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Aún sin recuperarse de la reciente desaparición de Rolling Stone Cono Norte y como un damnificado más de la triste diáspora mediática de los presentes días, El Blogotazo ha decidido ocupar el inmenso vacío dejado por tan sensible ausencia.

En un decenio en el que a casi nadie le importa el que éste vaya terminándose sin que nada ocurra. En un mundo despojado de sensibilidades, y enfermo terminal de amnesias y desafectos. En un siglo que ya hace mucho comenzó sin que aún comencemos a percatarnos, es perentorio empezar a trabajar en los urgentes balances de última hora.

Anticipándonos un tanto al final de la década, asesorados por un selecto equipo interdisciplinario de periodistas, etnomusicólogos, expertos en criminalística y gestores culturales, hemos decidido comenzar a hacer acopio antológico de lo mejor de la ya agonizante década inicial del siglo.

Señores lectores… Hagan caso omiso de los listados amañados de Shock y de La Caja de Resonancia. No presten atención a El Expreso del Rock ni a la poco objetiva crítica especializada.

Esta es la única, la quintaescencial, la antológica lista por excelencia de las más importantes canciones de un lapso histórico que, de no ser por nosotros, habría de ser condenado a quedarse sin historia. Aquí vamos…


10. Mi tetita (Wendy Sulca)

Esta hiperrealista y franca oda a las glándulas mamarias y al caudaloso lote de lácteos emanado con generosa prolijidad por el par de pechos pendientes de la humanidad de las eméritas mujeres que con su presencia tutelar pueblan el ubérrimo territorio de nuestra América Latina se constituye en un bello ejemplo de gratitud, fluyendo desde la aguda garganta de la precoz Wendy, «con tan solamente ocho años de edad».

9. El gato volador (El Chombo)

Un poco más antiguo que el resto de los temas que componen este listado, ‘El gato volador’ es una de las más bellas composiciones jamás concebidas por mente humana alguna. La riqueza semiológica y poética de la que su alegórica letra hace gala de ingenio, calidad interpretativa y trascendentalismo lírico y un aporte inigualable al largo historial de creaciones musicales inspiradas por la cultura felina, entre las que se cuentan el inmortal ‘Cats’ de Andrew Lloyd Webber, el ‘Love cats’ de The Cure, o ‘La gata bajo la lluvia’ de Rocío Durcal.

8. La quemona (Master Boys)

La larga frustración padecida por una insaciable dama harta de la parquedad e impericia de su legítimo esposo en el lecho conyugal la conduce por el lascivo sendero de la voracidad y los apetitos libidinosos desenfrenados.

Su señor marido, un pobre y laborioso hombre a quien todas las fuerzas se le van llevando el pan al hogar, llega en las noches exánime hasta a su residencia marital, suplicándole a su traicionera amada por un poco de cariño. Pero ella le responde con excusas débiles.

Aferrada como la que más a su mancebo de turno, a diario la traidora espera a que llegue la mañana para iniciar unas maratónicas jornadas de jodienda que se prolongan hasta el final de la tarde.

Pero más importantes aún que este dramático cuadro de plácido y adúltero concubinato son las palabras del octogenario abuelo al que alude el vocalista, cuyas últimas palabras son aquellas de ‘la mujer que es quemona siempre andan (sic) al garete, cuando ella lo quiere dar hasta en el filo de un machete’.

O cuando la protagonista de esta historia invita a su amante a ‘hacer cosas que nadie se ha inventado’, transformándose en una variante moderna y femenina del pionero Marqués de Sade. Con una prueba de semejante envergadura todavía hay quienes se atreven a cuestionar al reggaetón en su calidad de expresión cultural de altísimo refinamiento y valor literario.

 

7. Un nuevo amanecer (La Tigresa del Oriente)

Después de 40 años de proclamas pacifistas infructuosas. Después de un estéril y sobredimensionado mayo del 68. Después de tantos intentos fallidos por hacer de nuestra América Latina un bello reducto en donde paz y amor se disputen el liderazgo como sus dos virtudes fundamentales, desde las entrañas del suelo inca nos viene esta muestra de filantropía, altruismo, pero sobre todo de refinamiento y buen gusto.

El lujoso atavío de la cantante, el altísimo contenido social de sus letras y la penetración del mensaje en la conciencia colectiva de nuestros países son sin duda dignos de toda nuestra admiración. Inmejorable uso de la escala pentatónica, con reminiscencias orientales y vernáculas.

6. Yasuri Yamileth (Katherine Severino)

Al mejor estilo de ‘si no me querés te corto la cara’ y desde Panamá nos viene éste, uno de los más ingratos recuerdos procedentes del país ístmico al lado del de la pérdida del Canal, hace ya más de una centuria. La modelo y productora de radio Katherine Severino es la responsable de este sonado martirio auditivo del que aún los más sensibles no consiguen recuperarse.

5. My conejito (Los Conquistadores)

En la misma onda de Manimal, del Hombre Lobo, o de la Bloodhoud Gang y su ‘Discovery Channel’, ‘El conejito’ es otra de esas alegorías zoomorfas generadas por la imaginación realista mágica latinoamericana.

Pero es más que eso. ‘Mi conejito’ se constituye además en la entrada oficial de la poderosa comunidad económica andina, por la puerta grande al mundo del tecno ‘para todas las discotecas’. El maravilloso trasfondo de las letras, ya difícil de comprender, incluso para las mentes más agudas, alcanza el paroxismo con la exquisita coreografía exhibida en el video correspondiente.

4. Torres gemelas (Delfín Quispe)

Con uno de los más descarnados y fieles retratos de época, a la altura de los más antológicos manifiestos políticomusicales del tipo ‘El oro del Rhin’, ‘Whiter shade of pale’, ‘California Dreamin», ‘Wind of change’ o ‘Sandinista’, el agraciado Delfín Quispe consiguió confeccionar un manifiesto generacional de proporciones épicas.

La utilización de secuencias y de recursos electrónicos de avanzada, herederos directos del sendero marcado hace ya más de 30 años por Kraftwerk, no hacen más que reforzar los bríos de esta pieza maestra de la música latinoamericana, fiel hito de una era cabalística.

3. DMG (Pedro Blanco)

Con el mismo ímpetu con el que Carpentier en su ‘Reino de este mundo’, Lennon en su ‘Power to the people’ o algunos otros visionarios dieron testimonio de la emancipación de las minorías oprimidas, es este un relato desapasionado acerca de la realidad de los sistemas comerciales piramidales, y de la tozudez de un hombre, cuya condición de benefactor no ha podido ser aplacada, ni siquiera por la persecución aleve y descarada de las autoridades.

Aun desde la cárcel David Murcia Guzmán sigue siendo permanente fuente de ingresos para un sinnúmero de individuos y entidades colombianas, entre las que podemos destacar a los más importantes canales televisivos del país, RCN y Caracol, rebosantes de rating, gracias al héroe preso.

 

2. Cómo nos cambia la vida (William Domínguz)

Si los alzados en armas, los captores, los plagiarios y el resto de subversivos de grueso calibre llegasen a dimensionar los alcances del constante daño infligido a la patria, no tanto por privar a tantos seres humanos inocentes de su libertad, ni a sus familias de su presencia, sino porque en la fragua de nuestras selvas muchas de las víctimas llegan en su exasperación a componer exabruptos musicales de estas dimensiones, años haría que el conflicto hubiera sido resuelto.

Sometidos a indescriptibles suplicios, a condiciones extremas de maltrato y aislamiento, y a tensiones capaces de quebrantar de forma definitiva la salud mental del más valiente, algunos de los rehenes llegan, como en este caso, a experimentar extensos y horrorizantes episodios de delirio, de los que salen porquerías similares a la melodía en cuestión.

Fue bajo un cuadro dantesco parecido al descrito que el soldado William Domínguez, inspirado tal vez por Satanás o por la perversa alma en pena de Tirofijo, llegó a concebir el desafinado esperpento musical que hoy registramos.

Desde la selva ya la CÍA informa una impresionante ola de suicidios en cadena por parte de algunos rehenes sometidos a extensas audiciones del mencionado tema.

 

1. La fina (Fonseca)

Estropear de esa manera uno de los baluartes patrimoniales más importantes de nuestra música publicitaria no era tarea fácil.

Pero Fonseca, cuyo diploma de Berklee, junto a la legitimidad de nuestro Presidente-Candidato en el poder, es uno de los grandes enigmas internacionales por resolver, lo consiguió.

Así como Ordóñese de la Risa vivió a plenitud su vida falsa de bumangués con complejo de paisa, Fonseca hace lo propio con su farsante existencia de bogotano con complejo de costeño. Este imitador barato de Carlos Vives, a diferencia del simpático samario despojado por completo de talento, carisma o creatividad es sin duda uno de nuestros grandes orgullos patrios. El que cada nueva creación suya sea aún más mediocre que la anterior es sin duda el mayor de sus méritos.

Ahora los invito a proponer sus 10.

Que tengan un grato fin de semana.

Andrés Ospina
www.elblogotazo.com

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