Cuestionable lema el de la nueva publicidad de Pielroja.
Aunque soy franco opositor del tabaquismo y del consumo de cigarrillo en todas sus presentaciones, manifestaciones y variables, injusto sería el no reconocer la relevancia iconográfica de una ilustración como aquella que identifica a los Cigarrillos Pielroja, más allá de lo tóxica que pueda resultar la inhalación del tradicional y cancerígeno producto.
Fue éste el fruto de una convocatoria, llevada a cabo en 1924, con el propósito de escoger el mejor entre muchos posibles diseños que engalanarían al coloquialmente denominado ‘peche’.
Hubo dos propuestas ganadoras: una del artista Miguel Ángel Del Río, y la otra del padre de la caricatura moderna en el país –el gran maestro Ricardo Rendón–. Ambas fueron utilizadas en un par de cajetillasdistintas. Los dibujos, como lógico resultaba suponerlo, recreaban a un indio de la ya conocida tribu. El de Rendón ostentaba 12 plumas en su cabeza.
Tan censurable como la venta y producción de cigarros puede quizá ser el hecho de haber escogido a un estandarte tan ajeno a la nacionalidad colombiana como lo era un aborigen norteamericano, en lugar de haber expuesto, tal vez, a algún símbolo algo menos distante, el cacique Calarcá, por ejemplo.
Rendón, como suele ocurrir con aquellos dueños de excepcionales genios, murió en forma prematura por su propia voluntad.
Se despojó de la vida en uno de los lavabos de la cafetería La Gran Vía. Había tomado una cerveza y, tras escribir la lúgubre sentencia de despedida: “suplico que no me lleven a casa”, descargó sobre sí un disparo.
Con él se fue quien sería pionero del género en Colombia, además de uno de los más célebres ilustradores de El Tiempo y El Espectador. Con él se fue un antioqueño capaz de amar tanto a su adoptiva ciudad, que llego hasta el extremo de rechazar una atractiva oferta de trabajo en el New York Times, por su temor a irse de Bogotá. Era 1931.
En 1950, José Posada, director del departamento publicitario de la tabacalera, fue encargado de unificar la presentación de ambas cajetillas. La solución fue democrática: conservó la ilustración de Rendón, despojándola de una pluma, pero a la vez utilizó la tipografía de Del Río; de este último también escogió el color blanco de fondo.
La anterior lección de historia del diseño gráfico en Colombia, que mucho tiene de anecdótico aunque poco de útil, tiene como fin, en primer término, resaltar la respetuosa, elegante e inteligente forma como Pielroja ha respetado su tradicional aspecto, remozándolo con una espléndida campaña y un diseño sobrio, en el marco de la nueva presentación de sus cigarrillos con filtro.
Pero a su vez lleva como propósito el enviar las luces sobre el nada afortunado slogan empleado: ‘de tierra nuestra’.
Me lo pregunto porque ignoro qué de nuestro puede tener un cigarrillo que desde 2005 es producido por la tabacalera extranjera Philip Morris, y sobre todo porque el nombre de la marca es Cigarrillos Pielroja, y no ‘Cigarrillos Quimbaya’ o ‘Cigarrillos Zinú’ o ‘Cigarrillos Pijao’.
Ricardo Mendoza, responsable de la mencionada campaña, en cabeza de Leo Burnett, afirmó alguna vez que el fundamento de la iniciativa era el “rescatar el hecho de que todos somos un poco indios. Por eso el nuevo slogan, ‘de tierra nuestra’ rescata eso, lo nuestro, lo que somos”. La justificación es débil. Por lo tanto me sigue pareciendo un despropósito.