Soy un mal discípulo de Arthur Schopenhauer. Suelo esperar lo peor y siempre quedo defraudado. Creo que si obedeciéramos a los consejos de los pesimistas el mundo se evitaría un cúmulo nada despreciable de desgracias.
Por ello suelo hartarme ante cualquier insinuación de autoayuda o de dinámicas motivacionales. Me escondo en la primera trinchera disponible cuando tratan de venderme audiolibros sobre superación o pruebas graticas de personalidad dianéticas y cienciológico. Esta es por lo tanto una sumatoria de sucesos futuros contrarios a mis deseos.
Las predicciones de Nostradamus fueron verdaderas por el simple hecho de haber sido planteadas de modo ambigüo. Eran aseveraciones del tipo "un día vendrá un rey cruel a la tierra y luego morirá", "habrá un gran terremoto que acabará con ciudades enteras", "un meteorito caerá en la tierra".
Como mi aspiración no es fungir de Michel de Notredame contemporáneo, y puesto que no estoy en el siglo XVI, ni soy del sur de Francia, sino que estoy en 2007 y soy de la meseta cundiboyacense me atreveré en lo subsiguiente a pronosticar cuáles son aquellas cosas imposibles que mi generación jamás verá en vida. ¡Qué triste! Quiera el destino que la historia futura me contradiga.
1. El metro
Es, por antonomasia, y a consecuencia de las mediocres administraciones y gobiernos de turno y de la pobreza endémica, el sueño frustrado de todo bogotano, a excepción, por supuesto de los propietarios de empresas de transporte masivo y de algunos inescrupulosos conductores de buses de transporte público.
Desde que tengo algo de memoria recuerdo oír a alcaldes, presidentes, concejales, senadores y parlamentarios de todas las especies hablando de la viabilidad de la construcción de un tren metropolitano en la ciudad.
Los sueños se desvanecen demasiado pronto como para ilusionarse.
La triste y eterna realidad es que Bogotá seguirá cargando a cuestas el desprestigio de ser una de las capitales más grandes del mundo sin este sistema de transportes.
2. La limpieza del Río Bogotá
Antes de ser un cúmulo de mercurio y afluentes contaminantes y tóxicos el Río Bogotá fue, como debió ser, uno de los más importantes recursos naturales ostentados por la ciudad.
Ahora, es una repugnante sentina cargada de sedimentos, deshechos orgánicos e inorgánicos, químicos mortíferos y pestilentes hedores.
Los peces y plantas se fueron. El color claro del agua limpia fue tinturado para siempre con los ignominiosos pigmentos del mal llamado desarrollo industrial.
Como somos una sociedad rendida ante los dictámenes de los poderosos difícil es ver el día en que este río vuelva a lucir la limpidez de otros días.
3. Un presidente de izquierda
Colombia parece ir en contravía de las ideas que, tras años de frustración, han terminado por imponerse en el resto de los países latinoamericanos. Inconcebible resulta que ahora, cuando la izquierda se impone como la más popular propuesta política en la región, sigamos obcecados por la insistencia en políticas represivas que se han mostrado ineficaces.
Pero sobre todo el permitir que un presidente opuesto a las lógicas de la política local sea premiado con un segundo periodo gubernamental.
4. El fin del conflicto
Es posible que a la vuelta de unos años desaparezcan los grupos armados al margen de la ley tal como hoy los conocemos. Es del todo probable que los nombres FARC y ELN sean para las venideras generaciones un recuerdo lejano, como hoy lo son para algunos el M-19 o las vendettas entre chuladitas, cachiporras y pájaros.
Lo que sí parece ser un hecho es que el conflicto armado en Colombia obedece a mecanismos superestructurales que sobrevivirán a cualquier afán reconciliatorio.
La guerra parece estar insertada en nuestras almas, más allá de procesos de paz, conciliaciones e indultos.
5. Una infraestructura decente para la divulgación y promoción del rock hecho en Colombia
Hablar de la historia del rock colombiano es hablar de un bien intangible, inaccesible, ilusorio.
Porque nuestras casas disqueras, nuestro talante, falto de memoria y de iniciativa, y nuestras estaciones de radio, sin capacidad de riesgo alguna han querido que ello sea así.
¿Quién responde hoy por los álbumes de Los Speakers, Banda Nueva, Génesis o Sociedad Anónima?
Da risa y lástima oír cómo muchos desinformados suelen referirse a Kraken, como una de las bandas de rock más antiguas en la historia del país.
Es frustrante el ver que la oferta de álbumes de rock’n’roll hechos en Colombia en las grandes tiendas de música se reduzca a tres o cuatro álbumes de Aterciopelados, Ekhymosis o Black Cat Bone, todas ellas bandas importantes, si bien no las únicas.
En vista que nadie parece estar interesado en cambiar la situación dudo que alguna vez lo anterior cambie.
6. Un servicio eficaz de trenes intermunicipales
En 1970 aún era posible que un padre de familia enviara a sus cuatro hijos, desde la Estación Central de la Sabana, a cuatro destinos distintos y opuestos del país por vía ferroviaria.
Se ha visto que uno de los elementos integradores para una nación son los trenes. No por nada los estados más poderosos del mundo suelen estar interconectados, no sólo en el contexto local sino en el internacional, por medio de trenes.
Con el paulatino deceso de los Ferrocarriles Nacionales, los trenes se han transformado en un atractivo turístico subutilizado, y la infraestructura de vías férreas en un recuerdo de tiempos mejores.
Aunque hay planes para un servicio de carga, la irregular geografía colombiana, la ausencia de voluntad política y la desidia de la que la infraestructura fue víctima desde hace años, parecen ser los mayores impedimentos para que los trenes vuelvan a surgir en Colombia.
7. Un concierto de los Rolling Stones, U2 o Paul McCartney
Con las notables excepciones de visitantes ilustres como Elton John, Guns’n’Roses, Alan Parsons o Roger Waters, los grandes conciertos de estrellas internacionales parecen ser un terreno vedado al pueblo colombiano.
Para que la llegada de estrellas de la talle de U2, Rolling Stones o Paul McCartney, tendría que haber un cúmulo de circunstancias difíciles de aflorar en el país.
La primera, que en el marco de una gira mundial, Latinoamérica estuviera entre los destinos escogidos, y que Colombia fuera favorecida por un guiño providencial de las superestrellas.
La segunda, que contrario a la costumbre de los empresarios, las tarifas cobradas por el espectáculo fueran idénticas a las de otros países, cosa que jamás sucede puesto que éstos suelen cobrar sumas mayores a causa del estigma de inseguridad y riesgo que rodea al país.
La tercera, que el expendio de boleterías mostrara unas ventas a la altura de las circunstancias, circunstancia improbable por obvias razones. Artistas como los citados cobrarían aforos considerables, que tal vez el grueso de la población colombiana no podría pagar.
8. El retorno de la Selección Colombia a un Campeonato Mundial de Fútbol.
Sí nuestros ancestros (entre 1962 y 1990) tuvieron que esperar un poco menos de 40 años para volver cumplir con el difícil compromiso de asistir al certamen balompédico de mayor relevancia en el orden universal, no veo porqué no haya serios indicios de que algo semejante ocurra de nuevo.
Tras un periodo de asistencias consecutivas (1990-1994-1998) ya se cuentan dos ediciones a las que no hemos sido invitados.
Lo anterior parece comprobar aquello que algunos dijeron, sin recibir demasiada receptividad, al hablar de aquellas selecciones de esos venturosos, aunque frustrantes años, cuando diagnosticaron que éstas habían sido el fruto de la suerte y de una generación espontánea.
Será cuestión de tiempo –mucho tiempo– ese esquivo retorno.
Le guardamos gratitud por lo que fue. Por darnos una Copa Libertadores de América y un torneo continental (este último contra rivales de poca monta).
Pero hace ya mucho tiempo que Maturana debió haber optado por un digno retiro, en lugar de estar paseándose ególatra y mediocre por cuanto club o selección cometen el error de contratarlo.
Y hablamos de error porque nadie como él para cobrar inmerecidas sumas de dinero a la salida de cada equipo. Nadie tan soberbio como para admitir un error.
Maturana seguirá así hasta que un día, aún siendo un decadente técnico de fútbol, le sorprenda la muerte.
9. La jubilación de Jota Mario Valencia, Hernán Peláez, Carlos Antonio Vélez, Juan Gossaín, Julio Sánchez y Darío Arizmendi
No es que ostentar una carrera extensa en los medios sea motivo de avergonzamiento.
No si Colombia fuera una plaza cómoda para jóvenes talentos procurando sobresalir.
Pero la perpetuación de figuras como las mencionadas en posiciones claves de nuestra radio implica impedir que tales plazas sean ocupadas por nuevas promesas.
Ya se han tornado molestas las diarias plegarias de “Julito no me cuelgue”. Las infaltables reprimendas de Vélez al ‘Bocha’ Jiménez. Las mofas incómodas y malintencionadas, así como la antipatía disfrazada de Jota Mario Valencia. La lambonería genuflexa de Arizmendi y la voz cancina de Gossaín serán tan eternas como la inequidad.
10. La estrella número 14 para Millonarios y la 8 para Santa Fe
Como si se hubiera cernido una maldición incurable sobre los más tradicionales oncenos bogotanos, parece que las esquivas estrellas 8 y 14 van alejándose más.
Bogotá le acompaña la deshonra de haber visto al Deportivo Cali, al América de Cali, al Club Atlético Junior, a Once Caldas, al Atlético Nacional, al Deportivo Independiente Medellín, y lo que es mucho peor al Tolima y al Pasto coronarse campeones del rentado nacional.
Lo cierto es que desde hace 20 años ningún equipo capitalino ha sido campeón y que a partir de los hechos difícil será, mientras estemos vivos, verlos en tal condición.
11. La integración entre los países latinoamericanos
Hablo de una paradoja que duele. Mientras que los estados europeos han alcanzado una integración antes impensable, a pesar de guerras y pugnas regionales, nosotros seguimos empeñados en un autismo patriótico sin sentido.
Alguien dijo que nuestro problema era la pobreza, y que unir diversas pobrezas en torno a una causa común era lo mismo que fracasar. Pero la única forma viable de sobreaguar en este mundo de dominaciones fundamentadas en el dinero es la conjugación de fuerzas. Tarde será cuando lo entendamos.
12. La verdadera historia del asesinato de Gaitán
Todavía, en establecimientos centrales como el Café Pasaje o el Café San Moritz podemos encontrarnos con mesas conformadas por ancianos octogenarios en donde se discuten las causas y autores intelectuales y materiales del magnicidio de Gaitán.
Si en 50 años este caso detectivesco sigue siendo imposible de resolver no hay indicio alguno que nos haga pensar en su resolución.
13. El subsidio de desempleo
Ser pobre, ser desempleado, ser cesante en Colombia son delitos aún peores que el homicidio, el abuso de menores y el estupro. Un pobre es un paria, un pobre no debe ni puede salir del país, un pobre no tiene acceso a líneas de crédito, un pobre debe morirse de hambre. Un pobre no tiene derecho alguno a dejar de serlo. En otras palabras, para la escala de valores del país de hoy, tal como está planteada, ser pobre equivale a ser delincuente.
Lejano, si no inasible está el día en que comprendamos que el desempleo es una imposición del sistema, no un error del desempleado, y que todos, de algún modo, somos culpables de que éste siga imperando.
14. El final de la burocracia
Somos adeptos, como pocos en el mundo, a la vida de escritorio. Pedimos sellos, firmas, manifiestos y documentos insulsos para dar aprobación a cualquier proyecto o iniciativa.
Los procesos son lentos, engorrosos, y aburren al más paciente entre los pacientes.
La antesala a cualquier procedimiento que parecería sencillo, la tendencia de los organismos de control e interventoría a entorpecer cualquier diligencia, por sencilla que esta parezca, son detalles con los que a diario nos confrontamos y nos seguiremos confrontando.
Las leyes antitrámites no han demostrado utilidad alguna y las cosas, al parecer, funcionarán así, por los siglos de los siglos.
15. La erradicación de los corruptos
Por más que se insista en afirmar lo contrario todo ser humano tiene un precio. La anterior verdad, inobjetable, se hace más que deplorable al comprobar que entre aquellos que acostumbran venderse con más facilidad y metódicamente están nuestros líderes, que son quienes tienen la obligación de ejercer una absoluta inamovilidad ante el menor de los atisbos de corruptela.
Colombia, ostentadora de marcas mundiales en lo referente al crimen, goza también de un merecido prestigio en lo que a corrupción se refiere. Lejano, muy lejano está el día en que se nos arrebate tal honor.
16. Una tercera fuerza política poderosa
Entre los legados de los que podemos hacer gala por cuenta del bipartidismo y de dinámicas de repartición del poder como el Frente Nacional está la ausencia de una tercera opción política.
Desde hace más de un siglo hemos sido gobernados por conservadores y liberales, y en todos estos años no ha habido una sola oportunidad en la que no sean éstos quienes detenten los beneficios presidenciales.
Cuando han aparecido algunos reductos de independencia (caso éste el del rojaspinillismo en 1970, neutralizado por unas fraudulentas elecciones, o el reciente del Polo Democrático, a su vez derrotado por la miopía democrática del pueblo colombiano) todos han sido silenciados mediante estrategias de escritorio o por medio del ejercicio de la violencia.
Hacen falta muchos decenios para que lo anterior sufra algún tipo de modificación.
17. Acceso general a la educación superior
Las universidades mismas son quienes han alentado al establishment para que sostenga esa discriminación para quienes no tengan en su haber un título profesional.
Cuestión de negocios o no, lo cierto es que hoy, más que nunca el mercado laboral se ha hecho más exigente en materia de profesionalismo.
Lo paradójico del asunto radica en que las políticas de Estado para mejorar y democratizar el acceso a la educación superior se han mostrado insuficientes.
No obstante, se sigue viendo con desprecio a quienes, no por su voluntad ni por una opción de vida, no tienen consigo un diploma de universidad. Ahora, con el advenimiento de posgrados y especializaciones a raudales, las historia de exclusión parece no terminar.
18. La abolición de las corridas de toros
Tíldeseme o no de ignorante, creo que hay pocas infamias peores que las corridas de toros, una de aquellas bárbaras herencias in-culturales de la madre patria.
Lo anterior puede comprobarse con facilidad al ver cómo al menor intento de cornada por parte de la indefensa víctima, todos llevan sus manos a la cabeza en tono de angustia, pues es el toro quien debe morir y no su verdugo.
Que el ganado bovino fue criado para tales fines; que de no ser por las corridas tales razas no existirían; que esta es una de las mayores exhibiciones de elegancia y valentía accesibles al público en general; todo ello no son más que pretextos al lado de una infamia indiscutible.
Por desgracia, y como suele ocurrir con cada uno de estos males eternos, la ‘fiesta brava’ tiene el respaldo de las élites nacionales con José Gabriel, Ortiz el Presidente de la República, y el no obstante genial Antonio Caballero a la cabeza.
19. El Campeonato Mundial de Fútbol en Colombia
Alguna disfunción mental debe afligir a los que desde la esfera oficial defienden la posibilidad de realizar una Copa Mundo en el país. Después de haber hecho semejante ridículo tras la adjudicación de la sede del certamen en el país para su edición 1986, con Belisario Betancur como regente, mal de la mente han de estar quienes creen que la FIFA ha olvidado ese indecoroso detalle.
Esto, sumado a otros factores de preponderancia como la inexistente infraestructura como para soportar un evento de tales dimensiones, la ausencia de estadios en condiciones para ello, la reputación de país violento y la carencia absoluta de un sistema integrado de transportes capaz de atender a tamaña muchedumbre, hacen del Mundial de Fútbol una hecho quimérico y más que imposible.
20. Una disminución sustancial de la pobreza
Hay una cadena de hechos circulares que la imposibilitan. Si hay pobreza difícil será que haya una adecuada educación, y peor aún, una adecuada alimentación. Si no hay adecuada alimentación ni educación no hay bienestar, y no hay empleo. Si no hay bienestar y no hay empleo, hay pobreza.
Nuestros gobernantes tienen mucho más interés en defender las exorbitantes fortunas en manos de las clases altas, que a diario se van incrementando de forma descomunal e indetenible.
21. Miss Universo
Todavía somos muy ingenuos. Y nos imaginamos que el reinado mundial de la belleza es un evento de primer nivel y de relevancia en el ámbito universal. Algunos incluso han llegado a asegurar que Colombia no ha vuelto a alzarse con la corona debido a oscuros planes y boicots perpetrados por las manos del Presidente de Estados Unidos.
¡Cómo si el pelafustán de Bush no tuviera formas más estúpidas de perder su tiempo!
El querer hacer de Colombia la sede de Miss Universo es sólo un poco menos improbable que el tratar de convertirla en el epicentro de un Campeonato Mundial de Fútbol. ¿A qué extranjero sensato se le ocurriría invitar a los jurados a un país en donde por unos pocos dólares y unas cámaras se asesina a una familia de italianos?
22. Un tercer periódico de circulación diaria nacional
Suena ridículo. Pero es inconcebible que un país con más de 40 millones de habitantes no sea lo suficientemente grande como para garantizar la existencia de dos periódicos distintos a El Tiempo o El Espacio.
El haber convertido a El Espectador en un diario de circulación semanal es una prueba de la sintomatología patológica y tercermundista que aflige a nuestros medios.
Pese a las iniciativas que cada día van apareciendo, resulta poco posible que un tercer periódico alcance a convertirse en un serio competidor para sus poderosos rivales.
23. La reedición de los clásicos del rock colombiano
Con las notables excepciones de un compilado del Grupo Génesis de Colombia, otro de Los Flippers y uno más de Los Yetis, no hay en el mercado discográfico acceso alguno a los trabajos de los verdaderos pioneros del rock en Colombia.
El representante promedio de la comunidad musical en el país ignora por completo la existencia de Los Speakers, de Los Ampex o de Time Machine.
Puesto que las disqueras, emisoras de radio y demás medios responsables no están interesadas en cambiar esta circunstancia está claro que la piratería será de momento la única solución viable para este vacío cultural e histórico.
24. El final de los delitos típicamente colombianos
Nuestro ingenio ha alcanzado niveles insospechados. En particular dentro del gremio delincuencial. La creatividad es desbordante, lo que se puede probar con facilidad al ver la inventiva gama de epítetos creados para aludir a las distintas formas de delito.
Paseo millonario, carros bomba, collares bomba, bicicletas bomba, pescas milagrosas… todas ellas juntas conforman un inagotable crisol de imaginación sin par.
Sería un acto de irrespeto y herejía el pensar que algún día estas cualidades, insertadas en nuestros genes nos abandonen.
25. La desmitificación de Juanes y Shakira
Demasiado reduccionista es el evaluar las repercusiones sociales y culturales de un artista a partir de sus ventas. Las cifras son algo que no puede desconocerse, pero no se constituyen en el rasero infalible a la hora de examinar la música como el fenómeno que es.
Por desgracia, de un tiempo a la fecha, nos encontramos con que Juanes Teban Aristizábal y Shakira Mebarak Ripoll son los emblemas indiscutibles de nuestra música.
Como si años atrás no hubiese habido músicos dignos de ser considerados por la historia. Como si el éxito de estas dos luminarias fuera prueba indefectible de su trascendencia.
Como la tendencia suele ser la de desmejorar, dudo que esto sea diferente a la vuelta de unos años o centurias.
26. El diseño y producción de un automóvil hecho en Colombia. La fabricación de un vino nacional tipo exportación.
Durante mucho tiempo se publicitó al Renault como "el carro colombiano". Desde mi pueril ingenuidad de cinco años de edad supuse que Francia y Colombia se habían unido en mancomunada alianza estratégica para producir un automóvil. La verdad del asunto es que se montó en Colombia una ensambladora filial a la fábrica gálica de autos.
Pero pensar en que algún día nuestro país esté en capacidad de diseñar y producir un vehículo automotriz es un hecho tan distante como lo fue en aquellos lejanos 80, cuando el mercado era dominado por ‘amigos fieles’.
Lo más cercano a un vino de calidad hecho en Colombia es la variedad Isabela, producida por Casa Grajales.
Los suelos colombianos no son óptimos para el cultivo de uvas, y por ende la producción vinícola no goza de una calidad competitiva.
Nos esperarán por tanto muchos siglos de moscatos passitos, cariñosos, sensaciones y niquelados.
27. Una entidad estatal eficaz
El Estado colombiano ha demostrado con los años ser el peor administrador de cuantos pueden existir en el mundo. Con el anterior postulado no pretendo abogar a favor de la privatización, frívola, desalmada y facilista.
Sin embargo la burocracia, la tramitomanía, un buen número de empleados del sector público y la ineficacia han hecho de éste uno de los grandes paquidermos del país.
Como los burócratas nacen, crecen y se reproducen como curíes sólo parece esperarnos un porvenir idéntico o peor que el actual.
28. La prohibición absoluta de demolición de bienes con valor histórico
La Bogotá de hace 100 años, la de hace 50 y la de hace 25, tienen pocas cosas en común, aparte del nombre que, inclusive, también ha sido cambiado.
Este desarraigo tiene su origen en un sinfin de causas, entre las que se cuenta el constante reciclaje de calles, monumentos, casas de vivienda y edificios.
Es un acto de irresponsabilidad ciudadana, muchas veces alentado por las correspondientes curadurías urbanas, entes a cargo de la preservación de un patrimonio arquitectónico consistente, el que edificaciones de considerable valor arquitectónico sean demolidas a diario.
Bajo criterios que nunca entenderemos, y que parecen obedecer al capricho y necesidad de ciertos depredadores modernos encarnados en los constructores, con el pretexto de "darle a la gente en dónde vivir", la ciudad seguirá creciendo una y otra vez desde las ruinas de lo que un día fue.
29. La supresión de innumerables visas para viajar a otros países
Al terminar los 80 se optó por cambiar el usual color verde exhibido por las cubiertas de los pasaportes colombianos. Se suponía que tal modificación haría que el tratamiento por parte de los oficiales de inmigración hacia nosotros mejoraría un tanto.
Pero la verdad, cruel verdad, es que en años recientes, en lugar de irnos ganando un lugar honroso como un país despojado de los cargos que durante años se le han imputado, vamos haciéndonos cada vez menos gratos en aeropuertos y consulados.
Ahora resulta que hasta aquellos vecinos a los que algún día vimos como inferiores comienzan a exigir visados de turismo a todo colombiano que por distintas razones tenga en mente ir a sus países.
Ecuador, Panamá, la Comunidad Económica Europea. Todos ellos van cerrándonos las puertas de sus terminales aéreas y sus carreteras fronterizas.
Recuerdo alguna vez el acto más indigno protagonizado por colombiano alguno cuando Álvaro Mutis firmó una carta en la que hacía pública su decisión de no volver a España hasta que estas medidas fueran abolidas. Fue cosa de meses para que, al haber sido invitado para recibir el Premio Cervantes, abjuró de su credo de papel.
Y así seguimos…
30. La creación de un ambiente adecuado de entrenamiento y desarrollo para nuestros deportistas
Coldeportes, el Comité Olímpico y los demás estamentos con la misión de fortalecer y alentar la práctica del deporte en el ámbito profesional parecen haberse equivocado muchas veces.
Siempre ha estado claro que en lo que a competencias deportivas se refiere el asunto siempre estará liderado por Argentina, Brasil, Cuba y México.
Pero qué bueno sería que alguna vez los triunfos colombianos en tales certámenes no fueran producto de talentos aislados o de golpes ¡fuertes golpes! de suerte sino de una preparación y una profesionalización real del oficio.
Qué bueno sería… pero no será así.
31. La desaparición del reggaetón
Contra todos los pronósticos, y lo que es peor –en detrimento del buen gusto– el reggaetón parece haber llegado para quedarse.
Ya son al menos tres años de insoportables gemidos, de impúdicos contoneos. De líricas que impunes atropellan el castellano de la más alevosa forma.
Pero la persistencia es algo que no puede obviarse. Y a pesar de nuestro pesar y de las críticas fundadas, el reggaetón no demuestra intención alguna de irse. Es una desgracia.
32. La no intromisión del clero en asuntos puramente seculares
No todos los colombianos son católicos. De seguro la mayoría sí. Pero si a lo dictaminado en la Constitución vamos el hecho es que la libertad de cultos fue consagrada por la carta magna que hoy nos rige.
La incidencia del catolicismo sigue haciéndose sentir, de forma, a veces impertinente.
Difícil será que el país y la Iglesia entiendan que muchos asuntos de Estado no son de competencia alguna por parte de jurisdicción religiosa alguna.
33. El retorno de radioestaciones independientes
Bienintencionadas fueron las promesas de Fernando Pava Camelo en la última emisión de su Super Estación 88.9. Dijo entonces el patriarca de la radio joven en Bogotá que tarde o temprano los micrófonos de la emisora volverían a prenderse.
De noble cuño fueron, a su vez, las declaraciones de Álvaro Castaño Castillo al decir que con la salida de la HJCK del dial se ganaba un espacio en la red, y que con ello la audiencia crecería.
Para ser francos difícil es que ambas radioestaciones vuelvan alguna vez a hacer presencia en el FM de nuestros radios. ¿Será tan fácil como pedir de vuelta las frecuencias a RCN o Caracol? ¿Qué tipo de descomunal contraoferta habrán de recibir los propietarios ante tal eventualidad?
34. Una política de seguridad eficaz. La justicia en todas sus manifestaciones.
Estado de sitio, conmociones internas, estatutos de seguridad, seguridad democrática han demostrado ser medidas si eficacia alguna para combatir los serios problemas de orden público que sobrecogen al país.
Ni el diálogo, ni la represión irracional, ni las políticas conciliadoras, ni las guerreristas han servido de alivio a las aflicciones padecidas por el pueblo colombiano.
Si no lo han sido en el pasado siglo… ¿por qué habrán de serlo en este?
Dicen los sabios que la justicia, en el sentido completo del término, sólo es posible en la teoría. Porque de entrada llegamos en condiciones desiguales.
Lo anterior no justifica los vastos y aberrantes grados de inequidad alcanzados por Colombia. La riqueza está distribuida en forma asimétrica.
Colombia está repartida entre pocos, como si se tratara de un caprichoso feudo, de una jurisdicción reservada por aquellos que tienen la fortuna determinista de nacer o de hacerse –usualmente desconociendo la ley– ricos.
El modelo sigue creciendo. La clase media desaparece y en el colador se quedan quienes no se acomoden a este orden nacional de libertad y orden… sin libertad y en desorden.
35. La desaparición de empresas con esquemas piramidales
Son muchos los adeptos al predicamento Amway, Lifespring o Nature Sunshine Products. Aseguran haberse hecho ricos, gozar de una solvencia absoluta de horarios y tiempos, y haber podido renunciar a su empleo de siempre para dedicarse por completo a este tipo de ventas, que más se asemejan a una especie de sectas comerciales.
Si alguno de nosotros ha tenido el infortunio de ser amigo de alguno de los feligreses de estas denominaciones religiosas-comerciales indefinibles, de seguro se ha visto bombardeado por sus ofertas y su perorata de mercachifles adoctrinados.
La raza de creyentes va en ascenso y hay poco qué hacer para detenerlos. Después de todo no hacen daño, sólo aburren.
36. Las mediocres novelas tipo Telemundo. El final de Padres e hijos.
Si hay un terreno en el que la globalización se haya hecho sentir con toda su devastadora fuerza es en el de la televisión hecha en el país.
De ser reconocidos por producciones de corte costumbrista, enigmático y mágico-realista como San Tropel, Los Cuervos o Caballo Viejo, ahora nos hemos hecho famosos por esperpentos de mediocridad como Pasión de Gavilanes o El Zorro.
El derroche de mala calidad es evidente, como evidente es que las alianzas entre productoras mexico-chicanas y colombiches son un matrimonio por conveniencia, que para nuestra tristeza no podrá ser separado por ningún hombre.
Comencé a ver Padres e Hijos, según recuerdo, en 1992, cuando cursaba grado décimo por segunda vez en el Gimnasio los Robles. En ese entonces la familia nuclear de los Franco estaba compuesta por padre, madre y tres hijos.
Daniela era una escuálida jovenzuela de unos 11 años. Hoy es una robusta mozuela con hijos a cuestas.
Hoy la genealogía de la familia Franco ha crecido a tal grado que es imposible comprender quién es quién en la afamada serie, dirigida durante la mayor parte de su historia por Roberto Reyes.
Son padres, hijos, nietos, y pronto serán bisnietos.
Padres e hijos es la llamada a superar los récords impuestos en su momento por Yo y tú o Dejémonos de vainas, y se sentirá su influencia por décadas.
37. La desaparición de los comentarios y preguntas idiotas formuladas por algunos periodistas. La ausencia de pugnas regionales.
¿Le gusta Colombia?
¿Cómo le han parecido las colombianas?
¿Ya probó el sancocho?
Son interrogantes tan ridículos como eternos. ¿Creen ustedes que algún día desaparecerán? Yo no.
El recalcitrante regionalismo de algunos, la miope óptica con la que nos vemos al espejo como país, el excesivo desprecio hacia Bogotá y lo bogotano, son parte de la dura cotidianidad que implica el ser colombianos.
Que Medellín es mejor que Bogotá.
Que los paisas son unos montañeros.
Que los costeños son corronchos.
Que los pastusos son brutos.
Que los bogotanos son fantoches.
Que los santandereanos son belicosos.
Ese ethos estereotipado sigue repitiéndose y siendo traspasado de generación a generación, sin que a alguien se le ocurra dar por terminado el destructivo juego.
38. La rehabilitación de Pambelé
Hay pocas cosas más tristes que condenar a un hombre a seguir repitiendo su historia en forma permanente. A arrebatarle la posibilidad de enrumbar su futuro hacia un mejor camino. Pero los hechos son contundentes al hablar de Pambelé.
Sin querer despojarle del reconocimiento del que es merecedor por su condición no expropiable de héroe local, ya son muchas las abochornantes escenas de las que el talentoso boxeador ha sido protagonista. Reconozcamos antes de proseguir que sólo un hombre como él pudo ser capaz de llevar la luz eléctrica a su marginada provincia natal.
Lo molesto del asunto es que, así como sus legendarias gestas vivirán por siempre, sus numerosos errores dan la impresión de querer seguir ahí, junto a él, hasta el día de su muerte.
39. Los comentarios retrógradas y recalcitrantes de Enrique Gómez Hurtado. La renuncia de Horacio Serpa a sus aspiraciones presidenciales
Respecto al particular debo echar mano de la genética para explicar las circunstancias que le rodean.
Dicen los eminentes estudiosos que ciertas características genotípicas son caprichosas y que suelen saltarse una generación.
No hay duda de que sus parientes en primer grado de consanguinidad Laureano Gómez y Álvaro Gómez Hurtado son algunas de las mentes más brillantes, si bien retardatarias en Colombia.
Pero cada vez que Enrique abre sus fauces musitando cualquier sílaba lo hace para decir tonterías y despropósitos.
Como no conozco el primer caso de inteligencias descubiertas a edades seniles o tardías creo que la tendencia seguirá encaminada en el mismo sentido.
No vamos a discutir las virtudes o defectos de Horacio Serpa en sus quehaceres políticos. Tampoco vamos a culparlo del triste tercer lugar que ocupó en los comicios pasados. Después de todo el liberalismo lo eligió como candidato único.
Es irónico. Hace años oí a Serpa mofándose de Álvaro Gómez al apodarlo "candidato vitalicio".
El caso es que la persistencia –que también podría entenderse como terquedad– no siempre sale victoriosa. Y Serpa ha demostrado ser un hombre persistente.
40. Un largometraje colombiano galardonado como mejor película extranjera en los Óscares. Que el patinaje sea un deporte olímpico.
Creemos haber alcanzado la divinidad por la nominación de Catalina Sandino a mejor actriz. Pero de ahí a obtener un Óscar como mejor película.
Siempre sonamos entre los prenominados a la estatuilla, pero a la hora de definiciones ni siquiera aparecemos en la lista de posibles candidatos.
Es el destino el que parece ensañarse contra nuestra cinematografía. Y contra el destino hay poco qué hacer.
El que Colombia sea una potencia del patinaje es de entrada y por nuestra deficiente suerte, una garantía de que este no será una disciplina olímpica.
Ahora bien, de seguro, en el remoto caso de que llegase a serlo, lo más probable –dada esa maldición deportiva volcada sobre nuestras cabezas–, es que Colombia perdería, por algún hechizo macabro la buena calidad que hasta el momento ha exhibido en las pistas.