Ocurrió entre el 12 y el 14 de septiembre, en jornadas sin descanso que se prolongaron desde las 10 en la mañana hasta las 8 en la noche.
Las más diversas aproximaciones estéticas al rock se dieron cita en el escenario escogido para la selección de 16 bandas participantes en la edición 2006 del festival Rock al Parque.
El lugar: el Centro de Rock, Arte y Blues, CRABS, sin duda uno de los más importantes núcleos de la escena en la ciudad, algo que se comprobó una vez más al ser testigos de cómo éste puso a disposición del evento sus instalaciones y logística con el afán de servir como vehículo a la divulgación del rock como única contraprestación.
A diario sus altas rejas, sus muros rojos y sus pasillos, decorados por la presencia tutelar de las más reconocidas leyendas de la música, vieron desfilar a toda suerte de personajes relacionados con el rock en toda su heterogeneidad.
Y así fue. Expresiones tan disímiles como power metal, ska, pop rock reggae, eléctronico y fusión –entre otras–, materializadas en 32 agrupaciones nacionales se dieron cita con el objeto de entregar lo mejor de su talento para hacer parte de la fiesta anual.
4 Cuartos fue la firma escogida para efectos de producción y sonido. Gracias a ellos, en parte, lo que iba a ser un evento a puerta cerrada terminó por convocar a muchos más asistentes de los previstos.
Los decibeles se colaban por los muros del lugar, como si quisieran invitar a curiosos y fanáticos –entre los que se incluyeron miembros entusiastas de la fuerza pública, representantes de la prensa y gestores culturales–, a disfrutar por instantes de las notas allí ejecutadas. Julián, Cabeto, Diego y Fideo estuvieron al frente.
Zoe no podía quedarse quieta. Era la responsable de que cada banda cumpliera con su misión a cabalidad. Daniel Casas, coordinador del evento, estaba en todas partes. Óscar y Carolina, la conocida Primera Dama del Rock, iban de un lugar a otro, linterna en mano.
Desde tempranas horas se vivió la tensión previa a un evento de tal envergadura. Unos estaban ansiosos, otros no tenían miramiento alguno a la hora de confesar su miedo.
El compromiso lo ameritaba. Después de todo a cada uno le correspondía la nada fácil responsabilidad de dar lo mejor de su arte frente a un jurado compuesto en su totalidad por representantes de distintas áreas del quehacer musical.
Salían y entraban músicos de todas las naturalezas y estirpes. Unos ataviados con prendas oscuras; otros resplandecientes de color. Algunos con espléndidos gorros, tras los que se adivinaban largos dreads; otros maquillados e irreconocibles.
Guitarras, vientos, redoblantes, teclados y bajos tan extraños como el empleado por la banda Soulburner (con puntas retorcidas) venían e iban de uno a otro lugar a la espera de ser desenfundados.
Fueron mañanas y tardes y noches de lentes de contacto blancos y caninos, crestas, pelos largos y muy cortos, abrigos, cinturones, camisas y torsos a la vista.
Mención aparte merece la banda isleña Voodoo Souljah\\\’s, en opinión de muchos la de presentación más destacada.
Más allá del veredicto, (ya disponible en http://www.rockalparque.gov.co/) los músicos, tan profesionales como apasionados, pusieron de manifiesto el orgullo que para ellos constituía el hacer parte (en muchos casos por primera vez) de un escenario que ha visto crecer y madurar al rock colombiano durante el pasado decenio.
Al final quedaron tres días para el recuerdo, como una anticipación de la que promete ser otra jornada histórica de Rock al Parque.
Fue, en suma, una colonia dedicada por entero al rock. Fueron tres faenas de música en el más completo sentido del término, y un ejemplo como pocos de convivencia extrema. De eso se trataba. Y ocurrió, como casi siempre, en CRABS.