombre es único e insondable».

Único e insondable.

Como estos códigos.

dancastell89@gmail.com

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