Lo que oyes a tu derecha es el majestuoso Salto del Tequendama.

Cuenta la leyenda que fue aquí, justo en donde hoy se encuentra esta caída de agua con unos 200 metros de altura, en donde Bochica, padre y maestro de los Muiscas, abrió este inmenso precipicio, que todavía sigue impresionando a quienes, como nosotros, vienen a acercarse.

La historia es como sigue:

Al principio, todo era oscuridad, muerte y desierto.

Hasta que el gran Chiminigagua quiso hacer el mundo.

Entonces… sacó de su propio cuerpo millares de aves que salieron a volar por esta tierra.
De sus picos brotaban vapores luminosos que libraron a la sabana de la oscuridad nebulosa de siempre.
Como aún hacía frío, Chiminigagua decidió crear al Sol, a quien llamó Sue.
Con sus rayos cálidos y luminosos Sue abrigó todo el suelo.

Pero su presencia comenzó a calcinar los campos, por lo que el sumo creador le pidió que de vez en cuando fuera a descansar detrás de los cerros de Occidente.
Y que en su ausencia aceptara a la Luna como remplazo.

A ella la llamó Chía.

Ahora había llegado el momento de hacer el hombre.

Entonces Chiminigagua se fue hasta la laguna de Iguaque.

De sus aguas calmadas hizo salir una bella mujer, a la que dió por nombre Bachué, en cuyos brazos llevaba un niño de tres meses. Después de haber sido madre de muchas otras criaturas más, Bachué se hizo anciana.

Al saberse viejos, ella y su primer hijo invitaron al pueblo a reunirse en la misma laguna de donde alguna vez habían venido.

Antes de partir les recordaron que debían seguir siendo buenos, y se sumergieron en la laguna, a cuyo contacto se transformaron en un par de serpientes.

Muertos los padres, Chiminigagua envió a Bochica, un anciano grandioso de barbas blancas y bastón. Bochica enseñó a las gentes las bases para hilar, coser, tejer y moldear vasijas y adornos.

Tras haber cumplido su misión de gran maestro, Bochica se marchó sin que nadie se diera cuenta.

Con el tiempo sus discípulos comenzaron a olvidarse de las palabras de Bochica.
Y alentados por Huitaca, mujer de impresionante hermosura, se consagraron a la borrachera, el pecado y el desorden.

Tan terribles fueron los actos de los nativos que el gran Chibchacúm, dios de la Sabana, desató su furia convertida en un torrente interminable de aguas que convirtieron al poblado en un gran océano.

La nación chibcha empezó a morir, y los pocos que quedaban a pedir piedad.

Rebosante de compasión y bondad, Bochica regresó con su bastón y quebró las rocas inmensas, justo aquí, zona por donde hoy atraviesa El Salto del Tequendama.

A la región la bautizó «Bacatá», que significa «lugar donde termina el arado».


Fragmento del audio dramatizado para la exposición Bogotá Retroactiva, en el Planetario de Bogotá, cuya inauguración tendrá lugar el 28 de noviembre de 2008, en el Planetario de Bogotá.