En tiempos de marchas, protestas y manifestaciones colectivas de repudio contra los atropellos a los que los ciudadanos colombianos somos sometidos, debería comenzar a pensarse en la realización de un desfile pacífico, pero firme, en contra del tropipop.
Risas ahogadas y rechazos corteses fue lo que se oyó en los corredores de la Sony Music, cuando a principios de los 90, Carlos Vives puso en consideración de los oídos sordos de sus ejecutivos la posibilidad inaudita de grabar un disco que a la postre se denominaría ‘Clásicos de la Provincia’.
Según sus proyecciones, también equivocadas, como casi todas las de los disqueros suelen estarlo, el presupuesto demandado por el en ese entonces más actor que músico, rebasaba el potencial comercial del producto, que al final es lo único que parece interesarles, aunque sus decisiones, incluso en ese sentido sigan siendo tan erradas.
Supongo, aunque nadie me lo ha corroborado, que debieron apoyarse en las débiles ventas de las que sus anteriores incursiones discográficas (con la notable excepción de la banda sonora de Escalona) habían sido objeto.
Vives partió con su propuesta a los de Sonolux, quienes, algo más visionarios, aunque quizá tan sordos como sus colegas de la competencia y de todas las demás competencias, hicieron el guiño aprobatorio del caso y permitieron que el proyecto fuera llevado a cabo.
Y el milagro aconteció.
‘Clásicos de la provincia’, con Vives como su abanderado, se convirtió en un fenómeno sin antecedentes en la historia de la música popular en Colombia y América Latina, y el país entero volvió a danzar al compás de La Gota Fría y Alicia Adorada.
La persistencia, el carisma y las acertadas alianzas del samario con músicos de renombre en la escena subterránea de la fusión, los ritmos del Valle de Upar y el rock en Colombia, vistieron al vallenato con traje nuevo, y lo dejaron listo para ser oído en el resto de la tierra.
Entonces a nuestra clase alta dejó de avergonzarle la idea de danzar al ritmo de la música de Rafael Escalona y Alejo Durán. Porque una cosa era ver a nuestros artistas llegar hasta donde sus precarios medios y el escepticismo de nuestro pueblo lo permitían. Y salir a escena en medio de condiciones de producción desfavorables, y con un sonido de esos que hacen llorar. Y otra distinta era revestir al vallenato de calidad y experimentación.
Y hubo imitadores. Talentosos los unos, algo menos los otros. Y hubo Moisés Angulo (excelente artista, por cierto), y hubo Tulio Zuluaga. Y hubo nuevas telenovelas dedicadas a Alejo Durán y a las Juanas. Y hubo días. Y hubo noches.
Por desgracia, nos sobrevino la muy humana tendencia a destrozar las ideas ingeniosas, y a convertirlas en bombas atómicas, inquisiciones, cruzadas, diluvios universales, Sodomas y Gomorras, y otras aberraciones mencionables e inmencionables.
No tuvieron que transcurrir muchos años para que un ejército de imitadores se esparciera como rebaño de Gremlins mercenarios del siglo XXI y decidiera emprender sus propias carreras a la sombra del sendero correcto delineado años atrás por el bueno de Carlos, quien, por supuesto, no es culpable de la torpeza, inoriginalidad, y tendencia a la mala copia de sus discípulos.
Pero no sólo de vallenato vive el tropipopero. En su afán por cubrir todos los flancos, éste también metió sus manos oportunistas en el calypso, en el reggae, en el rap, en el merengue a lo Juan Luis Guerra, en ese mentiroso género al que se ha llamado ‘alternativo’, y en otro centenar de cosas más, vertidas en un mismo crisol de mezcolanzas musicales desafortunadas.
Ahora el mundo está saturado de una nueva estirpe de ‘wannabes’ Carlos Vives, liderada por los Palosdeaguas, secundada por los Bonkas, y reforzada por los San Alejos Fannylués, San Alejos y Lucas Arnaus. De Jerau no diré nada porque el simple hecho de ser cartagenero le confiere una pequeña medida de perdón. Pero los demás… los demás…
Entre todos estos quizá, el que merece mención aparte es el señor Fonseca, que con su discurso y ademanes prepotentes parece sentirse 10 escalones por encima de quienes son tan o menos malos que él. Y que ante cualquier crítica o voz disidente saca de su maleta en defensa propia el diploma de Berklee College of Music, como si este fuese un motivo de orgullo para él y no más bien de vergüenza para la reputada institución.
Visto en forma simple el actual tropipop no es muy diferente de lo que en los 80 proponían, con más inventiva y talento, y bastante menos arrogantes, proyectos como Daiquirí, Manduco o Nano Cabrera. O quizá, en algún sentido, de lo que trataron en su momento de hacer (no con tanta fortuna) Barranco, Garibaldi, Luna Verde o Karamelo. Y tanto Daiquirí como el señor Cabrera eran sólo dos de las muchas ofertas que en aquellos tiempos mejores sonaban en Rumba o en Olímpica Stereo.
Pero la solución sobresaturada en la que han convertido a nuestros medios por cortesía del Tropipop es una tortura a la que ni siquiera de la que ni siquiera los oídos más avezados podrían salir indemnes.
Esa falsa caterva de cachacos criados con ajiaco y chocolate, creyéndose costeños y pretendiendo haber nacido en Ciénaga, son tal vez uno de los peores aunque inofensivos engaños de los que la industria discográfica, con su jauría de oportunistas, quiere hacernos patrocinadores.
Así las cosas, dado que la falta de creatividad y la réplica de formulas que se han mostrado exitosas son tal vez la más colombiana de las actitudes, ya se cuentan por cientos de miles los desafortunados cultores del ritmo, que, como afección viral incurable se ha ido propagando por nuestros diales. Algunos, desde hace tiempo, estamos hartos del asunto. Otros seguirán anonadados por el embrujo mentiroso de quienes se venden como los responsables de que el mundo esté comenzando ‘otra vez’ a fijarse en nuestro folclor.
A quienes hayan tenido la paciencia como para leer todo esto, La Banda del Blogotazo les regala ‘El tropipop’, canción escrita por Manuel Carreño y Andrés Ospina en homenaje a los cultores de estos bellos ritmos. Todavía, a nuestros 32 años guardamos la esperanza de que José Gaviria (con la merecida tilde en la é, de la que no entendemos suele ser despojado) nos descubra y decida producirnos. Aquí está…
El tropipop
Tus ojos son tan bonitos,
tu cuerpo es maravilloso.
Me gusta cuando me miras,
yo me siento tan sabroso.
tu cuerpo es maravilloso.
Me gusta cuando me miras,
yo me siento tan sabroso.
Y cuando tú estás conmigo
yo creo que todo es hermoso.
Me encanta cuando me ignoras
cuando me pones celoso.
CORO
Eres amor,
eres dolor,
eres mi vida,
eres todo lo que soy.
eres dolor,
eres mi vida,
eres todo lo que soy.
Dara ra ro rei ro,
Dara ra ro rei ro,
Dara ra ro rei ro,
Dara ra du ru, rei ro, rei ro
Dara ra ro rei ro,
Dara ra ro rei ro,
Dara ra du ru, rei ro, rei ro
Quisiera ser vallenato,
yo quisiera ser costeño,
y aunque estudie en el Moderno
yo quiero ser rivereño.
yo quisiera ser costeño,
y aunque estudie en el Moderno
yo quiero ser rivereño.
Quisiera ser Carlos Vives,
o quisiera ser Fonseca.
Pero como no podía,
ahora quiero ser Maía.
CORO
Y ahora todos son caribes.
Y ahora todos son Ilonas.
Pues hasta el peor de los chibchas,
Ahora quiere ser Tairona”.
Y ahora todos son Ilonas.
Pues hasta el peor de los chibchas,
Ahora quiere ser Tairona”.