Decir que el amor incondicional existe es lo mismo que mentir. Que el éxito acompaña a los más talentosos y trabajadores es lo más parecido a una farsa cómica. Que toda noble acción será debida y generosamente recompensada, un mal timo.
Empero, aseveraciones de ese tipo son replicadas de forma permanente por gentes de todas las pelambres, raleas y estirpes.
Lo triste viene cuando, a fuerza de la cotidiana convivencia con tales falsedades, comenzamos a olvidar lo lejos que están los hechos de las palabras que intentan darles vida.
Muchas de las sentencias a diario leídas y pronunciadas por nosotros en lo referente a Bogotá son pamplinas opuestas a la contundencia de la diaria confrontación con los hechos.
Por eso, porque una falacia repetida cada día como mantra vital es un mal hábito que nos inmuniza contra el doloroso choque con lo real, la siguiente es una recopilación de aquellos habituales infundios que con respecto a nuestra ciudad se hacen visibles en derredor.
1. Servicio Ejecutivo: No se admiten pasajeros de pie
Inaugurado durante la administración del fallecido Julio César Sánchez, el servicio ejecutivo de autobuses se constituyó en la nunca cumplida ilusión de un desplazamiento digno por las calles capitalinas.
El nombre escogido para la flotilla especial de “ejecutivos” ya denotaba ribetes de ridiculez equiparables a lo almuerzos apellidados en idéntica forma.
La premisa, falsa por demás, de que todos los viajantes se subirían en cómodas sillas comenzó a develarse inviable tras unos meses de funcionamiento.
Poco tiempo fue necesario para que de nuevo los vehículos denominados en tal forma se vieran atiborrados de seres humanos apelmazados en su interior, aferrados como sanguijuelas a los sucios tubos metálicos dispuestos para tal fin.
Ahora parece una broma de dudoso gusto ver las pegatinas adheridas a los vidrios delanteros de las carrocerías, en colores amarillo y negro, rezando la mentirosa consigna.
2. La nueva nomenclatura
Una de las más engorrosas y malas ideas jamás emprendidas por administración alguna es aquella, aún en desarrollo, de modificar direcciones y placas de identificación en casi todas las localidades en las que Bogotá está dividida.
Si bien el sistema tradicional de ordenamiento subdividido en calles, carreras, transversales y diagonales, exhibía de entrada inconsistencias y fallas, es un proceder insensato el hacer aún más confuso algo que, de entrada, ya lo era.
Bajo el inverosímil pretexto de simplificar y solventar algunos errores ya se han desperdiciado cerca de seis años en este proceso paquidérmico, inútil y caótico.
¡Cuánta correspondencia se habrá perdido por causa del capricho urbanístico! Si mi residencia estuvo durante cuatro décadas ubicada en la Calle 122 No. 9-07… ¿Por qué malgastar energías y recursos en rebautizarla como Calle 122 No. 9-67? ¿Por qué fijar esas horrendas y nuevas placas verdes y rectangulares y esas líneas rojas que odiosas atraviesan las antiguas direcciones?
3. Cerveza Águila a 1.000
He oído en unas 158 oportunidades la misma publicidad engañosa, transmitida a través de importantes estaciones de radio.
“Que ahora las raciones embotelladas de lúpulo y cebada ostentan el atractivo precio sugerido al público de 1.000 pesos oro, y que si no damos crédito a la aseveración nos permitamos la libertad de comprobarlo por nuestros medios propios”.
Le he dado la vuelta a la ciudad en varias centenas de ocasiones y no he corrido con la en apariencia imposible suerte de encontrar algún establecimiento que se acoja a la mencionada política promocional.
No conozco establecimiento alguno en donde la cerveza goce de tan accesibles tarifas. Al parecer nadie tiene interés en ceñirse a la sugerencia emanada por los promotores de Bavaria. No he encontrado en el entero mapa de la ciudad establecimiento alguno dispuesto a rebajar la habitual rata de 1.100 o 1.200 por el apetecible y amargo néctar.
4. Ventana de expulsión
Como consecuencia de un lamentable accidente, hace ya algún tiempo, se decretó la implementación perentoria de una ventana de emergencia en los buses de servicio público.
Aquellos que no contasen con ésta corrían el riesgo de ser sancionados e inmovilizados.
De inmediato comenzaron a verse por toda la ciudad, microbuses, maxibuses y busetas equipados con la mencionada ventana, la cual, a su vez estaba enmarcada entre dos perillas de caucho que, según se dijo, al ser accionadas expulsarían el vidrio en cuestión.
Basta con observarlas de manera desprevenida para constatar que éstas no son más que un parapeto inútil montado con el objeto de hacer creer a viajeros y entes reguladores que incluso sabiéndolo admiten el asunto sin chistar.
5. Puntos por compras
Se conocen como estrategias de fidelización aquellas políticas empresariales tendientes a atrapar a los clientes de determinado establecimiento ofreciéndoles beneficios y dádivas, al acumular una cantidad preestablecida de compras en el almacén.
Hay algo claro. Los supermercados no son establecimientos filantrópicos o de caritativos. Si hiciéramos un cálculo minucioso de la cantidad de dinero que debe ser “invertida” para acumular ciertos puntos nos encontaríamos con la poco gentil conclusión de que ésta ha pagado ya con lujo de detalles el presunto obsequio.
Por compras superiores a 1.221.745 pesos podemos recibir, por ejemplo, un precioso juego de cuchillos, un colador plástico o una olla arrocera. Todo ello previa verificación de haber realizado los gastos de rigor.
De momento nos quedamos aquí a la espera de comentarios.
6. Millas
El negocio aeronáutico ha demostrado ser uno de los peores del mundo actual. Indefensas ante un escenario tan desesperanzador, las líneas aéreas han creado una suerte de estrategias para cautivar clientes.
Así las cosas, se supone que mediante un algoritmo desconocido se calcula el número de millas recorridas, y a partir de éste se van sumando.
Pero las cosas en la práctica distan de asemejarse a la teoría que se supone soportan.
Cuando algún viajero frecuente llega a acumular un número determinado de millas, náuticas o terrenales, se supone que se hace merecedor de viajes gratuitos.
Pero una vez éste intenta redimir las mencionadas millas debe acogerse a una cantidad de condiciones que al final hace impráctico el sistema, en tanto el cliente está obligado a respetar determinados límites en términos de vuelos y disponibilidades indisponibles que generan indisposición.
Hasta aquí llega el recuento. Se oyen comentarios, improperios y sugerencias.