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Listado caprichoso de algunas de las composiciones más representativas en honor a nuestra capital.

«Para que no la preocupe
de la niebla el frío embate
la visitan cuando tupe
la virgen de Guadalupe
y el señor de Monserrate»

Ambrosio Talero,
en una canción dedicada a Bogotá
a principios del siglo XX

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Que Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía. Que Buenos Aires se ve tan susceptible. Que Cali Pachanguero luce un nuevo cielo. Versos como esos son harto conocidos de todos, además de repetidos con frecuencia en colectivos, autobuses intermunicipales, taxis, o busetas; a través de Candela o Amor Stereo; o durante carnavales, ferias y fiestas regionales de diversas pelambres.

Pero en cuanto a nuestra ciudad, aparte de aquel entrañable refrán en donde «el que en Bogotá no ha ido con su novia a Monserrate, no sabe lo que es canela ni tamal con chocolate», son muy pocas las alusiones directas y explícitas a la capital. O al menos en materia de música popular.

Durante casi toda mi infancia, invadido por una especie de complejo de patria chica olvidada me lo anduve preguntando.

¿Por qué hay tan pocas obras musicales en las que se hable de Bogotá? ¿A qué se deberá que otras ciudades o regiones, más pequeñas y a mi parecer menos conocidas hayan sido, comparativamente, fuentes de inspiración más recurrentes para nuestros compositores? ¿Por qué demonios, siendo como es Bogotá la más universal de las ciudades en Colombia, es tan limitado el número de los que se han ocupado en dedicarle una canción? ¿Se deberá ello quizá a que la menos bella es también la que menos halagos despierta? No lo creo.

Desde entonces me he entregado a la misión de recoger algunas piezas musicales escritas en homenaje a mi lugar natal. Desde el Hotel Regina y la Orquesta Sinfónica de Chapinero hasta los trabajos de Distrito Especial, rozando de cerca los majestuosos intermezzos maestro Luis A Calvo, además de otros vicios.

El caso es que, con motivo de la exposición Bogotá Retroactiva me entregué al oficio de elaborar un listado caprichoso y representativo de cuatro de las más importantes composiciones elaboradas a favor de ‘la muy noble y muy leal’.

Habría querido que ‘El Excusado’ o ‘Adiós a Bogotá’, por ejemplo, estuvieran ahí engalanando el salón. O que ‘Los cucaracheros’ recibieran su correspondiente tributo, y que nos dejáramos de una vez por todas de tantas ‘Gatas golosas’, tan manoseadas por noticieros cuando de mostrar material de archivo sobre la capital se trata. Pero el espacio era poco. Así que esta es la microselección, convertida en modestos sonovisos de YouTube, con líricas eimágenes.

Y a propósito de ‘excusados’ yo podría excusarme diciendo que remedan a los karaokes, muy a tono con la corriente impuesta por las campañas que antecedieron al ‘Penúltimo beso’. Pero ser honesto es un mejor camino. Aceptémoslo: Son sonovisos un tanto primarios, como la mayoría de los sonovisos. Pero sirven de pretexto para cantarle a nuestra Bogotá, en momentos en que las serenatas a su nombre escasean. Muchas de las fotografías pertenecen a la colección del Museo de Bogotá, otras fueron tomadas en forma espontánea por el maestro Carlos Posada, en una de su visitas turísticas al Río.

Aquí voy…

‘Ala cómo estás’ (1944) salió de un disco de 78 rpm perdido desde hace años entre los anaqueles de la vasta fonoteca de la Radio Nacional de Colombia. Supe de ella porque mi abuelita solía decirme que la canción sonó con fuerza en victrolas y gramófonos del momento, cuando ella aún no llegaba a los 15. Los señores Milciades Garavito y Juan Francisco Reyes (fallecido en noviembre de 2007, ya con 90 años encima) sin poderse anticipar a la futura desaparición de glaxos y cachacos, escribieron acerca de los coquetones bogotanos que abundaban en aquella ciudad previa al umbral de los 500.000 habitantes. Eduardo Armani la grabó en Argentina.

Con ‘El blues del bus’ (1973), Jaime Córdoba y la Banda Nueva se quejan de vivir en una urbe con semejantes medios de transporte tan hostiles, y se anticipan a la corriente posmoderna de las ciclorrutas. «Cualquier cosa es peor que montar en un bus en Bogotá», fue el diagnóstico del transporte público de entonces.

 

A través de ‘Bajo el sol de Bogotá’ (1981), León Gieco intenta rendir un homenaje a esa ciudad de mercados callejeros, de comercio informal, de gamines en busca de su diaria supervivencia, y de las transacciones no convencionales que tienen lugar en la espontaneidad de nuestras calles céntricas. Los versos parecen destilar el aroma de la Carrera Décima y de las hoy desaparecidas casetas de la Jiménez, la 19 y San Victorino.

 

En ‘Río Bogotá’ (1989), Carlos Posada y su Sociedad Anónima se lamentan del estado de contaminación infecta que rodea al río, mucho antes de que Aterciopelados y otros menos conocidos, pero igualmente meritorios, emprendieran la misma lucha.

 

Aunque la autopromoción a veces contraviene las normas de urbanidad, he de decir que estas canciones, sumadas a otras memorias más, hacen parte de la exposición Bogotá Retroactiva, abierta hasta el próximo 28 de febrero de 2009, en el Centro Cultural Planetario de Bogotá, sala Museo de Bogotá. Parte de esta experiencia ha sido recogida en el sitio oficial del evento, disponible en http://www.bogota.retrovanguardia.com/

Ahora me permito preguntarles ¿qué opinan?

Un texto de El Blogotazo sobre el mismo tema, escrito hace casi dos años puede leerse aquí.

Andrés Ospina
andres@elblogotazo.com
www.elblogotazo.com

 

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