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Recuerdos, videos y sonidos de aquellos olvidados 17 y 18 de septiembre de 1988.

Hoy hace 20 años éramos casi niños y casi adolescentes. Nos debatíamos entre la promesa de un metro para nuestra capital y el adefesio urbanístico que fue la Troncal de La Caracas. Nos ilusionábamos con la administración moderna, rockera y suprapartidista del primer alcalde elegido por voto popular, bajo el mentiroso lema de campaña aquel de “Diciendo y haciendo”.  Se dijo mucho, pero se hizo poco.

Como ahora, hoy hace 20 años celebrábamos un aniversario más de nuestra natal ciudad. Sólo que con dos décadas menos y con un repertorio menor de frustraciones a cuestas. Ahora que es 2008 queda poco de esos niños que fuimos, y nos acercamos con peligrosidad a los 40.

Hoy hace 20 años 88.9, Súper Stereo era más importante que cualquier otra cosa en la tierra, y muchos de nosotros, aunque fuera por una vez, habríamos querido ser Andrés Nieto o Jorge Marín o Alejandro Villalobos o Pablo Carbonell o Jorge González.

Cuando procurábamos sentirnos menos convencionales nos íbamos a Todelar Stereo y oíamos a Daniel Casas (quien en definitiva tenía más cosas qué contar), y en el más populista y menos frecuente de los casos posábamos el dial en Radio Tequendama, sumida en la baja fidelidad y en el ostracismo mediático del sonido AM. A veces veíamos a César Ramírez en ‘A Toda Música’. A mí me educaron los tres canales nacionales de televisión nacional, los libros de Horacio Quiroga y Edgar Alan Poe, pero sobre todo los programas de 88.9.

Tenía sentido. ¿Acaso podría existir sobre el perímetro urbano entero de nuestra ciudad un mejor trabajo que el de hablar de música y compartir canciones con los seis millones de habitantes que para entonces debía haber por aquí?

Como yo era de los más menores oí el recital por la radio, desvelándome, pegado a un sintonizador Sansui con cinco memorias encendido a mediano volumen. Habría perdido horas tratando de convencer a mi mamá de que ya para entonces había cruzado el umbral suficiente como para tener derecho a entrar. Me sentía convencido de estar siendo testigo a control remoto de un instante significativo en nuestra incipiente historia cultural.

No muchos lo piensan hoy, pero esa noche, esa madrugada y esa mañana en que Compañía Ilimitada, Océano, Pasaporte, Timbiriche, José Feliciano, Yordano, Franco de Vita, Los Prisioneros, Los Toreros Muertos y Miguel Mateos hicieron saltar a unos 60.000 afortunados espectadores, fue tal vez, para quienes nacimos en la mitad de los 70, el comienzo de nuestra juventud temprana.

Y el primer testimonio de cuán efímeros habrían de ser nuestros sueños de temporada. Por eso me salieron lágrimas de vejete al ver hace algo más de un mes a un Mateos maduro haciendo temblar el escenario del Parque Simón Bolívar, como si el tiempo por un día quisiera hacernos el favor esconderse de nosotros, con una sonrisa.                     

Ahora que lo miro hacia atrás, con la lente corregida y aumentada de los años y la cómoda sabiduría a posteriori que da el habernos hecho algo viejos, entiendo al Concierto de Conciertos como otro de los clamores generacionales ingenuos que la pátina del tiempo va opacando hasta invisibilizarlos.

De rebote, desde tierras gauchas y aztecas nos vino algo llamado ‘rock en nuestro idioma’ y quisimos creer que se quedaría por el resto de los siglos, como también nos empeñamos en convencernos de que esta era la primera vez en que alguien estaba cantando en castellano a quienes se creían jóvenes.

Aunque quizá en algún rincón del apartamento hubiera un par de copias en vinilo de alguno de los dos primeros álbumes de Los Speakers firmados con el nombre de uno de nuestros padres, y pese a que alguien, de seguro, ya nos habría hablado de Estudio 15 y de Los Flippers.

Muchos, incluso entre los más experimentados, se equivocaron suponiendo que jamás había ocurrido algo similar. Ancón o el Concierto de la Vida se les habían adelantado en casi dos décadas, pero nadie estaba interesado en recordárnoslo. De la misma forma hoy una buena fracción de bogotanos está segura de que los grandes festivales de música en Bogotá comenzaron con Rock al Parque. Cada generación vive sus propios olvidos, y sufre a su manera las amnesias de las que tiempo atrás hizo víctimas a sus antepasados. Ahora son los quinceañeros los que no saben de qué se trató eso que para nosotros significó tanto.

Es cierto. No fue, como dice algún desinformado wikipedista, nada parecido a un “Woodstock Criollo”. No partió en dos ni en tres la historia de la música en el país. No fue la selección de las mejores bandas del momento, y sin duda se trató de un fenómeno demasiado local como para merecer un capítulo en la historia de la música contemporánea. Por el contrario… escondió muchas tendencias musicales de entonces que bien habrían podido gozar de una divulgación, digamos, más generosa. Pero se constituyó en la cristalización transitoria y volátil de nuestro sueño cándido, diluido algunos meses más tarde.

Ahora bien… ¿Por qué el del Rock en Español fue un suceso pasajero, ahora metido en el desván clausurado de nuestra amnesia colectiva? ¿Por qué casi ningún medio dedicó por estos días cuanto menos una página a esa fecha que aún hoy para una minoría de nostálgicos sigue guardando una considerable medida de relevancia? Porque como hoy y como siempre vivimos a los bandazos, de moda en moda, a expensas de lo que la industria haya escogido como el maniquí o el bufón de turnó.

Sin duda se equivocó Carlos Eduardo González, redactor de Aló, en su edición 17, de septiembre de 1988 cuando dijo en textuales palabras que, como sea, había quedado “claro que sin importar su variante rítmica o proveniencia, el rock en español arrancó definitivamente. Ahora viene un proceso de depuración: los que queden dirán al mundo que la música rock en español es la música del futuro”. Porque tanto Ancón como el Concierto de la Vida como el Concierto de Conciertos son, y como casi todo lo que nos pertenece, son capítulos desarticulados de un proceso fragmentado  e impreciso del que sólo se habla en términos anecdóticos. Es una lástima.

Quienes quieran ver al incomparable Jimmy Salcedo en la transmisión del evento para su programa; a un más joven y lúcido Manolo Bellon cubriendo el concierto para Noticias Uno; a un César Gaviria bastante menos cosmopolita y más provinciano y vital que el actual opinando sobre la música del futuro;  a Juancho y Piyo escribiendo el capítulo inicial de esta historia; y a Pasaporte en su peculiar debut, los invito a hacer clic aquí.

 

Aquí… fragmentos del cubrimiento de 88.9 Súper Stereo a los recitales de Prisioneros y Miguel Mateos, con comentarios de Armando Plata Camacho y Fernando Pava Camelo.


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