Es domingo en la mañana.

La ciudad dormita la resaca de sábado o hace subir cual nata su transpiración semanal de ciclovía hacia la estratósfera.

Con ninguna pretensión distinta a la batalla propia, el Guerrero del Camino emprende una lucha de todos los días, sin pretender acaso figurar algún día en libros de historia o en épicas gestas.

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