A no ser que nos vayamos en forma prematura, los representantes de mi generación y de aquellas cercanas, habremos de vivir más de la mitad de nuestras vidas metidos en un siglo al que no pertenecemos. Al que nos sentimos ajenos. Del que ya distamos, por lo menos en 20 años.
Para quienes son más jóvenes, aquellas cosas con las que crecimos son trebejos . Circulan las manoseadas cadenas de correo en las que se señala cómo nuestros referentes de infancia y adolescencia han ido envejeciendo a la par con nuestras propias vidas.
Y lo que es peor, nosotros -mucho más sometidos a los desamparos del tiempo que los objetos inanimados- habremos de hacernos viejos al comienzo de una nueva centuria, cuyas dos primeras décadas -como siempre suele ocurrir- carecen, en muchos sentidos, de nombre e identidad.
Nunca me lo planteé por entonces, pero tiene mucho de cierto. Cuando el siglo XX culminó, yo llevaba a cuestas 24 años. Por tanto, si mi esperanza de vida se acerca -como así quisiera que fuera- a los 100, tendré que vivir una cuarta parte de mis días metido en un momento de la historia al que no pertenezco. Lo digo con todo y mi complejo de Germán Arciniegas.
Ello conduce mi reflexión en otros sentidos, aún más desconcertantes y desesperanzadores, de los que me cuesta hablar con quienes son más jóvenes, porque no les importa o porque no lo entienden.
¿Cómo se llama la primera década de un siglo? ¿Los 00? ¿Cómo se llama la segunda? ¿Los 10? Triste es decirlo, pero los años de un siglo comienzan a adoptar un nombre tan sólo al comenzar la tercera década del mismo. Ello lo demostró el siglo XX.
De tiempo atrás me he envuelto en serias discusiones alrededor de un tema en el que parece imposible alcanzar consenso. Se trata del momento en el que comienza una década. Hace un año protesté por el mutismo de la humanidad alrededor del final del primer decenio del siglo. Hoy, 31 de diciembre de 2010, vi algunos mensajes vía Twitter en los que se daba la bienvenida a uno nuevo; periodo que para mí comenzó hace un año.
Los puristas de las cifras me hablaron de que los decenios culminaban el 31 de diciembre de los años terminados en 0. Si bien el asunto es lógico desde la óptica gregoriana, siempre he sentido que, en materia de cultura popular ‘Billboard’, ‘Rolling Stone’, y algunas otras publicaciones encargadas de dar cuenta de los acontecimientos históricos se encargaron, al menos a partir del siglo XX, de cortar cada década al final del año terminado en 9.
La costumbre, que como bien lo señalé, es ‘matemáticamente incorrecta’, resulta muy oportuna en términos históricos, en el mismo sentido en el que la fecha límite para ingresar al listado de nominados a un premio determinado suele tener lugar en una fecha distinta al 31 de diciembre. Así las cosas, por ejemplo, ‘Let it be’, de los Beatles es un álbum de los 70.
Cuando la extinta 88.9 Súper Stereo (hoy reducida a www.superestacion.fm) celebró, al término de 1989 el portentoso especial ‘88.9 y Pepsi: Testigos de los 80’, con la magnífica investigación periodística de Rodolfo Ovalle (especial que por cierto no parece haber sido guardado por nadie distinto a mí, que también lo borré, por allá en 1994, en un acto de absoluta irresponsabilidad histórica), nadie protestó por la imprecisión cronológica.
El primer número 1 de los 80 del siglo XX (y nótese que ya para efectos de exactitud hago alusión a la centuria exacta, fue pues) ‘Please don’t go’, de KC & The Sunshine Band, que entró a listas el 5 de enero de 1980. El último, ‘Another day in paradise’ una de las más manidas creaciones de Phil Collins, que ingresó el 23 de diciembre.
De un tiempo para acá @owai (el buen Pepe Plata) un querido amigo personal y trinador compulsivo ha venido señalándonos, tal vez para atizar el fuego de nuestra depresión soterrada, que cualquier cosa nacida en los 90 tendrá, a la vuelta de unos pocos días entre 2 y 11 años.
Triste verdad la de ver cómo, de hecho, muchos seres nacidos dos décadas después de nosotros ya son padres de familia consagrados o profesionales exitosos, y que estos años se nos fueron esperando a que la suerte decidiera escalafonarnos mejor en su lista de espera. Pues bien: ya va un año de una primera década a la que algunos vaticinan apocalíptica, sin saber cuándo comenzó.
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