El siguiente es un homenaje, desde las más hondas fibras de mi indignada alma mortal, a quienes ejercen el no enajenable derecho de aborrecer al Mac.
Desconozco si es un asunto de ‘usabilidad’, ergonomía, funcionalidad, o de cualquiera de esos neologismos utilizados como muletillas constantes en el mundo computacional. Advierto, de entrada, que hablo con la seguridad que brinda la ignorancia, aunque entiendo que ello no me absuelve de justas condenas.
Pero desde mi punto de vista el único hecho comprobable en el eterno fuego cruzado entre sistemas operativos es que la comunidad entera de usuarios de Mac suele autoafirmarse como un club de restringido acceso, con un sinnúmero de condiciones y lenguajes codificados que las mismísimas logias masónicas envidiarían.
Podrían ser muchos los diseñadores, arquitectos, editores de video y músicos –entre otros– dispuestos a someterme a la horca por las herejías que a continuación profesaré en contra de su más preciado amigo. Pero seamos honestos…
¡En cuántas oportunidades diferentes no hemos sido –quienes nos mantenemos en nuestra humilde posición de devotos al PC–, discriminados, desvirtuados y ofendidos hasta el tuétano por no ser los orgullosos poseedores de un iBook G4!
Denuestos y abominaciones esputados por lenguas de fuego nos sobrevienen al menor asomo de algún problema con la tecnología opositora.
Cada vez que pueden, nuestros gratuitos consejeros de turno repiten las jaculatorias de todos los días:
"Si tuvieras un Mac nunca se te bloquearía".
"Yo desde que tengo mi Mac no sufro problemas de virus".
"Para lo que tú lo necesitas es mil veces mejor un Mac".
"Eso es lo que te sucede por no tener un Mac".
Todas esas odiosas máximas vitales remedan los rezos de una legión de adoctrinados creyéndose inMACulados.
El prefijo Mac, en su más pura esencia nos evoca sonoridades siniestras: MacCarthismo, Maquiavelismo, MacDonalds… Todas ellas dominadas por el sino de la rendición y la manipulación a partir de lo que se supone es un poder indiscutible.
Dicho tono guarda estrecha similitud con las prédicas diarias salidas de perniciosas sectas religiosas, comerciales o políticas. Invita a la exclusión. Anula la autonomía. Los miembros de este terco getto se sienten detentadores de un conocimiento y unos privilegios imposibles de igualar.
Siguen obsesos y orgullosos por la calidad de su "Maq-Ina", como si ésta les diera boleto directo de entrada a un saber superior.
Y el Mac sigue como siempre fue…
Imposible de personalizar; carente de clic derecho; despojado en su totalidad de letras "ñ" (ignorando con esta odiosa actitud uno de los más sonoros fonemas del castellano); complicado hasta el enfermizo aturdimiento con sus interminables códigos imposibles de memorizar de "Manzanita+q", "Manzanita+t", "Alt+nn" y de otros aún más ininteligibles.
¿Hacen falta otras razones para aborrecerlo?
Pues bien…
El Mac hace dispendioso el saber a dónde van los archivos guardados y porqué.
Al ingresar a un cuarto de chat tipo Messenger el chat no permite recepción ni transmisión de videos ni de conversaciones de voz.
Las versiones de juegos de video para Mac (y dejo constancia de mi poca inclinación a los mismos) son rudimentarias e incomparables con las del supuesto Caín computacional
Muchos motores de búsqueda universales aún presentan conflictos con el ambiente Mac. Yahoo es uno de ellos.
Las esquinas sensibles, típicas del escritorio de Mac, hacen que con detestable frecuencia se desplieguen ventanas no deseadas e imposibles de ocultar.
Los costos son comparativamente excesivos.
La tecnología PC es mucho más abierta y maleable que la estructura rígida del Mac.
Muchos modelos convencionales de ordenadores portátiles Mac, tal como se venden en la actualidad, no disponen de una conexión de micrófono, lo que dificulta hacer grabaciones por línea o por micrófono con un mínimo de calidad.
Pero sobre todo, y más fulminante aún…
Siempre resultará más fácil la consecución de un software idóneo, o de un personal calificado para la eventual reparación o ajustes que un PC requiera.
Acaba aquí la corta historia de un hombre afligido por las lógicas de dominación de un imperio laberíntico: el Imperio Mac.
A continuación el capítulo de insultos…