Los avisos clasificados son el inventario de aquellas cosas a las que deseamos con vehemencia, o de aquellas de las que queremos o necesitamos deshacernos con prontitud.
Es el oráculo a donde confluyen los desempleados en busca de algún alivio para sus años de desocupación y miseria.
Es el tablero público al que acuden prestos quienes desean adquirir, permutar, ceder o vender su vehículo automotriz de tercera mano, su casa amenazando ruina o su tienda ya sin clientes. Es allí donde las pasiones humanas se adivinan entrelíneas.
Dado que me encuentro en la onerosa, estéril y poco satisfactoria labor de buscar un departamento para rentar, he reestablecido contacto con esas ásperas páginas de periódico, que al ser tocadas por mi piel la van manchando con su tinta mentirosa.
Ello me ha permitido ponerme al tanto de las distintas ambiciones, ruegos y lamentos de quienes comparten conmigo el siempre angustioso hecho de vivir en Bogotá.
Por ello haré mención de algunos avisos llamativos que en mis expediciones por las secciones finales del más leído diario del país he ido encontrando.
Los que buscan empleo…
Conductores, enfermeras, taxistas, pero sobre todo pasteleros y pizzeros prácticos. Me genera cierto interés el particular uso que los mencionados avisos dan a la palabra ‘práctico’, tal vez como un sinónimo abreviado y un tanto confuso de experiencia.
Pero, dentro de dicha sección, quizá el aviso que en mayor grado consiguió cautivar mi curiosidad fue el de una agencia de detectives, cuya principal virtud consistía en comprobar “la infidelidad” y en llevar a cabo eficaces búsquedas “de individuos y automotores”, además de otras indagaciones varias.
Me dolió imaginarme a mí mismo en la triste y postrada situación de estar relatando a un investigador privado las sospechas acerca de determinada traición conyugal o novieril, y en la gran cantidad de mofas que pagadas por nuestra indignidad van llenando los días de quienes se dedican a develar tan desalentadores misterios.
Había además un par de ofertas de “Silenciosas grabadoras telefónicas” para registrar “secretamente toda conversación”. Sigo creyendo que a veces es mejor desconocer aquellas verdades que duelen. Pero, como es obvio, todos no piensan de manera similar.
Noté además que hay determinadas profesiones según el género. Nunca se pregunta por una mujer tornera, como tampoco se habla de un hombre recepcionista. Nunca se pregunta por un digitador, como tampoco por una mensajera.
Ahora bien, entre los muchos oficios no formales me encontré con un aviso cuyas palabras citadas de literal y textual forma son:
“Empleado todero, hombre de 20 a 40 años, estudios básicos, conocimientos electricidad, plomería, certificados”.
Me queda el consuelo de saber que aún a los 40 hay cosas útiles que hacer por el mercado laboral.
Algunos engaños…
“Americanos buscan damas para matrimonio”.
“Busco caballero de 48 a 60 años para relación seria”.
No hay que llevar la imaginación demasiado lejos para descifrar de qué hablan quienes buscan:
“Meseras. Señoritas alto perfil, porte, presencia física, exclusivo, reservado club privado, asignación económica de alto rango, tranquilidad, seguridad, privacidad”.
¿Y qué decir de…?
“Digitadoras mayores de 18 años para videochat. Ambiente de trabajo agradable”.
O…
“Digitadoras mayores de edad, extrovertidas, trabajar videochat, múltiples páginas. Altos ingresos. Opción para trabajar desde casa, contratación inmediata. No se requiere experiencia”.
Mal pienso cuando leo:
“Modelos, acompañantes. Señoritas, diurno”.
Las ofertas de aprendizaje se encuentran dentro del género de lo cómico. En una de ellas hablaban, por ejemplo de un curso para elaborar “cócteles eróticos”.  ¿Qué demonios es un cóctel erótico? ¿Aquel que contiene camarones, acaso?
Compro y vendo
Llamaron mi atención en semejante forma los avisos en donde se ofrecía comprar vehículos deteriorados, abandonados, o deudores morosos e insalvables de impuestos.
También lo hicieron los muchos que hay de agiotistas de profesión, en donde se ofrecen préstamos al 1.7%, con montos oscilantes entre uno y 200 millones de pesos oro.
Triste el destino de músicos vendiendo sus guitarras, de pintores feriando sus pinceles, de modistas entregando sus máquinas.
Las salvavidas…
Muchas son las firmas salvavidas, aunque deshonestas en donde se ofrecen “certificaciones laborales comprobables, balances, referencias y fiadores”.
Uno de ellos decía…
“Solución inmediata a sus problemas. Para todo contrato y/o negocios, originales, verificables, responsables, estrato seis, propiedades solo norte Bogotá, referencias escritas, tarjetas de crédito”… y demás.
Hay para todos los gustos, a la medida de los más ansiados y esquivos requerimientos del sufrido proletariado bogotano.
De amores desesperados…
Existe un espacio reservado para el amor, la superchería y las frustraciones en las finales páginas de los clasificados. Y esta fue la que en mayor grado consiguió conmover mi ventrículo izquierdo.
Algunos avisos hablan de clubes de solteros, otros de extranjeros deseando establecer nexos amistosos y maritales con nativas colombianas, en tierras norteamericanas, por supuesto.
Otros prometen de mejorar la “longitud” y el “diámetro”, aunque no eran nada explicitas con respecto a qué longitud o qué diámetro estaban en capacidad de incrementar.
Otros más muestran hasta qué grado de vulnerabilidad puede llevarnos un delirio amoroso o la sensación de haber sido traicionados.
“Regresamos ya a al ser amado ligándolo y doblegándolo de por vida”
“Atraemos de los cuernos y los cachos al altar, dominando su ser querido. Rogará, suplicará, pedirá perdón de por vida. No más celos ni venganzas. Compruébalo con tu llamada”.
“Dios y rey de corazones. Regreso a su ser amado en 12 minutos. Compruébelo”
“Ligo, domino a su ser amado, alejo infidelidad”.
“A controlar al ser amado ligándolo a través de latigazos espirituales”.
“Hoy mismo regreso, ligo, desligo a su ser amado no importa la distancia doblegándolo de por vida, problemas de amores difíciles, enfermedades desconocidas, gane chance, lotería. Todas las magias sin causar daño”.
En cuanto a lo anterior acoto una observación obvia: ¿Por qué quienes ofertan tales bienestares no utilizan sus técnicas para ganar el chance en ellos mismos?
“Profesionales en reconciliación. Te traicionaron, te quieres desquitar, ya regreso al ser amado, dominado, manipulado, a tu voluntad, te rogará hoy mismo”.
“¡Destrozados! Afirmo, regreso, ligo, arrodillo a ser amado en 38 minuto”.
Confieso que me sentí por instantes tentado a establecer comunicación con esta suerte de hechiceros urbanos para traer de vuelta a quien sé que no retornará, doblegado, genuflexo, humillado.
Pero luego, no por mi falta de fe, que ha ido creciendo en proporción directa a mi desesperación, sino porque tengo algo de temor a las supersticiones, y porque me parecería muy triste tener que acudir a tan poco ortodoxos medios para reconquistar lo irreconquistable, opté por no llamar.
Epitafio…
Al final. Como epitafio a lo anterior aparecían las oraciones milagrosas agradeciendo por favores recibidos, así como noticias acerca del reciente fallecimiento de un empleado cualquiera, invitando a sus presuntos herederos a reclamar sus derechos pecuniarios.
Son las palabras clasificadas. Sueños. Frustraciones. Ambiciones. Desesperación. Todos ellos hechos tinta y papel. Son los avisos clasificados.