Cada año, cuando se acerca un aniversario más del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, periódicos, radios, revistas y televisores replican los mismos conceptos equivocados. Segunda parte del informe sobre las farsas históricas que rodean al Caudillo.
Los errores tienen una tendencia natural a la fertilidad. Los aciertos son eunucos. Las fallas se multiplican por millones mientras las sensateces se extinguen. Se habla del 9 de abril de 1948 como la fecha ‘que cambió la historia’, aunque bien se sabe que aquí, como en la frase de Page y Plant ‘la canción sigue siendo igual’.
Porque el país en el que Gaitán vivió y murió no ha variado demasiado desde hace 60 años. Porque una mentira repetida muchas veces, un infundio adornado por la pátina del tiempo, se convierte en una verdad que pocos se atreven a objetar.
La siguiente es una lista de seis realidades opuestas a lo que por regla general hace parte de las creencias esparcidas en la conciencia colectiva del colombiano común en torno a los eventos del 9 de abril, una por década.
I. El servicio de tranvías en Bogotá no desapareció con el 9 de abril
Es la muletilla más usual entre las muchas falacias repetidas alrededor del tema. “El tranvía se acabó con el Bogotazo”.
Tal vez sobresaltados por las imágenes de los carros en llamas, los conmovidos ojos de observadores espontáneos de fotografías, suelen elaborar incorrectamente la ecuación, al suponer que la flota entera de trenecitos sucumbió ante el espíritu vandálico de la gleba furiosa.
Sí: Hay testimonios en el sentido de que ese día las empresas transportadoras privadas, y los propietarios de buses de servicio público alentaron a la muchedumbre para que destrozara los tranvías de la ciudad, para así diezmar los activos de la firma. Pero el tranvía no murió con Gaitán.
Según Francisco Triana, gerente de la empresa encargada de prestar el servicio por entonces en esa ocasión
“quemaron 34 tranvías los muchachos ayudantes de los buses, regaron la gasolina. Así lo vieron los mismos conductores. Eso se comprobó pero no se castigó. Y no se hizo por que las cooperativas tenían concejales que los ayudaban, no puedo decir exactamente quiénes eran esos concejales. Desde entonces la empresa se vino a menos y las cooperativas tomaron más impulso porque cada vez dominaban más en el Concejo”.
El tranvía, no obstante, sobrevivió hasta el 30 de junio de 1951, con todo y Bogotazo.
II. ‘La violencia’ no se inició con su muerte ni terminó con la llegada del Frente Nacional
Los libros de historia en Colombia acostumbran denominar como ‘La violencia’, al periodo comprendido entre el 9 de abril de 1948 y el comienzo de los 60, caracterizado por confrontaciones armadas entre conservadores y liberales, acoso a facciones políticas minoritarias en la provincia colombiana, y el surgimiento de organizaciones guerrilleras.
Colombia ha sido, no obstante, un territorio marcado por un historial extenso de hechos violentos que van más allá del lapso conocido como tal, y por tanto la expresión es engañosa. En 1947 hubo –según estadísticas– 14.000 muertes violentas, y aún ‘la violencia’ estaba por comenzar.
Con la excepción de los inicios del siglo XX en Colombia la violencia ha sido una constante. La Patria Boba y la Guerra de los Mil Días no fueron episodios propiamente apacibles.
En los 20 hubo enfrentamientos encarnizados entre terratenientes y campesinos. Los 30 estuvieron manchados por conflictos bipartidistas. Los cortes de franela de los 50 y 60 con sus bandadas de pájaros y chulavitas hicieron la vida difícil a los habitantes de áreas rurales y pequeños municipios. Los asaltos guerrilleros de los 70 fueron el pastel noticioso del momento. Los atentados narcoterroristas y la profesionalización del sicariato en los 80 marcaron la infancia de quienes como yo, habíamos nacido en el decenio anterior.
Y el secuestro, las masacres guerrilleras, paramilitares y militares de las que todos los días hablamos, son cosa de todos los días desde por lo menos la mitad de los 90.
Por ello, la utilización del artículo determinado ‘la’ al hablar de violencia es más bien una redundancia que una realidad histórica consecuente con los hechos.
La historia ha querido hacernos creer que todas estas infamias terminaron cuando liberales y conservadores decidieron partir en dos el pastel del poder, y turnárselo cada cuatro años, en tiempos del Frente Nacional. Pero eso es una mentira.
III. ¿En dónde nació?
En sus discursos pronunciados en suelo bogotano lo repetía con frecuencia: “Yo soy de aquí”. Por ello se levantó una placa conmemorativa en su presunto hogar de Las Cruces, en donde, dicen algunos, Gaitán llegó a la tierra el 23 de enero de 1898.
No obstante, al mejor estilo de Gardel, Homero o Cristóbal Colón, parece imposible llegar a un acuerdo sobre su verdadero lugar de origen.
Por mucho tiempo el barrio Egipto de Bogotá fue considerado como la zona bendecida por el destino. Pero otros afirman que el Caudillo nació en enero de 1903 en Manta, Cundinamarca. Su madre, doña Manuela Ayala, que era la maestra del pueblo, lo habría dado a luz en una casa esquinera, cerca a la iglesia del pueblo.
Carlos Julio Ayala, primo de Gaitán, contaba: “Tía Manuela estuvo casada dos veces. La primera con Domingo Forero y la segunda con Eliécer Gaitán. Del primer matrimonio tuvo un hijo, también Domingo, quien se fue para Panamá, y con el tiempo, desapareció. Ella estaba de maestra en Manta y regresó a Bogotá, con Domingo y Jorge Eliécer, nacido pocos días antes”.
En resumen, tanto el alumbramiento como el deceso de Gaitán están envueltos bajo la misma frazada de interrogantes sin solución visible.
IV. No fue exitoso como candidato independiente al margen de la oficialidad
Los primeros escarceos políticos de Gaitán para con la independencia política, infructuosos todos ellos, tuvieron lugar cuando decidió formar la UNIR (Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria), en 1932, poco después de haber sido testigo de la masacre de las bananeras.
El nombre, que por sí solo suena sin duda intimidante, no lo fue tanto al cumplir su cita con las urnas, y por ello Jorge Eliécer se vio obligado a disolver su movimiento e incorporarse en las filas del liberalismo oficial. El 14 de julio de 1947 fue proclamado jefe único del Partido, con miras a las elecciones de 1950, en las que no pudo participar.
V. No siempre sus ideas y las de su pueblo marcharon en un mismo sentido
Antes de ser candidato liberal, antes de ser mártir, y antes de ser uno de los abogados más prestigiosos del país, Gaitán había sido Alcalde de Bogotá. Se posesionó el 8 de junio de 1936. Y su gestión fue tan criticada que el entonces presidente, Alfonso López Pumarejo decidió destituirlo.
Durante su periodo, Jorge Eliécer trató de retirar algunos avisos publicitarios a los que consideraba de mal gusto, intentó uniformar a lustrabotas y conductores de taxi, y procuró erradicar las chicherías de barriada. Sus gobernados se mostraron descontentos.
La lección le quedaría para siempre, pues en ocasiones futuras tuvo bastante más tacto al frente de la cartera de Educación, como jurista y como aspirante a una Presidencia arrebatada por el destino.
VI. La IX Conferencia Panamericana fue más importante de lo que se acostumbra a decir
Quizá la peor de las vergüenzas experimentadas por Colombia ante la comunidad internacional en el marco del 9 de abril fue que semejante revuelta popular ocurrió en medio de la edición nueve de la Conferencia Panamericana, hecho al que la historia suele restar importancia.
Surgida como una iniciativa de Estados Unidos por expandir sus horizontes comerciales a América del Sur, el noveno encuentro de líderes tuvo como peculiaridad el que en éste fue fundada la Organización de Estados Iberoamericanos.
Casi nadie lo comenta, pero la constitución del organismo transnacional cuya dirección es uno de los cargos más apetecidos del mundo político actual, se realizó entre de las cenizas ocasionadas por la desgracia, dirán algunos, en vaticinio doloroso de lo que serían los días por venir.