Una docena de nuevas costumbres y hábitos que en nuestra eterna calidad de colombianos nos hacen aún más ridículos.
Una de las aberraciones más molestas de la civilización contemporánea es la de inventarse nuevos repertorios de problemas cuya única solución se fundamenta en el empleo obtuso de productos y hábitos antes innecesarios.
O la de bautizar con nombres grandilocuentes y excesivos, y ornamentar con comportamientos y rituales solemnes aquellas cosas a las que antes no dábamos menor atención, tan sólo por el hecho, algo lamentable y estúpido de querer lucir ‘cool’ ante el resto del mundo.
O la de imitar. Y lo que es aún más triste… imitar mal. Remedar. Calcar. Copiar al carbón, para aparecer más sofisticados y dignos de consideración a los ojos miopes de la humanidad. Y no es que éstos sean perniciosos o negativos en sí mismos. Es que su aplicación forzada y brusca termina por generar traumatismos que podrían evitarse.
Aparte de lo cursi y afectado que lo anterior pueda resultar, hay dentro de dicha actitud, de la que a continuación daré algunos ejemplos, una vergonzosa tendencia a adoptar a la fuerza ciertos modelos foráneos, que aclimatados en suelo criollo, se comportan como el chicuelo desorientado que, carente de identidad y de modelos propios, se dedica a imitar las conductas de sus hermanos mayores, a los que considera más sabios y dignos que a él mismo. O una posición de clase elitista y discriminadora.
Aquí está pues, muy por la onda de Carrusel, un listado de viernes en la tarde, al estilo El Blogotazo, acerca de ciertas lamentables costumbres y conceptos de esos que sin avisar se van filtrando vía hipodérmica en nuestros criollos y vulnerables corazones. Esperamos no herir a nadie en su delicado amor propio.
1. El frizz
Aquello que en su momento fue aplacado por Glostoras, Kleer Lacs y Lechugas, y a lo que no le teníamos nombre, hoy sólo es domesticable mediante la utilización de acondicionadores, geles, lacas y espumas. Y le llamamos ‘frizz’.
El término, además de aborrecible es odiosamente extranjerizante. Y no es que los problemas capilares sean cosa de poca trascendencia. La gran verdad es que la electrostática capilar, la alopecia y la ceborrea son verdaderos motivos de preocupación entre los entendidos. Pero aún así algunos rogamos porque nuestra tradicional caspa no haya de ser reemplazada por algún ‘dandruff’ esbozado en las etiquetas de Pantene y Sedal.
La expresión ‘frizz’ se ha ido adentrando en nuestra terminología publicitaria, hasta Algo similar ocurre con los adictivos ChapSticks, versiones más civilizadas de las mantecas de cacao de antaño.
Por mi parte me quedo con las costumbres y expresiones de otrora. Bien lo decía Antonio Escobar Valvuena. «Lo extranjero, lo foráneo, por el simple hecho de serlo, tiene para nosotros especial fascinación; atracción poderosa ejerce sobre nosotros lo exótico y lo nuestro es de inferior calidad. Tal la razón para que de unos años a esta parte se den a los niños colombianos nombres en idioma extraño, lo que no deja de mostrar puntas y ribetes de ridiculez».
2. La metrosexualidad
Incapaces de justificar la vanidad por sí sola, en su afán por disipar cualquier duda con respecto a la heterosexualidad de quienes la profesan, revistas del tipo Carrusel, con Isabella Santo Domingo a la cabeza, han hecho de las suyas a la hora de tipificar a esa suerte de efebos posmodernos que, sin querer decir que hagan mal, llevan el cultivo de la estética propia hasta extremos excéntricos.
Ello ha conducido a una suerte interminable de tests y artículos medio absurdos, en donde los mismos cuestionarios se repiten, con escasísimas variantes. ‘¿Es usted metrosexual?’, ‘5 Claves para saber si él es metrosexual’ o ‘Cómo tener contento a tu novio metrosexual’ son algunas de las titulaciones arquetípicas. ¿Será que algún día habremos de cansarnos?
3. La bisexualidad y la liberación femenina como pose
Para muchos miembros de la generación nacida con posterioridad a los 80, la conducta sexual, más que uno más entre los muchos aditamentos que conforman aquella complejidad que es el comportamiento humano, se ha ido transformando en su propia forma de mostrarse originales, vanguardistas y escandalizantes.
El declararse partidario de ambos bandos o atrevido en materia sexual parece hacer lucir a algunos divertidos e interesantes. Será por ello que ahora ‘Los caballeros las prefieren brutas’, ‘El sexo de Sofía’ y otras iniciativas editoriales más de idéntico espíritu están entre las más demandadas.
4. El vintage y lo retro
Manoseado recurso de diseñadores, estilistas, y aprendices de estetas carentes de discurso, la tendencia retro se convierte en el más fácil recurso de quienes, lejos de ser añorantes sinceros, se constituyen en una nueva especie de oportunistas despojados de discurso.
Algunos, no obstante, ya comenzamos a mostrarnos hastiados de las «rumbas retro», las sobreexplotadas «farras ochenteras», y las «fiestas new wave», ya que por repetidas comienzan a hostigar.
Los grupos de Facebook han puesto su propia cuota de responsabilidad en esta sobresaturación perturbadora. «Farra de plancha en la 93», «Yo también viví en los 80» y «A dónde íbamos en los 90» son las titulaciones predilectas de quienes en beneficio propio lideran esta oleada de nostalgias, ya trilladas.
5. La música de plancha
Desde una perspectiva un tanto burlona, caricaturizante y elitista, muchos borregos, de los mismos que hace 20 años despreciaban con todo su furor a la música oída por las nobles representantes del proletariado criollo que en sus cocinas las reproducían a través de Cerros Stereo y Sonorama, ahora dicen ser fanáticos de Camilo Sesto, Luis Miguel y Raúl Santi.
Las fiestas hipócritas en homenaje al género se diseminan cual peste negra, a la vez que los karaoke-bars se van enriqueciendo a cuenta de Juan Gabriel, Pimpinela y Sandro de América.
6. Las barras bravas
De unos 15 años a la fecha, la flemática y frustrada hinchada balompédica colombiana ha comenzado a espabilar y a creerse argentina.
Pero no se ha concentrado tan solo en imitar sus canturreos alegres, su lealtad a prueba de todo, o sus ritos de aguante. Por el contrario, se ha volcado sus intereses y sus facultades imitativas de orangután en los impertinentes hábitos de ciertas minorías enfermas.
No es extraño, pues, que Colombia, experta como la que más en superar a sus maestros en lo que a malas conductas se refiere, ya se perfile como una potencia reconocida en el ámbito de homicidios, agresiones y atentados contra el orden público por cuenta del deporte rey.
7. El abdomen tipo six pack
La ramplonería un tanto ridícula de quienes pretenden hacernos suponer que las problemáticas de grasa abdominal se resuelven con algún dispositivo de aquellos que nos llegan por la vía mentirosa del telemercadeo, y la ansiedad enfermiza por desaparecer nuestras reservas adiposas a toda costa, nos han conducido a tan desafortunado tipo de categorizaciones.
El abdomen chocolatina y un par de estupideces más de gimnasio pertenecen a su misma cepa.
8. La cocina fusión
Parapetados en el ya citado concepto malentendido de «aldea global» hay quienes suponen que la norteamericanización del mundo es la más viable forma de universalizar conceptos.
Y que poner a media humanidad a consumir Corn Flakes de Kellogg’s al desayuno en lugar de changua. Dunkin Donut’s en lugar de pandebonos con bocadillo a la merienda, y hamburguesas, en lugar de calentao de fríjoles al almuerzo, son emblemas de bienestar y salud.
Tal hecho, cuyo mayor ejemplo fue el entusiasmo de hace unos años por revendernos de vuelta aquellos alimentos a los que antes despreciábamos, y a revalorar los cubios y el chicharrón a partir de los postulados de Kendon McDonald, sigue en avanzada.
Gracias a ello ha surgido una nueva especie de posudos para los que consumir manzana acaramelada con morcilla o caviar con emulsión de ajiaco santafereño son emblemas de sofisticación y pruebas de un saber superior.
9. La globalización (once more)
Muchos se han hecho seguidores de aquella secta en donde el único camino viable para la cultura es el de someterse a los dictámenes de las mayorías, a la manera de Fukuyama, quien declaró hace tiempo el fin del último hombre y el comienzo de una nueva era.
La gran verdad es que, tal como se dijo en el versículo anterior, la globalización, más que una dinámica participativa y ecléctica en donde las fronteras van desapareciendo y los saberes se entrelazan unos con otros, en perfecta y conveniente convivencia, es una norteamericanización disfrazada de heterogeneidades, gran mentira del mundo contemporáneo. Y la mayoría se lo cree.
10. Lo fashion
Si bien la moda, en el sentido lipovetskiano y también posudo del término merece ser objeto de consideración seria, todavía hay quienes tocan el tema con cierta ligereza irresponsable.
Me duele en consecuencia, tener que enristrarme en contra de quienes libretean a las presentadoras de ‘entretenimiento’ de nuestros canales nacionales.
Pero lo creo más razonable que hacerlo en contra de ellas mismas, quienes, la verdad, son más parecidas a títeres que a titiriteros.
11. El standup comedy
Por cortesía Andrés López, y de otra de aquellas jaurías de oportunistas, que cual bandada de gallinazos comienza a planear nuestros cielos en busca de algún cadáver insepulto del cual alimentarse, toda una nueva estirpe de aprovechados va emergiendo, parapetada en el inflado auge del género en el país, tratando de sacarle descarado partido.
Es una nueva raza de cuentachistes provocadores y de clase alta, liderada por la dupla Azcárate-Santo Domingo, secundada por otros más a quienes no mencionaré, y seguida de lejos por quienes, aunque sumidos en la mediocridad siguen haciendo sus mejores intentos.
12. Los realities (over and over again)
Para terminar el más manoseado de todos.
Desespera el seguir hablando de esta misma temática, ya tocada con largueza e insistencia por facultades de comunicación, espacios radiales, ómaresrincones, y demás líderes en educación y opinión carentes de otra cosa de la qué hablar.
Pero los formatos: invariables, monótonos y libres de inventiva alguna, siguen indestronables en su posición de monarcas de la parrillas de programación de nuestros canales, incapaces de aventurarse a inventar algo distinto a aquella fórmula, fiel testigo de su nula creatividad y de sus inexistentes intenciones por hacer algo distinto de aquello a lo que ya han comprobado exitoso. Y perdónenme por hablar del tema otra vez.
¿Alguien tiene otra idea?
Feliz fin de semana.
Que Dios los bendiga.
Andrés Ospina
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