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En medio de tanto homenaje y del sentimentalismo nostálgico que mañana se irá, la muerte acaso prematura de Óscar Golden debería servirnos de pretexto para abandonar la costumbre de adelantar las jubilaciones de quienes aún hoy podrían ser figuras vigentes en nuestra música.
Nadie está seguro de si Óscar Golden se apellidaba Golden, u Osorio, o de si fue o no hijo biológico de Óscar Isaac Goldenberg (hijo de un afamado cirujano vallecaucano). Tampoco sabemos si nació en Cali, como dicen muchos de sus biógrafos o en Calarcá, Quindío, como indican otros. Son aquellas imprecisiones prendidas al destino de las leyendas, que al final dan algo de qué hablar.
Tal como lo recuerdo, Óscar Golden debe ser el primero entre los pioneros del pop contemporáneo en Colombia. Por lo menos dos o más generaciones bailaron, versionaron o corearon sus canciones. Aún hoy, a pesar de la penumbra discográfica en la que parecía sumido, Óscar sigue siendo referente de ocasión cuando de cultura popular colombiana se trata.
Golden es el equivalente local a lo que en sus respectivos momentos y naciones fueron Cliff Richard, Paul Anka, Palito Ortega, Neil Sedaka, Bobby Vinton o Enrique Guzmán. En suma: el abuelo de los clásicos galanes neoleros del país.
Dudo que antes de su llegada hubiese en Colombia algún artista juvenil con su figura o carisma, o cuyos éxitos sonaran con tanta fuerza en otros lugares del mundo. Su vida pública se inició hacia 1965, momento en que, de la mano de personajes como Guillermo Hinestroza, Carlos Pinzón o Alfonso Lizarazo, hizo parte de la constelación de personajes principales en espectáculos de televisión y radio como “El Club del Clan” y “Radio 15”.
Pese a no ser del todo afín a su propuesta, y a considerar que entre sus contemporáneos hubo algunos más ingeniosos, con quienes la amnesia colectiva ha sido menos benévola, mal haría en desconocer su papel como uno de los grandes de nuestra historia.
A su paso dejó zumbando en los oídos de un país entero una extensa obra, que ahora revestida por el velo sentimental de la nostalgia, comenzará a cobrar un nuevo sentido. Su participación en largometrajes como ‘La Insaciable’ garantizará la perdurabilidad visible de su legado. Sus interpretaciones de clásicos  como ‘Boca de chicle’, ‘Zapatos pom pom’, ‘Ideas cortas cabellos largos’, ‘El romance del cacique y la cautiva’, y otros más son parte del ‘playlist’ de una buena cantidad de corazones en cuyos anaqueles seguirá vivo.
A su haber quedan momentos que de seguro se mantendrán adheridos a los corazones y mentes de miles de seguidores. La medicina, una vez más, pierde otra de sus desiguales batallas contra el cáncer, y Colombia a uno de los emblemas de su música. Era el mismo joven residente del barrio La Soledad. El mismo que con su peculiar energía hacía temblar los fríos estudios de Inravisión en la Calle 26. El mismo a quien la enfermedad que se lo llevaría comenzó a hacérsele manifiesta después de una presentación en Cali, compartiendo con su público aquello de lo que más disfrutaba. El mismo que en silencio sufría la tristeza de haber sido marginado hace años de las grandes casas de discos, porque entre sus directivas ninguno, ni siquiera quienes hoy se explayan en homenajes y condolencias, pareció tener interés desde hace años en verle grabar material nuevo.
El que Golden siguiera consignado en nuestro imaginario como un “artista de los 60” y el que algunos noticieros se refirieran equivocadamente a él como una “figura de los 70”, es una prueba del odioso vicio de restarles vigencia a quienes podrían haberla tenido por mucho más tiempo, si el olvido y la indiferencia no fueran dos de nuestros malos hábitos más arraigados.
En un medio menos infértil, de seguro Óscar habría podido seguir produciendo nuevos clásicos de antología. Figuras como Vicente Fernández o Keith Richards, con algunos más años encima, siguen haciéndolo sin problema ni mueca de mofa alguna desde sus propios países.
Aparte de todo, de alguna forma y sin amarguras a cuestas, con una dosis de ángel y  optimismo, Golden encarnó un ejemplo de apego a la vida del que pueden dar cuenta quienes le acompañaron en las fechas previas a su adiós del mundo terrestre. Pero además, de la fuerza  y el talante de quien, pese a la corriente de una industria disquera cuya vocación es la de jubilar a nuestros artistas en forma prematura, logró mantener una vigencia a prueba de décadas, a prueba de olvidos.
Para terminar, dos regalos:
Grabación directa desde el vinilo original, del clásico de Golden ‘Ideas cortas, cabellos largos’

 

Clip correspondiente a ‘El romance del cacique y la cautiva’, parte del largometraje ‘La insaciable’.

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