Esta es la segunda y espero no última compilación de aquellos prodigios de sabiduría oral y escrita que nos hacen colombianos.
Para entrar de plano en el terreno cliché, comenzaré diciendo que la respuesta entusiasta y contundente a la convocatoria del texto anterior –en particular con los muchos y muy oportunos aportes de Hax y Ozcurum, que por supuesto han sido incluidos aquí– es una prueba irrecusable de que ‘unidos todo lo podemos’.
Por su parte, el comentario un tanto abrasivo de nuestro contertulio Cforeroo, quien dice haber visto antes estas mismas consignas en una de aquellas impertinentes, molestas e invasivas cadenas de correo con pésimos chistes, no es nada diferente a una comprobación más de otra de esas máximas criollas, tan oportunas, que en la primera entrega se nos escaparon: “Todo lo del pobre es robado”. Se merece todo mi respeto, sin embargo.
Así las cosas, vamos para la segunda tanda de este Colombian Top 40.
21. Tranquil(o)a, que yo le respondo
Es la campeona entre quienes desean huir impunes de un accidente de tránsito o anticoncepción fallida, sin tener que acudir a instancias oficiales como estrados o intervenciones por parte de la fuerza pública.
“¿Pa’ qué nos vamos a enredar la vida con croquis y citaciones y cosas? Mejor venga, le doy mi teléfono, que yo conozco un taller bueno en donde me hacen las cosas bien y baratas. Llámeme esta tarde. Tranquilo que yo le respondo”.
También es común su uso en escenarios en los que se comunican paternidades solteras indeseadas por venir. “No se preocupe, mami, que yo no la voy a dejar engrampada. Déjeme voy a solucionar un asunto a los Llanos y cuando vuelva hablamos con sus papás y nos vamos a vivir juntos. ¡Tranquila, que yo le respondo! No se preocupe por médicos, ni por pañales, ni por nada!”.
22. Pa’ lante es pa’ allá
De una incomparable trayectoria ascendente, “Pa’lante es pa’ allá” denota un nivel de babosada equiparable con pocas.
Es la piedra angular del progreso mal entendido hecha comentario. Esperemos que la historia algún día devuelva a tamaña apreciación filosófica el lugar de privilegio que por derecho merece junto a los más sabios decires de virreinas de belleza y motivadores de colectivos sin fundamento.
23. ¿Quién pidió pollo?
Su aspecto, al menos antes de ser cocinado, es un tanto repulsivo.
Su repercusión en los organismos saludables de niños y adolescentes es crítica, dado el grado aberrante de hormonas que le son administradas.
Todo lo anterior para efectos de crecimiento y engorde acelerado en las inescrupulosas granjas desde donde sale, ya muerto, para convertirse en comida de supermercado. Pero aun así, el pollo sigue siendo un emblema de poder. En Fenavi lo saben bien.
El comentario se repite idéntico a la hora de cancelar una cuenta compartida. Aún para muchos no han cesado los tiempos en que Kokoriko y Cali-Mío eran (óigase y créase bien) lugares en donde nuestra sufrida clase media solazaba su angurria dominical engullendo piernas, muslos, patas y demás miembros de la mutilada anatomía opípara, a su vez remojada en abundantes dosis de Coca-Cola o champús mal preparado.
24. ¡Ututui!
Expresión onomatopéyica de galanteo por excelencia, es de recurrente uso por parte de conductores de autobús y obreros de la construcción durante sus muy pocas y cortas jornadas de descanso en las que, contrario a la costumbre de jugar fútbol en calles transitadas del sector, se deciden a contemplar el andar desprevenido y coquetón de las vecinas del momento.
¡Ututui! ¡Con esa pierna, para qué la otra!
25. ¿Qué? ¿me va a llevar hasta su casa? ¿O a la de su madre?
Para algunos transportadores bogotanos no existe diferencia alguna en la naturaleza de la carga que sus desvencijados vehículos movilizan. Bien puede ser un container de huevos de codorniz, de raquetas elaboradas en aleación de titanio y grafito, o de guijarros de acero; bien puede ser una bandada de gallinazos, como también puede serlo un grupo de indefensos pequeñuelos de algún jardín infantil. Todos recibirán, invariablemente, el mismo trato rudo y desalmado.
Cuando por alguna razón justa, legítima y decente, uno de los pasajeros decide avisar con la racional antelación su deseo de bajar de la nave, haciendo sonar el timbre dispuesto para tal efecto, y el cruel tirano de las vías citadinas parece no querer oírlo, al desvalido viajero no le queda más que lanzar ese irónico “¿Qué? ¿me va a llevar hasta su casa?”, a lo que el conductor suele responder con un no menos cáustico “Yo a mi casa no llevo maricas ni putas”.
26. A mí lo que me toca es morirme
Hay tal vez pocas experiencias tan odiosas como ser objeto de alguna suerte de imposición, de imperatividad o de obligaciones no adquiridas por nuestra propia voluntad. “A mí lo que me toca es morirme” es un llamado a regresar las cosas a su justa y lógica dimensión.
Bien fácil es imaginar a Tirofijo y su corte ante los posibles “Ahora sí le tocó liberar a los secuestrados” o “ahora sí le tocó dejar de mamarle gallo a la comunidad internacional”, con un taxativo e inexorable “A mí lo que me toca es morirme”. Me imagino que Uribe, no menos terco que Marulanda, al oír un: "Ahora sí le tocó dejar de aspirar a la reelección". hará lo propio. Al final, la gran realidad es que a todos nos toca ES (sic) morirnos.
27. Va pa’l cielo y va llorando
Por lo general, y juro que no hay un almud de resentimiento en lo que digo, los ricachones suelen ser una estirpe de plañideras, un rebaño de llorones, una bandada de quejumbrosos, y un rimero de lamentaciones. No importa cuán holgada y grata sea su mantenerse satisfecho.
Por ello la mencionada frase es en su esencia más pura el grito de batalla de toda una jauría de quejones de profesión, supuestamente desfavorecidos por los miserables aumentos al salario mínimo o por las políticas gubernamentales que muy difícilmente llegan a desfavorecer sus intereses.
28. Mugre que no mata engorda
Colombia es en teoría una de las potencias hídricas más importantes del mundo. Y lo digo en teoría porque no tiene sentido el largo historial de racionamientos eléctricos y la absurda escasez de agua potable en el territorio nacional.
Ante las altas posibilidades de padecer disenterías, amebiasis, deshidrataciones y otras dolencias más por cuenta del desaseo, no queda más que buscar poco justificables premios de consolación como aquel de ‘Mugre que no mata engorda’. Así, aunque exista la certeza inapelable de una futura intoxicación, ésta vendrá acompañada por la atenuante de una satisfacción inmediata del ímpetu de la sed o el hambre.
29. Si tiene afán, madrugue
En su defensa natural, quien de manera descarada abusa de servicios como teléfonos públicos, ventanillas de bancos o cualesquier otro bien de uso común hace de este su caballo de batalla. El ser inconsciente, aferrado con su fervor de mal ciudadano al auricular y ajeno del todo a las elementales formas de respecto sigue hablando sin detenerse.
Cuando cada determinada cantidad de tiempo alguien le reclama por su excesiva permanencia en la cabina él lo mira con desdén mientras le clava una odiosa mirada acompañada de un “si tiene afán, madrugue”.
30. Aquí no se gana, pero se goza
Acostumbrado a orbitar en torno a promesas incumplidas, a oficios mal remunerados y a iniciativas empresariales fallidas, el colombiano promedio suele acudir a esta suerte de mantras consolatorios para ocultar el inmenso dolor que ocasiona la sarta de expectativas no satisfechas que representa el vivir en el país.
‘Aquí no se gana, pero se goza’ es el sincretismo de ese pensamiento entre estoico y bienhumorado, con una cierta dosis de falsa alegría. Por lo mucho que contraríe a la realidad muchos corresponsales sostienen todavía ante sus respectivas agencias de noticias que Colombia es el más feliz o el segundo más feliz país del mundo.
31. Déle, que pa’ atrás asustan
Esta refranil prima hermana de “echao pa’lante” y “pa’ atrás ni pa’ coger impulso” es sin duda la predilecta de motivadores y positivistas consumados de la estirpe Duque Linares y otros más.
El pretexto es que no debemos dar marcha atrás en nuestros ímpetus progresistas. La realidad es que no mirar en retrospectiva es uno de los más comunes errores del colombiano y que la amnesia, generada a conveniencia de quienes la promulgan, es una de las formas más dañinas de esconderse del pasado.
Aquello de que “pa’ atrás asustan” parece más bien un llamado a negarnos a las vulgaridades y vergüenzas de un pasado que en definitiva no queremos recordar o que intentamos hacer ver en falsos colores de nostalgia.
32. Queda sirviendo pa’ tres cosas
El absurdo “queda sirviendo pa’ tres cosas”, seguido de un más odioso “pa’nada, pa’ nada y pa’ nada” es un contrasentido discursivo que además de inútil insulta.
Decirlo es lo mismo que demostrar la ausencia íntegra del más mínimo atisbo de creatividad. Hay quienes aún lo dicen, creyendo estar haciendo un aporte jocoso al diálogo cuando la integridad física de algún utensilio mecánico está en juego por la inminente posibilidad de caer en manos inexpertas.
33. Píntela, que yo se la coloreo
Contrario a lo que podría pensarse, el anterior no es un llamado a la creación pictórica colectiva, sino más bien una convocatoria a la violencia desenfrenada.
Si bien algunos utilizan aquello de “píntela” como una forma de mostrarse prestos ante cualquier propuesta lúdica, laboral o cooperativa, en la mayoría de los casos es una incitación a dar inicio a una contienda callejera o de villorrio. (Véase el punto 39 del presente tratado).
34. Entre chiste y chanza
Dados como siempre lo hemos estado a hacer de cualquier situación, por dolorosa que sea, una especie de comedia del absurdo, nos hemos hecho a la idea de vivir nuestras vidas entre chiste y chanza, más allá de lo poco jocosa que nos resulte la situación vivida.
Entre chiste y chanza se nos acomodan verdades históricas que duelen, como aquella de haber elegido durante dos períodos seguidos a un líder incompetente, o como la de creer que personajes como Andrés Pastrana, Francisco Maturana o Shakira son ejemplos a seguir.
35. Póngase mosca
En esta selva plagada de lagartos, ratas, conejos, micos, lobos y sobrevolada por gavilanes, buitres, gallinazos especimenes de todas las naturalezas, debidamente clasificados y pormenorizados en la Fauna Social Colombiana de Antonio Montaña Cuellar, el invitar a alguien a ‘ponerse mosca’ es un hábito más de supervivencia que de perspicacia.
Si alguien, por rebeldía, obstinación o dignidad se rehúsa a ‘ponerse mosca’ el precio a pagar por tan suicida ímpetu es en extremo alto. ¿Quién puede andar por la Avenida Caracas a eso de las tres de la mañana sin ponerse mosca? ¿Quién puede pagar una deuda con un billete de 50 mil y esperar los vueltos sin ponerse mosca? ¿Quién puede comprar un par de zapatillas deportivas o una memoria USB en San Andresito o Unilago sin ponerse mosca?
36. Mejor cinco minutos colorado que toda la vida morado
Se supone que quien guía sus días y sus procederes por esta frase, más de viejo archivador que de cajón, es alguien dispuesto a la franqueza y blindado contra afectaciones innecesarias de tipo protocolario.
Seguir, empero, la lección encerrada por esta célebre máxima con todo y su pose de franqueza es una de las cosas que menos estamos dispuestos a hacer, porque en el fondo somos en nuestra gran mayoría una camada de cobardes, con poca o ninguna disposición a dar la cara.
37. Así como vamos, vamos bien
Vivir con la incertidumbre a cuestas, acompañados, eso sí, por algo de resignación, es uno de los pasatiempos forzados predilectos de cada corazón colombiano que crea ser merecedor a tan honroso gentilicio.
El suponer, por ejemplo y desde hace mucho tiempo despropósitos del tono de “el país va mal, pero la economía va bien”, ha servido para ocultar la proverbial mediocridad de nuestra clase electora y dirigente. Es técnica, espiritual, académica y socialmente imposible que un país y su economía vayan en contravía.
38. ¿Pa’ dónde va?: Pa´viejo
No hay verdad más indiscutible que el avejentamiento corporal progresivo, incluso entre los más jóvenes.
Ténganse las metas que se tengan, cuéntese con los sueños con los que se cuente, y consúmanse las cremas y antioxidantes de Omnilife, Amway o Yanbal que se quieran, en el fondo, todo buen colombiano sabe que la única ruta final es la de la vejez y la muerte, con la triste excepción de autoeliminaciones y fallecimientos prematuros.
Quizá Amparo Grisales o el bueno de Coco (de quien hace algún tiempo supimos por Soho, y a quien El Blogotazo desea la mejor de las suertes) son la negación local y doriangrayesca de la teoría expuesta en las presentes líneas.
39. Cruce esta raya y su madre lo llora
Por regla general esta oración, seguida de un esputo amenazante, a su vez demarcado con el zapato College La Corona en el asfalto de cualquier enojado trashumante de nuestras calles es una poética muestra de ingenio, bastante más amable y menos amenazante que el también muy nacionalista y vengativo ‘lo tengo entre ceja y ceja’.
El afán fratricida y violento que encierra, de todas formas, es imperdonable.
40. Se acabó el año, y no hicimos nada
La contundencia y veracidad de la frase, sumada al cansancio por haber escrito cerca de ocho páginas seguidas de texto, me hacen pensar que ésta ya goza de la necesaria elocuencia y que cualquier explicación sería redundar. Ahora bien… ¿Hay algo más cierto que eso de que ‘se acabó el año y no hicimos nada” cada 31 de diciembre?
Feliz año, otra vez.
Andrés