Un recuento extenso acerca de aquellos personajillos de ciudad para quienes la estafa es un diario mecanismo de subsistencia.
timar.
1. tr. Quitar o hurtar con engaño.
2. tr. Engañar a alguien con promesas o esperanzas
Real Academia de la Lengua Española
A los listados de personajes, hechos y condiciones que circundan a nuestra bogotana urbe (que parecen haberse convertido en el más obvio y fácil recurso a ser usado por bloggers citadinos), agrego este acerca de los timadores urbanos de baja estopa.
Son aquellos personajes cuya actividad, aunque deshonesta y reprochable, no alcanza a escindir los límites de la ilegalidad. Tal vez porque, lejos de ser perniciosa, se mueve dentro del ámbito de lo cómico.
Los vemos cada día en las calles. Y me atrevería a decir que todos, sin la menor excepción, hemos sido afectados, al menos en una oportunidad, por su poco ortodoxa forma de ganar el diario sustento.
Aquí están…
El lotero de la suerte
Prefiere los ambientes oscuros. Sigiloso dobla la esquina aguardando por la cándida víctima de turno.
Una vez ella ha puesto su atención en su andar –en apariencia desprevenido y despojado de malicias– arroja un billete o fracción de lotería esperando que la bondad del próximo a ser timado haga su inmediato efecto.
Cuando lo anterior ha ocurrido éste le indica, ignorando su real propósito, que una pieza valiosa de su mercancía ha caído al sardinel sin que él se dé cuenta.
El lotero, cual si fuera presa de un mágico éxtasis de fortuna le dice que ambos acaban de ser testigos de un prodigio divino. Que la caída del billete es presagio de bendiciones futuras y que su recomendación desinteresada es que lo haga suyo sin dilación alguna.
Si es ésta la primera vez en que el ingenuo transeúnte hace las veces de presa de tan obvia estratagema comercial y si él es de aquellos que aún cifra su confianza en el hado providente, entonces de seguro el billete terminará en sus manos.
La reacción de muchos de ellos ante respuestas negativas suele ser amable. Pero en otros menos afortunados casos, si el espontáneo cliente llega a declinar la oferta de adquirirlo, por conocer la naturaleza del bajo ardid o por cualquier otra razón, muy de seguro sufrirá con todo su rigor los embates e injurias del vendedor desairado en sus comerciales dotes:
"¡Entonces lárguese y quédese pobre de por vida, vaciado hijueputa!".
Poeta urbano de fotocopias
Aunque hay algunos cuya calidad es más que decorosa, y pese a que en más de cinco o seis oportunidades he lamentado sus trabajos sufran la mísera condena del anonimato, hay también una especie (cuyos representantes son los más) que desdice del poético quehacer.
Me refiero a quienes, a fuerza de poco talento o voluntad deciden emprender el camino de escribir, reproducir y vender por unas monedas, cuanto pensamiento cursi les viene a la mente.
Se acercan con un manojo de papeles en donde estampados están versos como:
"quiero gritar
que te voy a amar,
por la eternidad
por siempre,
porque el amor
es lo más lindo de la tierra".
El amor termina con la mirada de desdén que sobreviene cuando por determinado motivo les aclaramos que no tenemos interés alguno en adquirir sus versos ni nada que se les parezca.
Falsos desplazados
Difícil es corroborar la veracidad o falsedad de quienes cobijan su dudosa identidad bajo este manto.
Con mayor razón al tener presente que la condición a la que alegan pertenecer suele ser una de las que más sensibilidad y conmoción ocasionan dentro del agrietado tejido social colombiano.
No resulta nada cómodo hacer impertinentes preguntas que podrían servir como mecanismos mayéuticos de detección para indagar acerca de si en realidad son lo que dicen ser o no.
¿Quién va a mantener su corazón a tan gélida temperatura como para inquirir a un pobre desdichado acerca de si en realidad viene o no de algún corregimiento asolado por el conflicto en algún infranqueable lugar del Magdalena Medio?
El caso es que existen, y no son pocos, los bogotanos de rancia raigambre que, presas del ostracismo laboral, deciden hacer uso de una cartelera y un marcador para contar al mundo su desdicha a la espera de la solidaridad mutua.
"SOMOS DESPLASADOS DE PUERTO MATILDE Y TENEMOS TRES IJOS.
CUALQUIER AYUDA SERA BIEMBENIDA"
Gracias a esta nefasta agremiación son muchos los verdaderos afectados por tan funesto flagelo, cuya forzosa actividad se ha visto desvirtuada, haciéndolos blanco de la colectiva desconfianza.
Enfermos y menesterosos
Suelen ser parejas de campesino fenotipo, ataviadas a la usanza de sus correspondientes regiones.
Cargan consigo un pequeñuelo de brazos, quien, según falsificado diagnóstico clínico padece de un severo grado de disentería, amebiasis o deshidratación, y ello lo intentan comprobar con fórmulas membreteadas de algún centro médico certificado, algo desvencijadas por el constante uso.
"Señor: mire que el niño se me está muriendo y no me lo queren atender en ninguna parte porque no tengo plata. Ayúdeme con algo pa\’ ver si pueden atenderlo o por lo menos pa\’ devolvernos pa\’ nuestro pueblo".
Ante tan grandilocuente acto inspirador de compasión somos muchos los que alguna vez hemos sustraído de nuestra cartera sendos billetes de 5.000 pesos oro con el fin de comprarnos un menor grado de culpabilidad.
Lo frustrante llega cuando semanas después nos encontramos con que, por alguna inexplicable razón, la misma pareja, con el mismo párvulo, siguen acometiendo con idénticos ruegos a sus engañados de turno.
Otro tanto ocurre con enfermos de VIH, cáncer, diabetes mellitus, hipertensión y demás falsas dolencias. Muchos de ellos ofrecen, incluso, mostrar a quienes desconfíen de su discurso como prueba irrecusable las pústulas, llagas y laceraciones propias de su dolencia, algo a lo que bien saben, la mayoría se negará.
Lamento a veces, muy a pesar de mi escepticismo, ignorarlos o no darles nada porque al final nadie sabe….
Recién atracados
Lucen siempre un gesto asustadizo y confuso, como si éste ya se hubiera hecho parte de su natural fisonomía. Tantean el grado de ingenuidad presente en cada uno de quienes en derredor están y una vez han hallado a aquel cuyo rostro luce más persuasible le hacen partícipe de su desgracia.
Los más histriónicos hablan de problemas intermunicipales:
–Imagínese que yo vivo en Fusa y me robaron la cartera. Y tengo que llegar allá porque me cogió la noche y no tengo a nadie aquí.
Los de segunda clase lo hacen de líos interbarrios:
–Me quedé corto y me faltan 1.000 para el bus. ¿Usté me puede ayudar?".
Me ha ocurrido dos veces encontrarme a dos mujeres distintas con historias de similar tenor, para luego volver a verlas merodeando el mismo sector con idénticas narraciones.
Lo que sorprende en este tipo de individuos, caballeretes y damas para quienes el engaño es una profesión, es la poca memoria de la que disponen, teniendo en cuenta que en muchas oportunidades repiten su discurso al mismo cliente de tres días atrás.
Al ser sorprendidas huyen con temor o alegan demencia por parte del interlocutor.
Ex reos
Es su costumbre el subir a autobuses de servicio público exhibiendo una mancha de marcador, que, ellos dicen, es el sello de salida de alguna reclusión en la que permanecieron convictos por años o meses.
Algunos llevan consigo además ciertas fotocopias, tan deterioradas como las de los enfermos y menesterosos rechazados de centros médicos varios.
Su tono es intimidante, aunque procura denotar tintes de autosuperación por venir.
–Acabo de salir de la Modelo. Aquí está el sello de salida y ustedes entenderán que no tengo ni un peso. Por eso quiero pedirles a los pasajeros de buena voluntad que me ayuden a recoger para pagar una pieza porque sino, no voy a tener en dónde quedarme esta noche. Así no voy a tener que dedicarme a robar otra vez porque esa vida no es pa\’ mí.
El mendigo bacán universitario
Finge ser amigo de estudiantes y esconde, tras su figura contrahecha, desemejada y curiosa, un único interés.
A saber, recoger cuanto dinero sea posible entre quienes cometan el grave error de creerse sus amigos, dirigiéndole la palabra.
–Monito: necesito 1.000 pesos pa\’ completar pa\’l almuerzo.
–Monito: es que mi niña está de cumpleaños hoy y quiero regalarle unos zapatos.
Los abraza, e incluso puede dejar escapar dos o tres lágrimas desde las cuencas de sus amoratados ojos, todo con el fin de mover las íntimas fibras de su sistema cardiaco.
Lo grave viene cuando las donaciones dejan de ser voluntarias para convertirse en periódicas e ineludibles erogaciones.
Porque una vez esto ocurra, el mendigo bacán será una sanguijuela imperdible, dispuesta a aniquilar a quien por un día se niegue a hacer entrega de la regular cuota.
………………..
Más adelante dedicaré una entrega entera para hablar de otros personajes de ciudad, entre quienes se incluyen el "¿me compras un detallito?", el vendedor callejero de pulseras y collares robados, según su propia confesión, y el de relojes Rólex a 10.000
Por hoy hasta aquí llego.
¿Se les ocurren otros?