En agosto 29 de 1966 tuvo lugar la final presentación en vivo de la banda más influyente en la historia de la música popular.
Agosto 29 de 1966 fue lunes.
En agosto 29 de 1966 Fidel Castro clausuró el XII Congreso de la Confederación de Trabajadores de Cuba.
En agosto 29 de 1966 debió morir y nacer gente, se debieron cerrar negocios de gran envergadura y se debieron fundar firmas de prestigio. Pero no conocí ni conozco a alguien para quien tal fecha revista tamaña importancia. Es que yo vine al terreno espacio algo menos de 10 años después.
Pero, eso sí, en agosto 29 de 1966, desde las 8, en la noche, ante unos 50.000 espectadores (y entiéndase que soy mal contabilizador), tuvo lugar la que sería la última presentación masiva de The Beatles en concierto, en el Candlestick Park de San Francisco.
Así es. Ocurrió en agosto 29 de 1966. Es decir hace cuatro décadas, ocho lustros, cuatro decenios, o 40 años. Podemos calcularlo a nuestro antojo, según cuan avejentados o jóvenes queramos parecer. El caso es que fue hace tiempo… fue hace 40 años.
Los greñudos, más greñudos que antes, arribaron a la ciudad en un vuelo charter. Luego fueron conducidos en autobús hacia el proscenio. Los teloneros fueron The Cyrkle, The Ronnettes, Barry Tashian and The Remains y Bobby Hebb.
Entre los célebres asistentes al lugar (eso dicen) estuvieron la cantante folk Joan Baez (una de las mancebas de turno para John), y su hermana menor, Mimi Farina. (ninguna relación con nuestra Farina, por fortuna).
En los momentos previos al espectáculo, enclaustrados en el camerino de Los Gigantes de San Francisco, los cuatro, incluyendo a unos todavía no vegetarianos Paul y George, apuraron mordiscos a un ave frita. Supongo llevaban prisa.
Durante el show interpretaron en estricto orden Rock and Roll Music, She’s A Woman, If I Needed Someone, Day Tripper, Baby’s In Black, I Feel Fine, Yesterday, I Wanna Be Your Man, Nowhere Man, Paperback Writer, y Long Tall Sally.
No es una lista extensa según los estándares actuales. De hecho, y como en la mayoría de sus espectáculos, la función completa debió haber tenido una duración, a lo sumo, de 33 minutos.
Al menos eso se intuye desde las cintas que, por fortuna, grabó Tony Barrow, agente de prensa de la banda durante la ocasión, con el histórico infortunio de que la última canción del set terminó después de que la cinta ya había llegado a su fin. Sus presentaciones en vivo no fueron tan fabulosas como los cuatro fabulosos. Pero hay que ponerse al tanto de las técnicas limitantes.
Los equipos de amplificación eran precarios, la disposición de micrófonos e instrumentos insuficiente, y la actitud del público desfavorable, en tanto se dedicaban a plañir cual demencial horda de energúmenos en lugar de seguir las líricas. Y con todo y ello hubo momentos memorables en vivo, como su legendaria aparición en el Shea Stadium.
Fue en agosto 29 de 1966. Fue su último concierto y su última aparición pública en vivo. Hasta que tres años y medio más tarde y de forma espontánea decidieron treparse en la azotea de las oficinas de Apple para dar a conocer el nuevo Let It Be.
Y lo fue porque estaban hartos de no ser oídos, estaban hartos de aquel forzoso crecimiento acelerado de vegetales criogénicos. Estaban hartos de lanzar dos álbumes por año, y, de permanecer en gira durante los restantes días. Estaban hartos de no poder explorar, explorarse en un ámbito más fértil para la creación, como el estudio.
Porque les hastiaba saberse calificados como anticristos, y ver la forma en que sus discos de vinilo, carteles, signos icónicos y parafernalias varias vivían su propia e injusta inquisición yendo a parar a botes de basura y públicas hogueras.
Porque sabían que Eleanor Rigby o Norwegian Wood o Tomorrow Never Knows, no iban de momento a sonar bien al vivo. Porque estaban listos para grabar el más influyente álbum en la historia del rock. Porque no pretendían seguir siendo una adolescencial banda por el resto de su carrera, y –sobre todo–, porque querían ser dueños de su destino artístico. Eso fue hace 40 años.
¡Gracias, Beatles!