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Las 16 formas más típicas y engorrosas de esperar en el país.
 
Ayer, después de haberme infiltrado entre la muchedumbre en camino hasta la Plaza de Bolívar, consideraciones políticas aparte, pensé en esa extraña vocación de espera que parece caracterizar al colombiano promedio.
 
Recordé el millar de estadísticas leídas acerca de la cantidad de tiempo invertida por un ciudadano promedio del mundo en hacer fila, a la espera de algún bien o servicio anhelado.
 
Imaginé que de alguna forma estar vivo es hacer parte automática de una lista de espera hacia el día de nuestra partida, y que, como si eso no fuera de entrada una perspectiva preocupante, mientras estamos a la espera de esa gran espera, tenemos que esperar por otras esperas sucesivas. ¿Y qué se puede esperar de una vida cuya principal perspectiva es aquella de seguir esperando a esperar?
 
Supuse que tanto yo como el resto de seres humanos que habitan el planeta vivimos a nuestra manera nuestros propios procesos de espera.
 
Luego, tras algunas otras conjeturas de innecesaria publicación, comencé a suponer mediante una teoría para la que todavía no encuentro el suficiente soporte como para llamarla teoría, que algo parecido a una maldición o a un designio divino ha convertido a Colombia en un pueblo particularmente adepto a aquello de hacer fila.
 
Conseguí un fragmento de papel y sobre él escribí un listado acerca de aquellas situaciones de espera a las que, bien sea porque lo decidimos o porque nuestra clase dirigente lo decide por nosotros, nos vemos avocados con odiosa frecuencia.  
 
Y aquí, para evitarme largos preámbulos están… algunas de las situaciones en las que nos vemos segundo a segundo, plantados en medio de una larga hilera humana, expectantes, a la espera de algo que no llega. Parafraseo a los creativos publicitarios de la más reciente campaña de arroz Roa (de la que algún día espero hablar con detenimiento) y prosigo…
 
Un colombiano espera…
 
 
I Para hacer efectivo el cheque de la quincena (si es que hay)
 
Los sueldos insuficientes y el incumplimiento en los pagos con los que nuestra sufrida clase media suele ser atropellada por empleadores y demás tiranos del mundo laboral, hacen del cobro de quincena un acto desesperanzador, urgente y penoso. Es por ello que ninguno se permite el lujo de aguardar por uno o dos días más para llevarlo a cabo, en particular cuando se avecina un puente festivo. ¿Qué tal que los dueños de la empresa se gasten la plata, que no haya línea o que se me pierda el cheque?
 
II Para tramitar la visa USA o Schengen
 
El afán de muchos colombianos por abandonar el suelo patrio en busca de una forma digna de supervivencia, aunque ello implique el aseo de cadáveres o excusados hispánicos o estadounidenses, es la causa primigenia de la proliferación de éstos a las puertas de establecimientos consulares como el español o el norteamericano. Para algunos la consecución del visado equivale a la de un tesoro, por lo que son muchos los que arriban hasta la ventanilla del funcionario entrevistador con una carpeta legajada en la que han ensartado y pormenorizado todo tipo de certificaciones laborales, balances de ingresos y egresos, copias de extractos de tarjetas de crédito, y demás requisitos, que al final no hacen más que aumentar la desconfianza del verdugo internacional en cuestión.
 
 
III Para ingresar a Crepes & Waffles
 
Algo parecido a lo de ‘Andrés’, aunque a escala más popular, suele vivirse a la hora del almuerzo en los diversos locales de Crepes & Waffles diseminados a lo largo de la ciudad. Hay quienes no ven problema alguno en soportar lluvia, frío o sol excesivos con tal de consumir un helado Mickey Mouse, una Sopa Covarachía o una crepe de Nutella.
 
IV Para marchar por alguna causa (noble o innoble)
 
Habituados protestar por reformas tributarias, por el Proceso 8.000, por las víctimas de la violencia, por la muerte de algún sindicalista, porque nos descertificaron, porque amamos a Uribe, porque van a congelar los salarios, porque la selección Colombia no clasificó, o porque estamos aburridos de no tener nada mejor por hacer, tenemos la virtud de seguir creyendo que los condenados por las protestas van a conmoverse a nuestros clamores.
 
Por triste y odioso que suene, las próximas administraciones distritales deberían contemplar la construcción de un protestódromo a las afueras de la ciudad, para que las subsecuentes manifestaciones dejaran de entorpecer las diarias actividades de una ciudad agobiada por problemas de tránsito de tan doloroso calibre.
 
 
V Para tramitar el RUT
Cuando se trata de hacer diligencias de última hora, a destiempo y con afán, cuando faltan segundos para las fechas de cierre, corte o para el plazo final, no hay quien supere al colombiano en improvisación y afanes. El RUT, sin duda, lleva la delantera dentro de aquellos molestos menesteres. Pero hay otros más.
 
 
VI Para disfrutar de las degustaciones gratuitas de Carulla los sábados
 
Sin distinción de género, estrato o edad, pocas cosas atraen o conmueven más el corazón, el olfato y el estómago de un colombiano que la perspectiva de recibir algo gratis, no importa si se trata una degustación del nuevo sabor de mermelada con piña de Respín, del más reciente perfume de la casa Ebel, de alguna nueva variedad de crema no láctea para el café, o de una tanda de latigazos. La consigna es no desaprovechar la posibilidad de disfrutar o padecer siempre y cuando ello por la vía gratuita.
 
 
VII Para asistir a las funciones de cine a mitad de precio de los martes
 
Dicha manía por lo gratuito, por lo barato, por las promociones y por todo lo que parezca revestido por el manto del descuento tienen sobre el colombiano un efecto atrayente de proporciones singulares que se extiende al mundo de la cinefilia.
 
Por eso son muchos los connacionales que prefieren someterse al martirio de esperar por horas hasta llegar a la ventanilla correspondiente al largometraje de su predilección, para luego comprobar con tristeza que sólo quedan dos sillas disponibles, que están separadas la una de la otra, y que ambas están ubicadas demasiado cerca de la pantalla.
 
VIII Para cancelar los servicios públicos
 
Aunque los datáfonos, cajeros automáticos y centros electrónicos de pago se han constituido en bendiciones a la hora de cumplir con la desagradable tarea de cancelar los montos correspondientes a servicios públicos, todavía son muchos los miembros de una raza aferrada al pasado que, bien sea por impericia en el manejo de estos dispositivos o por justificable desconfianza en cuanto a la seguridad, siguen rehusándose a hacer uso de ellos. Si bien respetable, dada la cantidad de estafas de las que somos víctimas, no lo resulta tanto el que precisamente sean escogidas como fechas de pago, precisamente, los días anteriores a la suspensión total del mencionado servicio.
 
IX Para entrar a Andrés Carne de Res
 
Por arribista que se precie de ser no hay arribista alguno en la ciudad capaz de resistirse a la tentación de hacer fila para ingresar al famoso restaurante, incluso teniendo que aguantarse el gesto antipático de las meseras que, según sus criterios subjetivos de estratificación social van ubicando a los comensales del apetecido establecimiento en localidades previamente definidas del lugar, a las que sus meseros y empleados engloban bajo las denominaciones de comedor, patio o cocina. El manido recurso de “es que yo soy amigo de Andrés” no siempre sirve de mucho.
 
 
X Para tomarse una fotografía junto a alguna celebridad
 
En medio de la marcha por la liberación del 20 de julio, mientras me movía a empellones por entre la masa de manifestantes, para acercarme a las pantallas dispuestas en el costado occidental de la Plaza de Bolívar, una madre de familia avistó a lo lejos la figura bonachona de Jorge Alfredo Vargas.
 
-Mire, mire, mire: el del noticiero- dijo a su retoño, sin poder contener el entusiasmo.
 
Presa de una especie de éxtasis, similar al que debió sentir Moisés cuando vio a la zarza arder, decidió cargar a su hija (de unos seis años) para permitirle una visualización clara y un ademán lejano de saludo provenientes del reputado periodista.
 
Dada la densidad de ciudadanos que de momento poblaba el lugar, y desesperada al no poder ser notada, comenzó colarse por entre la gente a sosquines, empellones y codazos para acercarse al desconcertado de Jorge Alfredo y tomarse una fotografía junto a él como único recuerdo.
 
El pobre de Vargas, que parecía estar muy atareado y desconcertado para con la actitud de la dama, suspendió sus labores y le dio gusto. Tomó su mano y la de la pequeña, y posó. Una vez junto a él, la señora, que parecía haber sido tocada por algún enviado del Altísimo, tomó su cámara con fuerza y desconfianza y se le aferró, como si se tratara de un lingote de oro. Quienes fuimos empujados, ultrajados y maltratados por el furor mediático e idólatra de la dama, sentimos una mezcla de enojo y vergüenza ajena en dosis equivalentes.
 
XI Para postularse como posible candidato a uno de aquellos empleos convocados mediante la proclama “presentarse con hoja de vida y corbata”
 
Mientras que la cantidad de engaños y decepciones padecidas por todos habría sido suficiente para desengañar a una nación dotada de un menor grado de tolerancia al sufrimiento y la mentira, el pueblo colombiano sigue ahí, aferrado a una falsa esperanza.
 
Por ello los desempleados a la caza de alguna oportunidad salvadora, siguen aguardando su turno con paciencia en salas de espera, tan sólo para recibir ofertas de convertirse en vendedores de cursos de inglés, de “ganar dinero por internet”, o de convertirse en distribuidores de productos Yanbal, Amway u Omnilife.
 
XII Para acceder a alguno de los parqueaderos de los centros comerciales un sábado en la tarde
 
Leía ayer las más recientes estadísticas sobre el uso de ciclorrutas y bicicletas en la ciudad. Según el dictamen final, nos mantenemos en los mismos niveles de hace cinco años. Por ello, entre otras cosas, es común ver automóviles tripulados por dos pasajeros aguardando por la posibilidad de ingresar a alguno de los aparcaderos de los muchos centros comerciales que hay en la ciudad.
 
Por más que se ha intentado aún no ha sido posible convencer a nuestro pueblo de cuán impráctico suele ser este sistema de transporte que, además de no cumplir adecuadamente con su función es en parte responsable de preocupantes hechos como el calentamiento global, el hacinamiento en las ciudades y la contaminación, nuestra fascinación por los carros sigue en aumento, y seguimos endeudándonos con el único propósito de tener uno de esos.
 
 
XIII Para llevar a cabo alguna diligencia a última hora, no importa cuál sea
 
Ya sea para tramitar el RUT, para obtener el certificado de antecedentes judiciales, para afiliarse a algún sistema de pensiones y salud o para cualesquier otra cosa, la debida anticipación no es un concepto aplicado por el colombiano promedio en ninguna de las instancias de la vida.
 
Debido a esto, gestiones que en la civilización contemporánea suelen ser simples y expeditas, en Colombia terminan por congestionar y colapsar las terminales de computador y la paciencia de los sufridos empleados, en el marco de días críticos.
 
XIV Para cobrar la pensión
 
Por causa de la normatividad anacrónica vigente aún hay cientos de miles de desafortunados cuyos días de buen retiro terminan por ser malgastados a la entrada de un banco, debido a que aún no existe otra forma de recibir los honorarios fruto de los interminables aportes que durante años y con indecibles sacrificios hicieron al sistema local de pensiones.
 
Es un cuadro triste el ver a semejante cantidad de honorables ancianos sufriendo los rigores climáticos del día, certificado de supervivencia enmano, bajo el agua o bajo el sol, debido a la mediocridad de las entidades encargadas de prestar este servicio, que, por su deficiente trámite, se parece más a una tortura.
 
XV Para ingresar a algún recital u obra de teatro gratuitos
 
Bien sea por pobreza o por tacañería, una verdad de a puño es que el colombiano se opone con terquedad de asno a cancelar el estipendio correspondiente a cualquier ceremonial artístico.
 
Por lo menos la mitad de las llamadas y visitas a estaciones de radio, a periodistas culturales o de entretenimiento, o a cualquier otro tipo de personaje o institución vinculada con el mundo del espectáculo, viene seguido por el predecible… ¡Oye!: ¿Será que tienes boletas gratis?
 
 
XVI Para ver perder a Millonarios o a Santa Fe
 
A pesar de los 43 años sumados de ayuno a los que las políticas erráticas de una dirigencia corrupta, desalmada y mediocre, han sometido a los seguidores de los oncenos bogotanos, aún existe entre nosotros un creciente grupo de seguidores de ambos. Su entusiasmo, su fervor y su apoyo, ese sí incondicional, reciben como premio, semana tras semana, el mismo parte de derrota, de ilusiones diluidas y de desventuras y fracasos, ante los que, no obstante mantienen una fe a prueba de golpes.
 
Bien. Termino por ahora.
 
¿Se les ocurren otras más?
 
Que Dios los bendiga.
 
Andrés Ospina.

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