A las muchas y muy ocultas pistas presentes en las carátulas de discos y canciones de los fabulosos cuatro se suma una más.
La relevancia del hecho involucra a un compatriota, a la vez que rasga el velo del eterno enigma acerca de quién es el quinto beatle y de su confidencial relación genética con Abraham Lincoln.
Desde 1967, cuando al revisar la portada y las líricas del Sgt. Pepper’s, se presumió la muerte prematura de Paul McCartney y su reemplazo por parte de un doble, así como la directa alusión a la dietilamida de ácido lisérgico (LSD) en las siglas de Lucy in the Sky with Diamonds, los beatlemaniacos en el mundo no enfrentaban semejante enigma.
Como un cañón…
El hecho tuvo lugar hace 40 años cuando, frustrado a causa de la escasa proyección de la que era objeto por parte de la radio colombiana, y extenuado hasta la nausea de cubrir cada año la Vuelta a Fusa y a Sutamarchán sin ser tenido en cuenta para menesteres mayores, David Cañón —comentarista ciclístico y balompédico criollo— decidió dar un vuelco a su terreno existir.
Cañón vendió sus escasos ahorros y se embarcó en un buque pesquero cargado de bocachicos, arenques y nicuros hasta Liverpool, y luego en coach hacia Londres, para cubrir la Copa Mundo Inglaterra 1966.
Nadie lo había dicho hasta hoy, pero una vez en la capital del Británico Imperio, Cañón aprovechó su desconocida condición de descendiente en línea directa del norteamericano patriarca Abraham Lincoln, para obtener diversas prebendas diplomáticas que le permitieron ingresar sin problemas a cada uno de los encuentros deportivos, en los que, con el propósito de financiarse decidió vender fragancias Old Spice de Shulton al detal.
Fue durante una espontánea fiesta organizada por la realeza cuando los melenudos, asombrados por el sabor latino, la prodigiosa voz y la barba hirsuta que nuestro Cañón ostentaba, decidieron invitarle a participar en las maratónicas sesiones de grabación de su álbum Revolver.
Tuvo semejante dimensión su aporte a dicho disco, destinado a partir la historia del rock en dos, que una imagen tomada por Robert Freeman de Cañón, quien llegó de incógnito a los estudios de EMI en la legendaria calle londinense de Abbey Road, fue además incluida en el collage de la carátula, diseñada por el alemán Klaus Voorman.
A sugerencia de Brian Epstein, manager de la banda durante sus primeros años de carrera, fue considerada la posibilidad de dar al trabajo un título sugestivo, en directa alusión al hoy director deportivo de RCN radio. Así pues, antes de optar por Revolver, se pensó de forma seria y decidida en bautizar esta obra maestra con el también explosivo nombre de Cañón.
La idea, no obstante, jamás llegó a concretarse en tanto resultaba demasiado clara para los ávidos buscadores de datos secretos escondidos, de manera que, sin abandonar el concepto de elementos bélicos se modificó el cañón por un menos sugestivo revolver.
El buen hijo vuelve a casa
Pese al decisivo aporte de Cañón y a la idea inicial de incluirlo por siempre en el cuarteto, él prefirió mantener un perfil menos visible y regresar sin sobresaltos a su país de origen en donde desde entonces ha conseguido guardar el secreto y enmascararse tras la identidad de periodista deportivo.
A su regreso vinieron mejores días, al punto que durante los 70 y 80, David era ya una figura consagrada de nuestra farándula y una cara conocida por todos, a través de la afamada Cabalgata Deportiva Gillette.
Misterioso ágape
Sin embargo comenzaron a surgir sospechas cuando —con motivo de una fiesta de disfraces de fin de año realizada en los estudios de Radio Sutatenza, por allá en 1983— se vio desfilar a lo más granado de nuestra farándula por las puertas de un recinto acondicionado para el jolgorio.
Marco Aurelio Álvarez llegó disfrazado de Geisha; Juan Gossaín (con la gentil cooperación de Alí Humar), de jeque; Francisco Tulande, de estrella del rock; Eucario Bermúdez, de pequeño párvulo, con una colombina gigante como accesorio; y David Cañon de su tatarabuelo, Abraham Lincoln.
Fue tan evidente la similitud que el periodista no tuvo salida alguna distinta a confesar su estrecha relación con el prócer, conminando, no obstante a sus contertulios a conservar el secreto.
Sin embargo, hoy la verdad cae con todo su peso.
En otras palabras y parafraseando una de aquellas patrióticas campañas "sólo a un colombiano se le ocurre ser comentarista, miembro de la estirpe Lincoln y beatle".
Así las cosas será mejor que George Martin, Pete Best, Jimmy Nichol y Billy Preston bajen sus cabezas y se aparten del camino. El quinto beatle es colombiano. El quinto beatle es David Cañón. "Ay, qué orgulloso me siento". Ver pruebas reina