Es lamentable el que gracias a las imaginerías de unos cuantos, creamos estar perdiéndonos de un gran concierto, cuya materialización objetivamente hablando sería muy lejana.

Aunque se precie de maliciosa, Bogotá es una ciudad inocente.

Habitada por unos ciudadanos ingenuos, convencidos –por ejemplo– de que el rehusarse a la realización de conciertos en el Estadio El Campín es un acto caprichoso, remilgado y egoísta de la Alcaldía y de los clubes locales de fútbol.

Una capital en la que elegimos a un alcalde desinformado, capaz de imaginarse que en el Simón Bolívar puede llevarse a cabo un espectáculo como el que U2 propone.

Con unos empresarios inmaduros, que al parecer creen, o que al menos están tratando de hacernos creer a todos, que los cuatro irlandeses están muy interesados en venir a Bogotá.

Con una prensa bisoña, –o tal vez escasa de noticias–, que pretende convertir a una insignificancia como la anterior en un pretexto noticioso.

Los errores

El error inicial consiste en pensar que ya todo está listo. Que los promotores locales ya han sostenido acercamientos serios y preacuerdos contractuales con las gentes a cargo de U2. Y que éstas, a su vez, han dado el visto bueno para incluir a Bogotá como una de las paradas del itinerario de su venidera gira mundial ‘si y solo si’ se aprueba la utilización del Estadio Nemesio Camacho El Campín para dichos efectos.

No hay que ser un vidente como para saber que eso no ha sucedido.

En consecuencia, casi con absoluta seguridad, U2 no va a venir a Colombia. Y eso es, en verdad una lástima. Porque los dublineses se perderán del ajiaco y del café recalentado con sabor a ceniza de los hoteles nacionales; de sentirse ‘como en casa’ en los pubs irlandeses que desde hace unos cinco años abundan en nuestra esnobista ciudad; o, aún peor… se privarán de responder los interesantísimos interrogantes de Claudia Gurisatti en La Noche de RCN y de los señores de El Gallo de Radioacktiva en alguna mañana fría.

¿Se imaginan a Pacho Cardona o a Montoya preguntándole a Adam Clayton en perfecto inglés si le gusta más ‘largo o corto’, si quizá le apetecería ‘templarle las cuerdas a Juanita Kremer’ o si lo prefiere como ‘timbre de buseta’ o como ‘huevo frito’?

¡Qué triste! Si en algún lugar Bono podría haber cantado ‘Where the streets have no name’ con verdadera propiedad, sin duda éste habría sido Bogotá.

Porque aquí las calles no tienen nombres. Tienen números. «Carrera Séptima. Calle 82. Calle 19». Quien no lo crea bien puede ir a preguntarle a un conciudadano promedio si sabe cuál es la Avenida Alberto Lleras Camargo o la Rodrigo Lara Bonilla.

Tal vez si alguno de los asesores de Uribe lo pusiera al tanto del efectista movimiento electoral que sería el brindar a su pueblo un ceremonial como ése a un país tan aporreado por su accionar monárquico, habría al menos un coeficiente un poco mayor de posibilidades de contar con ellos aquí.

Supongo que en poco tiempo habrán de organizarse marchas de protesta motivadas por la negativa de Samuel Moreno a prestar El Campín. Y que T-Shirt Lab y TuBoleta se amangualarán en inteligente alianza estratégica para rebajar en un 10% las entradas de quienes hayan adquirido en preventa la camiseta ‘oficial’ de la marcha. Y no es que me guste Samuel, ni que tenga motivos para defenderlo, pero es que…

Cuando desinformación y mentira son lo mismo

«Hoy Colombia está descartada en la gira (de U2) por América Latina», afirmó El Tiempo del domingo. La contrapregunta sería algo así como «¿Y cuándo estuvo nuestro país incluido dentro de los planes de los irlandeses?». El periódico citó además a Jordi Puig, director de eventos internacionales de la empresa, quien afirmó que los promotores de U2 anduvieron preguntando por Colombia, pero que se desanimaron ante el asunto del Estadio. Luego, con bastante ligereza el diario asegura que los más de 60.000 espectadores que «hubiesen ido al Campín se van a quedar con las ganas».

No sé si sea mala información o un problema generalizado de comprensión de lectura (de esos que se solucionan con uno o dos meses de terapia intensiva en IPLER). Pero hasta donde mi raciocinio me alcanza, aparte de esta supuesta mención a Bogotá hecha por los organizadores de la gira, como entre las muchas posibles estaciones del tour, no ha habido nada más.

¡Qué van a venir!

Sería oportuno apelar al realismo. Es bastante poco posible que Ocesa tenga el ‘músculo económico’ (para hablar en términos portafoliescos) como para traer a U2 hasta estos andurriales. Si Bogotá no pudo con AC/DC ni con Madonna, ni con Britney Spears hace algún tiempo… ¿qué nos hace pensar que sí podremos con los señores de los ‘Joshua Tree’?.

Ni Bono, ni The Edge, ni –lo que es más importante–, ninguno de sus manejadores, debe tener idea alguna de la polémica que en su nombre hemos entablado.

No puedo evitar reírme cuando entro a Facebook y me percato de la cantidad de iniciativas simplistas y vanas (infundadas, como la de ‘No más Chávez’, o absurdas como la de ‘Sí al préstamo del Estadio’) apoyadas por miriadas de desocupados incautos.

Creo que en el imaginario de muchos de los promotores de las cofradías virtuales ‘pro-Concierto de U2’, Bono está en su mansión irlandesa esperando a que Samuel Moreno diga que sí para estampar su rúbrica en el contrato y abordar su avión privado de camino a ElDorado.

Por cierto, la empresa mexicana con representación en Colombia lleva algún tiempo quejándose de que Bogotá anda excluida del circuito de grandes espectáculos en América Latina por no disponer de un escenario adecuado. Y eso es verdad. En la pugna, aparte de la quejumbrosa OCESA ya está también la Corporación Iberoamericana de Entretenimiento (CEI), sin que ningún resultado real luzca cercano.

El día que yo oiga o vea a algún miembro del grupo dublinense diciendo que pese a sus intenciones de venir a Colombia no podrán hacerlo en vista de la negativa a permitirles hacer uso del estadio de la 57, creo que esta polémica tendrá alguna justificación.

Algo en todo esto me hace devolver 15 años atrás cuando este mismo periódico anunció con lujo de aspavientos que Michael Jackson estaba planeando venir a Colombia.

¿Es acaso el no prestarlo un capricho egoísta?

Sería profesional, por parte de los medios, ofrecer una información más precisa, en el sentido de que el préstamo del Estadio El Campín para este concierto, y sus potenciales consecuencias, sí podrían constituirse en un verdadero atentado en contra de la integridad física del escenario.El asunto no es tan simple como celebrar una piñata en el jardín interior de la casa de los abuelos y luego llevar a cabo un incipiente partido de microfútbol.

En 2008 ‘The artist formerly known as Juan Esteban Aristizábal’ y el taumaturgo número uno del manejo de imagen en Colombia y Miami (don Fernán Martínez) plantearon la idea de hacer uso del Nemesio Camacho para una presentación del envigadeño. La Alcaldía, con cierta razón (y por fortuna) les dijo que no. El ‘terraplán’, especie de tapete protector para el césped del Estadio no fue suficiente, y Martínez, bastante bravucón virtió toda la culpa sobre las cabezas oficiales. «Es una decisión política de una alcaldía pusilánime que, para no seguir viendo cómo se deteriora su imagen, prefirió no exponerse a las críticas de parte de la prensa deportiva», dijo entonces.

Los pocos que hayan seguido alguna vez las palabras de El Blogotazo deben saber de la animadversión natural de sus líneas editoriales por los procedimientos demagógicos de Aristizábal y por las estratagemas populistas de Martínez.

Ya hace poco el señor Fernán sacó de su cubilete de mago del mercadeo la ingeniosa estratagema de poner a Aristizábal y a Bono a posar juntos en algunas fotos en medio de una supuesta ‘marcha contra la pobreza’, en Yokohama. En lo personal me sentí decepcionado. Siembre abrigué la esperanza de que Bono fuera más inteligente que Miguel Bosé y de que, en consecuencia, no se dejaría embaucar.

Pero aun así, con Bono y Juanes en la misma imagen, está claro que en el imposible caso de que la gente de OCESA tuviese la capacidad económica de contratar a U2, y que a esto se uniera el los miembros de la banda estuvieran dispuestos a venir, sería inequitativo dar un trato ‘VIP’ a unos y excluir a los otros. Lo digo para quienes siguen tildándonos de parcializados y ‘antipatrióticos’. Por cierto, pronto habrá ocasión de hablar del supuesto ‘antripatiotismo’ del que se nos culpa.

En verdad la cancha podría dañarse

Permitir el uso de El Campín para un concierto de ese tipo necesariamente implicaría (si es que queda algún resquicio de decencia, igualdad y democracia en Colombia) el ofrecer la misma posibilidad a cuanta empresa desee alquilarlo para fines similares, llámese esta Juanes, Elvis Crespo o U2.

Aun con mi corazón de rockero y de mal hincha (pues con dificultad podría mencionar uno o dos de los actuales jugadores en la nómina de Millonarios) debo aceptar que el Estadio está ahí para cumplir con la función para la que fue construido. Esto es… para hacer partidos de fútbol. A mí, como a la mayoría de seres interesados en las artes musicales y visuales me complacería ver a U2 en mi ciudad natal. Pero sacrificar al Campín no sería correcto.

Ante tal argumento saldrán algunos a declir que en otros países civilizados del mundo, estadios como el Wembley, el Maracaná y el Monumental de River son destinados con cierta frecuencia al uso de recitales masivos. Eso es cierto. El Camp Nou de Barcelona, por ejemplo, ha servido para deleitar a los catalanes con decenas de artistas de primer nivel en varias oportunidades.

Pero también lo es el que en todas las anteriores ciudades las condiciones son dramática y positivamente diferentes. El Wembley es utilizado tan sólo por la selección inglesa, o para partidos internacionales de copa.

Río de Janeiro y Buenos Aires tienen el Maracaná y el Monumental. Pero ni el uno ni el otro son los únicos estadios en sus respectivas ciudades. Y para reforzar el argumento, ni la una ni la otra han sido bendecidas con la cantidad de lluvias de Bogotá.

Aunque parezca poco importante, el clima estacionario hace más fácil el mantenimiento de una cancha de fútbol. Si El Campín llegara a sufrir los rigores de una muchedumbre de furibundos fanáticos del cuarteto saltando sobre su grama, Millonarios y Santa Fe tendrían, indefectiblemente, que partir hasta tierras tunjanas o llaneras para cumplir con sus compromisos balompédicos.

El asunto es –y lo digo con dolor de bogotano– que nuestra ciudad dista de tener las mínimas condiciones de infraestructura con la que cuentan las plazas mencionadas en el ejemplo.

Más allá de sus mediocres campañas y sus vergonzosos resultados, ambos equipos llevan casi 50 años cancelando (a veces cumplida y a veces incumplidamente, el canon de renta correspondiente al escenario en cuestión).

Algunos creen que la costumbre de utilizar un solo estadio, propiedad de las alcaldías, ayuntamientos o jurisdicción pública a cargo de un territorio es propio del tercer mundo. Pero eso no es así. En países como Italia o Alemania la Roma y la Lazio comparten el ‘stadio’ Olímpico. El Bayer Munich y el 1860 también juega bajo el mismo cielo. ¿Por qué, entonces, no debe ocurrir lo mismo en Bogotá?

Ya una vez, hace no mucho tiempo, por cuenta de un concierto organizado por La Mega del que (ni yo, que no voy al Campín desde un desafortunado Millonarios-Cali en las finales de 2004 quisiera acordarme) hubo que jugar un Chivas de Guadalajara-Santa Fe en medio de una cancha fangosa e irregular, cuya profundidad habría sido ideal para la navegación de embarcaciones de gran calado.

Quienes vean la oposición al préstamo como un embeleco infundado deberían contemplar algunas escenas del accidentado encuentro, aquí…

 

Dudo que Millonarios o Santa Fe, como están las cosas, hagan parte de las finales del rentado. Y ya difícilmente Bogotá volverá a ser la sede de la ya cuasieliminada Selección Colombia. Pero eso, por más ira que provoque, no justifica someter al Estadio a tan costoso riesgo.

Ahora que lo pienso, y muy a propósito me vuelvo a sentir indignado por la monumental mentira de la inviable construcción de un ‘Estadio Azul’, con locución de Kennedy Delgado incluida, venida de manos de quienes no han podido ni siquiera procurar una campaña decente para el equipo. Siempreconusted tuvo la gentileza de dejarlo a nuestra entera disposición vía YouTube (no U2).

El alcalde ingenuo

También le vendrían bien al señor Alcalde algunas nociones básicas acerca del mundo del espectáculo. El ofrecimiento del Parque Simón Bolívar es tan absurdo como lo son los reclamos de quienes se molestan por la negativa con respecto al asunto de El Campín.

El espectáculo de U2 fue concebido para estadios, de dimensiones circulares. En cuanto a lo anterior, como es lógico, no hay concesión que valga. Los diseñadores gráficos de El Tiempo perdieron ‘el tiempo’ elaborando infografías para demostrar lo obvio.

Aunque el mundo de la música esté lleno de absurdos y paradojas como los ‘unpluggeds eléctricos’ o el ‘Rock en Río’ de Portugal, el Simón Bolívar no es (ni siquiera bajo esa lógica) un escenario apto para una gira cuyo mayor atractivo es, por cierto, el aquello de los 360 grados.

Los suplicantess de Facebook

El argumento de uno de los grupo de Facebook es, incluso, irrespetuoso para con la mayoría de hinchas apacibles al utilizar como uno de sus motivos para reconsiderar la decisión el que «el Campín es foco de heridos y a veces de muertos». Porque aparte de tales hechos lamentables, provocados por las minorías también lo es de alegría semanal para cientos de miles de bogotanos. Bogotanos que con su asistencia semanal al lugar ayudaron a financiar los altos costos de la reparación de la grama en 2007. Lamento reconocerlo, pero en este caso el opositor, cuya comunidad no se actualiza hace casi un año y cuyos miembros con dificultad alcanzan a igualar la décima parte de los del contrario,  tiene algo más de razón.

Para conmover un tanto más a los funcionarios del IDRD acompañan su proclama de una foto de Bono en un gesto digno de alguna tarjeta de felicitación de Timoteo y el cursi mensaje de: ¡Ayúdanos a estar en Bogotá! ¡Necesitamos El Campín!

Como si eso no fuera ya lo suficientemente ridículo, la gran propuesta del grupo es que cada uno de los 45.000 asistentes al imposible concierto pague 10 dólares de más, lo que sumaría un gran total de 900 millones de pesos. La cifra no suena despreciable. Pero no es nada comparado con los 16.000 millones de pesos que hace ya dos años tuvieron que ser desembolsados por concepto de reparaciones locativas al único templo de fútbol verdadero en Bogotá.

En lugar de dividir a la ciudad en dos facciones. Una de rockeros y la otra de fanáticos del fútbol, y de pensar que estos últimos son una especie egoísta de retrógradas violentos e ignorantes que no saben de música, sería saludable el que todos nos uniéramos para exigir a la Alcaldía el cumplir con la promesa largamente aplazada de construir un escenario decente para la realización de conciertos. Hay fanáticos del fútbol a los que les gusta el rock y hay fanáticos del rock a los que les gusta el fútbol.

La teoría de El Blogotazo es que con o sin Campín prestado U2 no habría de venir, cosa que sin duda no podemos comprobar.

En lugar andar sumándose a la estirpe de lastimeros en defensa del miope y cortoplacista argumento de «sí al préstamo de El Campín para U2» y de andar estereotipando al fútbol y a sus hinchas como a un hábito y a una estirpe de truhanes, el público bogotano y los fanáticos de la música deberíamos exigir una solución verdadera.

Hasta que eso no ocurra dudo que U2, los Rolling Stones o Paul McCartney tengan intenciones de venir. Ojalá algún día haya quien pueda callarnos la boca a los incrédulos. Por lo pronto seguiremos alineados del bando de los escépticos.

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