El en extremo precario estado de las vías bogotanas es, además de motivo suficiente como para dedicarse a plañir por enteras horas, un buen pretexto para hacer, por qué no, incursiones arqueológicas de gran calado.
Entre las muchas pruebas de lo anterior están, por ejemplo, estás líneas férreas del tranvía capitalino, desaparecido en 1952, enterradas, como un sistema cardiovascular en desuso, bajo la actual carrera 6 con calle 1 (en Las Cruces), o en la intersección de la carrera 13 con calle 39.
Quiera el destino que a nadie le sobrevenga la brillante ocurrencia de arrancarle a la ciudad esta pieza oculta de su historia.
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