Una crónica de más de 66 años de anhelos frustrados.
No quiero ser una Casandra, y sé que los cargos por pesimismo enfermizo me van a seguir siendo imputados. Pero hago parte del ejército de escépticos cuyo credo principal es aquel de que no habrá metro en Bogotá.
Y no lo digo porque no lo desee. ¿A quién no le gustaría llegar hasta su vecindario en un confortable y primermundista tren metropolitano subterráneo o comprar en las mañanas la más reciente edición del diario y leerla mientras se aguarda por él en la estación Chapinero o Avenida Jiménez?
Quisiera creer. Pero han sido tantas las decepciones previas que lo poco que me quedaba de fe se me ha ido diluyendo, hasta el grado de empezar a pensar que va a ser más fácil construir el Estadio Azul de Millonarios, o que los dos equipos de fútbol tradicionales en la capital vuelvan a ser campeones, antes que ver el metro rodando por debajo de nuestras vías.
Espero que la historia caiga con todo su peso y se encargue de callar mis vaticinios apocalípticos. Pero, por ahora, me acojo a los hechos pasados y a una cronología de intentos frustrados por empezar otra vez, para elaborar mi desalentador pronóstico. El metro podría hacerse. Pero el temor a hacerse responsables parece ser más fuerte que el anhelo mismo.
Aquí está la historia de ese anhelo nunca satisfecho por construir un metro en la apenas suramericana.
1942- El alcalde Carlos Sanz de Santamaría hace la primera propuesta para la construcción de un metro en Bogotá.
1949- Fernando Mazuera Villegas, alcalde por entonces, es opositor al agonizante tranvía como medio de transporte en la Bogotá Moderna. Alienta la utilización de autobuses y propone la construcción de un metro que atraviese la Avenida Caracas financiado mediante concesión a 25 años.
1954- La Sociedad Colombiana de Arquitectos elabora un nuevo proyecto de metro conformado por dos líneas. La administración no lo toma en cuenta.
1957- El gobierno de Rojas Pinilla recibe la proposición de un consorcio alemán-japones para construir un monorriel en concesión. Cuando ésta expresa su decisión de realizarla, hay cambio súbito de presidente.
1961- El alcalde Jorge Gaitán Cortés presenta una propuesta al Comité de Transporte Masivo, para un metro de 93 kilómetros de longitud, con tramos subterráneos y elevados mediante el aprovechamiento de la Avenida Caracas entre las calles 66 y 22 sur.
1967- La idea de Gaitán Cortés es estudiada por tres firmas colombianas, haciendo uso de las calles 80, 30 y 27 sur, y de las avenidas Caracas, Décima y Séptima.
1972- El estudio Fase II sobre transporte en la ciudad sugiere la implementación de un sistema liviano sobre rieles para Bogotá.
1974- Después de la realización de un estudio en el que no se tienen en cuenta las sugerencias de Fase II, el gobierno de Alfonso López Michelsen y la administración de Alfonso Palacio Rudas reciben asesoría de una comisión canadiense para revisar los estudios anteriores acerca del metro de Bogotá. A raíz de ésta se contempla la posibilidad de utilizar los corredores férreos existentes.
1975- El alcalde Luis Prieto Ocampo solicita un estudio de factibilidad sobre el metro. Al mismo tiempo una misión española es encargada del diseño del sistema de transporte, que se incorporaría a las líneas del ferrocarril. La idea tampoco prospera.
1978- Hernando Durán Dussán, alcalde de la ciudad por entonces, decide ejecutar el proyecto del metro. Su idea es que la nación se ocupe de su desarrollo y el Distrito de su mantenimiento. Es el momento de mayor voluntad política por parte de la administración distrital.
1979- Se lleva a cabo un foro en el Congreso de la República acerca del metro para Bogotá. Se concluye que todos los estudios previos son insuficientes al respecto.
1981- Es constituida la empresa Metro S.A. y se hace entrega de un estudio sobre éste en donde se integran firmas de Colombia, España y Francia. La culminación de las obras se proyecta para 2000. El sistema estaría conformado por tres líneas centrales, dos periféricas y 88 estaciones.
1984- En cumplimiento de una promesa presidencial, en contra de los conceptos negativos del Departamento de Planeación Nacional, y dados los nexos del entonces Primer Mandatario para con Antioquia, Belisario Betancur decide dar preferencia al Metro de Medellín.
1986- Durante la administración de Julio César Sánchez y el gobierno de Virgilio Barco se invita a 26 países para presentar propuestas de metro en Bogotá. La italiana es la escogida. Se mantiene la idea de reutilizar el corredor férreo.
1988- El alcalde Andrés Pastrana afirma que la ciudad no cuenta con recursos para el desarrollo del metro, y da prelación a la Troncal de la Caracas como solución alternativa.
1990- El alcalde Juan Martín Caycedo recibe la propuesta de Intermetro SPA para el desarrollo de la llamada línea social, a la que considera inviable.
1991- El gobierno de César Gaviria se niega a financiar el proyecto del metro.
1993- La administración de Jaime Castro revive la intención de un transporte masivo integrado e invita al sector privado a plantear soluciones. El esquema escogido es el de un sistema integrado Metro – Tren ligero – Troncales. El proyecto es bautizado como Metrobús.
1995- La firma encargada de Metrobús abandona legalmente el proyecto. Apela una cláusula de escape, argumentando falta de garantías. En una de aquellas paradojas históricas se inaugura el Metro de Medellín. Durante la ceremonia el presidente Ernesto Samper Pizano expresa su voluntad de llevar el metro hasta Bogotá.
1998- Como parte del llamado Sistema Integrado de Transporte Masivo, el gobierno de Ernesto Samper Pizano y la administración de Enrique Peñalosa firman el Acuerdo de Monserrate, en donde la nación accede a correr con el 70% de los costos para el mejoramiento e implementación de nuevos sistemas de transporte.
2000- Se da inicio a las operaciones de Transmilenio, con lo que la esperanza de un metro para Bogotá queda de nuevo rezagada.
2008- El Gobierno Nacional, en cabeza de Álvaro Uribe Vélez, se compromete a financiar el metro de Bogotá a partir de 2016. La propuesta es revivida por el alcalde Samuel Moreno Rojas.
¿Qué final se puede augurar a una historia con tantas promesas incumplidas? Ojalá que Moreno se encargue de callar las voces incrédulas y no de alimentar su larga lista de frustraciones.