Algunas consideraciones cabalísticas acerca de los números en nuestra sufrida patria….

 

Entre supercherías, cábalas, sobre y sub interpretaciones varias, cabe preguntarnos acerca del oculto significado de ciertas cifras en el diario discurrir criollo.

 

Soy de quienes sostienen que la superstición es, quizá, la más fácil forma de excusar mediocridades e incapacidades propias o irresolubles, aunque no niego que hay en mí ciertos ribetes vergonzantes de ésta: Nunca hablo de mis planes futuros, jamás digo que algo en lo que trabajo va bien, no cuento el dinero y no es fácil arrancarme respuestas acerca de mis más caras expectativas.

 

Dejo de hacerlo, no porque considere que éstas puedan tener algún tipo de incidencia cósmica en el resultado final, sino porque temo en demasía al ridículo al que sin duda seré expuesto en el muy probable caso de que mis anhelos se vean destrozados por la contundencia de los hechos.

Y la vida me ha venido diciendo, varias veces, que tengo razón.

 

Según la cuarta acepción del todopoderoso Diccionario de la Real Academia Española, Cábala es un “cálculo supersticioso para adivinar algo”.

 

Algún místico me dijo alguna vez que la matemática era la ciencia encargada de develar los misterios divinos. Algo así como que quien comprenda los números (si es que alguien puede entenderlos) conocerá a fondo los secretos organizacionales y empresariales del Altísimo, lo cual sin duda debe ser bastante más útil que saber la confidencial fórmula para elaborar el jarabe base para la Coca-Cola.

 

Como una contribución a tan complejo problema teosófico he estado pensando en los números que a diario inciden de misteriosa y compleja forma en las bogotanas y colombianas vidas. Ligados a nuestra impopular sabiduría, los vemos y oímos a diario. Y son la norma universal que silenciosa dirige nuestros precarios destinos. Así que aquí comienza la numerológica aventura…

 

2 y 3: La paradoja

 

Una extraña y paradójica relación es la que impera entre estos dos dígitos, en tanto cada uno puede ser bello o monstruoso a su manera.

 

Para mi generación, por ejemplo, un 2 al inicio del resultado final de la prueba de estado de Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior (Icfes) era señal de pésimos augurios profesionales.

 

¿A quién habría de gustarle una calificación de 298 o 299 al compararla con una de 345? Las cosas han cambiado con la nueva evaluación, pero los nexos entre 2 y 3 prevalecen sin lesión o menoscabo.

 

Mi menesterosa y ya mencionada generación sigue soportando sus rigores. Porque así como un 2 lucía apocalíptico como dígito inicial de las pruebas de estado, hoy un 3 imborrable mancha nuestras edades. A mí me sucede desde hace más de un mes.  Y no se siente nada bien. ¿O es que no es mejor tener 23 que 32?

 

Ejemplos:

 

–Liliana sacó 298 en el Icfes.

–¡Con ese resultado creo que le va a tocar presentarse a Garatec!

 

–¿Cuántos años tienes?

–32.

–¡Ay, no! Yo pensé que tenías 23. ¡Chao, guoón!

 

3: “Déme tres”

 

Tal como con los milenarios sacerdotes druidas, en nuestro criollo caso el trinitario dígito es cifra cabalística por excelencia.

 

Sobre todo para los aleves poseedores de gigantistas y advenedizas fortunas.

 

La expresión “déme tres” es usada en forma indistinta por diversos miembros de nuestra clase emergente.

 

Son aquellos que al ingresar a K Tronix, o a Brunati, o a Home Center no pueden evitar la meliflua tentación de obtener bienes, electrodomésticos, mobiliario y hasta alimentos por triplicado, todo ello con el objeto de hacer sentir su poderío económico en todo su esplendor.

 

Ejemplos:

 

–Cuánto cuestan esas repisas de mármol con marfil.

–A ver… con descuento le quedan en 6.226.900

–Déme tres.

 

–¿Cuánto cuestan esos televisores de plasma?

–Pues, doctor Cubaque, usted los puede pagar con tres cheques de cuatro millones cada uno.

–¡Yo qué me voy a poner en esas! ¡Mejor déme tres!

 

–¿Tiene Tom Collins?

–Sí, señor, por supuesto. ¿Le apetece uno?

–No. Déme tres botellas (sic).

 

 

3: “Tres pesos”

 

Pero el tres no es tan sólo la cifra de la desbordante abundancia.

 

Este número, en apariencia bendecido por el dios del dinero, simboliza también la poquedad de recursos o la ausencia de rubros suficientes como para obtener un objetivo.

 

Es el predilecto de comentaristas deportivos, directores de la DIAN y administradores públicos en general.

 

Ejemplos:

 

–Ojalá que a Millonarios no le dé por traer un refuerzo de tres pesos.

 

–Con esos tres pesos que tenemos no nos alcanza para hacer ni medio puente, ni media escuela, ni medio chanchullo.

 

3: “La tercera es la vencida”

 

Es la máxima predilecta del perdedor consuetudinario.

 

Como si la persistencia amainara la avasallante desgracia de la derrota y la mediocridad inminentes.

 

Se constituye, sin embargo, en una forma sana aunque irreal de sufrir los rigores de la injusticia y los embates de la desgracia, conservando una esperanza a prueba de hechos.

 

Según se ha podido comprobar por las estadísticas deportivas, laborales, económicas y electorales correspondientes a los almanaques mundiales publicados a lo largo de la historia, eso de que “la tercera es la vencida” es la más grande patraña numerológica de cuantas existen.

 

Ejemplos:

 

–Uy. Ya llevamos dos periodos presidenciales de lo mismo.

–No se preocupe, que la tercera es la vencida.

 

–Oiga, ya dos mundiales sin clasificar…

–Fresco: la tercera es la vencida.

 

3: “Queda sirviendo pa’ tres cosas…”

 

Pa’ nada, pa’ nada y pa’ nada.

 

Es el más recurrente y detestable de los contrasentidos numéricos posibles. Puede tener algo de cómico al ser oído por vez primera, pero, por alguna razón macabra la expresión sigue afincada en el corazón de los colombianos.

 

 

Ejemplos:

Con la gestión de un alcalde cuyo nombre no quiero mencionar los puentes de la 92 quedaron sirviendo pa’ tres cosas.

 

Haber cambiado el UPAC por la UVR sirvió pa’ tres cosas.

 

 

5: “Lláme por ay (sic) en cinco minutos”

 

Las cifras, como casi todos los humanos conceptos tienen un valor absoluto y relativo. De ello habla con elocuencia el clásico texto algebraico del entrañable Aurelio Ángel Baldor.

 

Admito no recordar con claridad en qué consistía tal idea, pero la encuentro del todo aplicable al siguiente postulado.

 

Lo anterior puede comprobarse con facilidad al preguntar a una secretaria, vigilante, mecánico, reparador de utensilios electrónicos varios, sastre, o demás operarios, acerca de asunto urgente alguno.

 

Es curioso, no obstante, que todos estos relativos valores suelan ser expresados en múltiplos de cinco, y me explico…

 

Ejemplos:

–Señorita. ¿Podría usted informarme cuándo estará listo el cheque?

–Uy. Todavía no. Lláme por ay (sic) en cinco días.

 

–Oiga maestro, ¿y para cuándo cree que tenga armado el carburador?

–Vea jefe… Véngase segurito en 15 días.

 

 

Ahora bien, cuando hablo de valor relativo me refiero a que estos 15 ó 10 ó 5 ó 30 días nunca son ni 15 ni 10 ni 5 ni 30 reales días, sino 45, 18, 23 ó 60. Cosas de números.

 

 

5: “Cinco centavos pa’l peso”

 

Esta cabalística apreciación es prima, y muy cercana, de “la tercera es la vencida” y los “tres pesos” y el venidero “quinto malo”. Ocupa lugar de preeminencia entre los mantras pronunciados por los comentaristas deportivos y por los mismísimos profesionales en tales disciplinas corpóreas.

 

Corresponde a esas inútiles frases de consuelo que surgen de la nada cuando el fracaso toca a la puerta.

 

Importante es decir para quienes llevan tiempo fuera del país que hasta donde tengo memoria, (y la tengo de al menos 26 años atrás), los centavos entraron en definitiva obsolescencia en Colombia.

Ejemplo:

 

–Otra vez quedamos eliminados en la última fecha. Nos faltaron cinco centavos pa’l peso.

 

Podría continuar hablando del quinto malo, de los "cinco centavitos de felicidad" de Héctor Ulloa, y de los ocho días que nunca son ocho días, pero no es mi objetivo aventurar tratados de índole alguna, así que otra vez… la discusión está abierta. Y espero que no sirva “pa’ tres cosas”…