@JotaMorales

Me pidieron escribir la respuesta a la columna titulada ‘El ojo por ojo de Uribe’, de Fernando Posada Ángel, publicada recientemente en este diario. Para dejarlo claro desde el principio, no pienso excusar esa acusación tan grave de la que fuimos testigos los colombianos durante el fin de semana, aunque tampoco me tomaré la justicia por mis manos; para eso tenemos en este país instituciones que funcionan, más o menos, correctamente.

Lo que sí quiero hacer es determinar las circunstancias en las cuales se dio este desafortunado incidente. Es que, señores, esto no es un incidente que haya salido de la nada: en Colombia algunos periodistas irrespetuosos llevan años atacando al expresidente con insultos y acusaciones de las que no tienen pruebas, y él se ha defendido en consecuencia. También es cierto que Uribe ha lanzado dardos innecesarios a los medios de comunicación, pero todo eso hace parte de un debate aún mayor.

¿Se permite todo en el debate político colombiano?, esa es la pregunta que debemos formularnos. Es que el problema aquí no gira alrededor del reconocimiento o no de una equivocación, aquí lo que se pregunta es si estas acciones fueron deliberadas o no. Las personas nos disculpamos por cosas que no queríamos hacer o por resultados inesperados de nuestras acciones, no por movimientos calculados.

Creo que la razón de la algarabía del sector uribista se debe a que Daniel Samper no es necesariamente un símbolo del respeto por la opinión y la honra de los demás. Voy a ser honesto: no creo que si el intercambio de palabras hubiese ocurrido con, por ejemplo, María Isabel Rueda o con Juan Gossaín, el resultado hubiese sido el mismo. Es que el autodenominado ‘YouTuber de 40’ se ha dedicado a insultar sistemáticamente a diferentes personajes colombianos, protegido bajo el manto de una mal llamada sátira.

¿Deben los políticos respetar a los medios a pesar de ser insultados y maltratados?, ¿Deben las personas aplaudir a los políticos que usan las plataformas públicas para acusar sin fundamentos a sus detractores?, ¿Deben todos los periodistas de Colombia salir en gavilla a defender a uno de sus colegas, sabiendo que este siempre ha sido un provocador?, ¿es que los políticos no son, también, seres humanos?, son varias de las preguntas que me vienen a la mente ante una situación como esta.

A mí particularmente no me gusta el matoneo, ni la burla ponzoñosa, ni la falta de límites en los artículos de opinión; esto último en referencia a las columnas del señor Samper en la revista Semana, y a las del ahora destronado Aberlardo De la Espriella en El Heraldo. Creo, por otro lado, que las personas que hacemos eco a las denuncias de Uribe –no de esta en particular, claro está–, lo hacemos con la convicción de que el expresidente quiere lo mejor para Colombia, como lo demostró en su mayoría durante sus 8 años de gobierno, cuando pasamos de ser un Estado fallido a ser el país con el futuro que en 2010 teníamos.

Contrariamente a lo que piensa Fernando, Álvaro Uribe Vélez sigue siendo el líder político más importante y con mayor credibilidad de los últimos 15 años en Colombia, y lo seguirá siendo por el increíble legado que deja. Sin embargo, esta controversia no lleva a que uno se cuestione el nivel del debate, sino a preguntarse si los periodistas están cruzando el límite de lo posible en lo que tiene que ver con la opinión y si las acciones de nuestros líderes se enmarcan en el juego político que queremos tener.

Por: Julio Morales Daza