Que yo sepa –aunque tal vez ello se deba a mi condición de confeso desinformado– muy pocos medios o individuos se han ocupado de reparar en ello.
Así es. Tal vez por omisión deliberada o consciente, o porque en definitiva el hecho terminó por parecernos falto de importancia a todos –esclavizados por el ritmo afanoso del aplastante tren subterráneo, veloz y sin ventanas de los tiempos que corren– el que la primera década de este siglo esté terminándose se volvió irrelevante.
¡Pero esta década se está acabando! Aunque a nadie le interese.
Los primeros 10 años del principio de este siglo; La era opaca; El decenio sin nombre está viviendo los últimos días de su extensa agonía. Y lo llamo así porque si bien es fácil hablar con facilidad de los 80, de los 20, de los 50 ó de los 90, no lo es tanto el hacerlo de los 00. ¿O sí?
Aunque mi memoria guarda algunos recuerdos remotos del final de los 70 (con los escasos tres años que mi haber tenía para el término de esa lejana década), tales como la emisión de programas en blanco y negro o el terremoto de Pereira, o de Radio Fantasía en los 1.550 kilohertz del AM (cuando Caracol Stereo y la Radiodifusora Nacional eran dos golondrinas tratando de hacer verano en el espectro del hoy sobresaturado FM) estaría mintiendo si dijera que mis memorias son claras en cuanto a la relevancia que en aquel lejano 1979 se dio a la culminación del decenio post Beatle.
Pero hay algo de lo que sí puedo hablar con convencida propiedad. De todos los decenios de los que mi ya treintañera existencia ha sido testigo, aquel en el que recuerdo mayores despliegues, efemérides, recuentos, memorias, testimonios y memorabilias relacionadas, sin duda éste fue el de los 80.
Paradójico aquello de que el fin de década más celebrado, o por lo menos más sonado, fuera precisamente el de aquella a la que todos adjetivaron en su momento como ‘perdida’.
Con el patrocinio de Pepsi (la supuesta decisión de una nueva generación, que hoy ya tiene poco de nueva, pues sus más jóvenes miembros estamos por la mitad de los 30) Súper Stereo 88.9 (a su vez la hegemónica estación de radio entre los jóvenes que habitábamos la Bogotá de entonces), realizó un extenso especial, destacable desde el punto de vista periodístico bajo el sugerente nombre: ‘88.9 y Pepsi: Testigos de los 80’.
Era un excepcional documento testimonial en capítulos de una hora, con el que se iba recorriendo (apoyados en el uso de grabaciones, de archivos de audio y de las voces de Andrés Nieto, Diego FM, Hernando Romero Barliza, Jorge Marín, Carlota Mayo Larrotta y Fulgencio Cabeza Manotas) cada uno de los años que conformaron esa era (hoy manoseada por los aburridos conceptos de ‘nuestra generación’ y por los bares nostálgicos del tipo Full 80’s. Me gustaría tener tales grabaciones en mi colección. Pero incluso yo mismo las borré, suponiendo que algún día sería fácil recuperarlas.
Y hubo más. En los 80 los noticieros De las 7, Cinevisión, 24 Horas y demás realizaron sus respectivos balances. Radioactiva (sin k) y su ‘dream teams’ de Villalobos, Titos López, Gabrieles de las Casas y otros más recabaron en su propia historia, e incluso el bueno de Daniel Casas C hizo su respectivo especial de temporada en Todelar Stereo, bajo el título, un poco obvio de ‘Resumen de los 80’. Los periódicos El Siglo, La Prensa, El Tiempo y El Espectador publicaron también sus efémerides decembrinas fascimilares año a año.
El final de los 90, por su parte, fue sin duda opacado por el hecho mucho más trascendental y cabalístico de asistir no sólo al fin de una década, sino al de una centuria entera, por lo que los reflectores fueron enfocados por completo en el tema de la culminación del siglo XX.
Los periódicos y estaciones de radio despacharon las cápsulas, suplementos y fascículos de rigor, y llamaron a Manolo Bellón para hablar de música, a José Clopatofsky para hacer sus acotaciones sobre mecánica automotriz, a Bernardo Hoyos para enseñarnos cultura, y a Diana Uribe para contarnos todos los demás. Porque al parecer, los cuatro anteriores, sumados a unos más, son para la inconsciente conciencia colectiva nacional las únicas voces autorizadas para opinar sobre cualquier cosa en el país.
Ahora, cuando un solo presidente acaparó el 70% del tiempo durante los 10 pasados años. Cuando Colombia parece haber retrocedido en la vasta mayoría de los distintos conceptos que podrían servirnos como patrón de análisis a la hora de saber en dónde y cómo estamos.
Cuando dos generaciones y media ya perdieron el hábito de ver a nuestro seleccionado nacional corriendo tras un balón en las sacras canchas de un campeonato mundial de fútbol. Cuando el imperio de lo efímero y la banalización de nuestro pensamiento parecen ser el discurso hegemónico.
Cuando la shakirización, la derechización, la juanestebanaristizabalización, la furibización y otra buena cantidad de neologismos han llegado para entristecer el repertorio de términos por lamentar en nuestra historia, nadie se detiene en resúmenes, compendios, bitácoras y recapitulaciones.
Tal vez ya la vida y el cronograma vertiginoso de nuestros días angustiados no nos den tiempo a reflexionar ni a preguntarnos qué demonios hacemos con los años y hacia dónde nos ha llevado ese destino caprichoso que es la historia, también a expensas del tiempo, capaz de borrarnos a todos nosotros y a nuestros recuerdos con sus dedos prodigiosos e implacables.
Y así se nos fue una década, sin que nadie diga nada. Con este sabor triste a eterno retorno del que alguna vez habló De Espronceda. Con esa misma lamentable vocación de olvido se nos fugarán otras más. Llegando, huyéndo y desvaneciéndose. Como ésta, a la que vimos marchar sin homenajes, quizá porque no se los merece. En remolino eterno, como nosotros mismos.
Únase al grupo en Facebook de El Blogotazo, aquí
El Blogotazo
www.elblogotazo.com
andres@elblogotazo.com