¡Qué triste! El próximo domingo, sin que haya vía alguna para frenarlo, y con la institución misma como única culpable, Millonarios podría perder la investidura exclusiva de “rey de campeones”.
“Cuartito azul, dulce morada de mi vida,
fiel testigo de mi tierna juventud,
llegó la hora de la triste despedida,
ya lo ves, todo en el mundo es inquietud”.
fiel testigo de mi tierna juventud,
llegó la hora de la triste despedida,
ya lo ves, todo en el mundo es inquietud”.
Mario Batistella, Cuartito Azul
Casi nadie lo dice. Pero muchos lo pensamos y lo sufrimos desde un silencio rabioso, con aroma a nostalgia anticipada por aquello que no se hizo ni se hará.
Este domingo podría tener lugar la fecha más triste en la historia del Club Deportivo Los Millonarios. América de Cali se encuentra a un título de equipararnos. Y aunque los números a veces mienten, en este caso son el triste balance de una entidad cuyo presente no se acomide con la grandeza de una historia remota con la que no ha logrado ser consecuente.
Ante la frustración y el gesto impávido de esta Bogotá, llena de almas deshidratadas por los cuatro lustros de sequía, aquella condición alguna vez indestronable y holgada de “rey de campeones” podría sernos arrebatada de los corazones, por cuenta de una dirigencia mediocre y unas políticas erráticas.
¿Y quién, por grande que sea, ha podido alguna vez traer de vuelta 20 años perdidos? ¿Quién lo habría pensado hace 30, cuando la más grande de las posibles aspiraciones para el entonces chico América de Cali era la de ingresar a los octogonales? Cuando nos enternecía ver a un onceno de media tabla convertirse en soberano del rentado local. Cuando el elenco albiazul doblaba en galardones a cualquiera de sus rivales; y cuando, entre su antagonista de patio y él mismo sumaban el mayor número de primeros lugares en el país entero.
Desde 1988 varias generaciones han crecido amparadas en alegrías perecederas, sin tener idea de lo que significa un campeonato, viendo cómo las camisetas de equipos contendores van adornándose con nuevas estrellas, como una mala ironía heráldica del destino.
Y no hay estadios azules, ni Merconortes, ni contrataciones esplendorosas que puedan esconderlo. Las celebraciones, subcampeonatos y premios de consolación, si bien meritorios, son demasiado poco para un equipo, cuyo nombre suele ser referencia de rigor en las enciclopedias sobre fútbol, pero que a tiempo presente no es nada más que eso. Quiera Dios que una vez igualados el ego maltratado sirva a la dirigencia del club para despertarse de ese dañino letargo en el que se empeña en mantenernos sumidos. Porque hasta el día de hoy nada, ni el apoyo decidido de una hinchada sin retribuciones, ha sido suficiente como para conmover sus almas de hule.
Edmer Tamayo, Alfonso Senior, Adolfo Pedernera, Carlos ‘Cachito’ Aldabe, Funes, Vivalda, Néstor Raúl Rossi, Julio Humberto Cozzi y otra decena más de difuntos azules verán, y tal vez lamentarán el partido desde las gradas del cielo. Y cientos de miles de bogotanos sentiremos lo mismo. De eso estoy seguro. El domingo lo sabremos.