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Lo que las bandas no deberían decir sobre sí mismas en sus spaces.
 
El ocio cibernáutico y la intención de ver algo nuevo, algo que nunca llega, me llevan cada determinado tiempo a visitar los MySpaces de agrupaciones musicales jóvenes en las que militan quienes podrían ser mis sobrinos, si es que los tuviera, o mis hijos, si es que me hubiera convertido en padre prematuro a los 15, o mis hermanos menores.
 
Internet democratiza, y aunque se haya dicho más veces de lo necesario, tiene la virtud de acercar, por ejemplo, una banda de Caparrapí a su potencial público en Marruecos, o una de Tel Aviv a quienes pueden convertirse en sus fans ocañeros.
 
No importa si siguen siendo los Fonsecas y los Cabas y los Juanes, y la horda pululante de tropipoperos, quienes se llevan la mejor parte del pastel radial, político y discográfico, y que la masa siga delirando por conseguir sus ringtones a 3.000 pesos descarga.
 
Pero por ahora creo justo dejar que los tropipoperos, y Juanes y Shakira duerman su injusto sueño, después de la faena del 20 de julio, y que volvamos nuestra atención a quienes, en condiciones de inferioridad numérica y presupuestal, van en busca de sobreaguar con dificultad en medio de estas nuevas condiciones de promoción, divulgación y distribución, planteadas por la red.
 
Y es que en medio de este océano de bondades y alborozo ante las novedosas perspectivas musicales del momento  me entristece leer los clichés, frases de cajón y los lemas manidos a los que los artistas en mención suelen acudir  a través de sus myspaces, tal vez en busca de una forma de autopromoción legítima aunque desacertada.
 
Que su propuesta neometal o neopunk se constituyen en el mayor aporte a la música contemporánea desde los tiempos de Kurt Cobain.
 
Que pertenecen al género alternativo, cuando desde hace mucho esa expresión perdió todo significado, si es que alguna vez lo tuvo.
 
Que su música se mueve en un amplio espectro de fusiones que involucran elementos locales salpimentados con ingredientes de brit e indie pop.
 
En síntesis, una suma de recursos que aunque bien intencionados, no son nada distinto a nuevas incursiones en el aburrido y caricaturizable mundo del lugar común.
 
Lo anterior me ha llevado a elaborar un listado (¡sí!: uno más!) acerca de las inoriginalidades y repeticiones con las que a diario nos encontramos los habituales visitantes del micromundo de bandas y proyectos de música que flotan en el ciberespacio criollo. Todas ellas serán citadas en forma literal. Las más comunes son, por tanto…
 
 
1. “La banda colombiana con mayor proyección ‘a nivel’ internacional”.
 
Aparte de la incorrecta utilización del ‘anivelismo’, la frase suena a reminiscencia del discurso enarbolado desde hace 40 años por Jairo Alonso, Alfonso Lizarazo, Jorge Barón y Magda Egas.
 
Lucho Bermúdez, Óscar Golden, Claudia de Colombia, Ship y Kronos fueron también en su momento “las bandas colombianas con más proyección ‘a nivel’ internacional. ¿No habrá llegado la hora, tal vez, de inventarnos un nuevo credo?
 
2. “Una propuesta original e innovadora”.
 
No hay inoriginalidad más grande que la de autodefinirse como original. Además, si el mundo está tan lleno de propuestas originales ¿no sería en tal caso más original ser inoriginal?, digo yo.
 
3. “Nuestra música está dirigida a un público amplio con gustos eclécticos y heterogéneos”.
 
Suena pretencioso e impreciso. Desde mediados de los 60, cuando ser ecléctico y heterogéneo se convirtió en el grito de batalla de una generación, han sido muchos los que, bajo este pretexto han sacado provecho del gusto cambiante de la humanidad y han conseguido granjearse una buena posición como toderos de la música.
 
De ello podría hablar con largueza Tulio Zuluaga, quien en escasos cinco años de carrera fue del vallenato a la balada, rosando de cerca el tecno y otra decena de ritmos más.
 
4. “Con un sonido cercano al género alternativo”.
 
Con la impericia a cuestas, muchos siguen creyendo en la existencia de un género ‘alternativo’, como si la expresión no fuera conceptualmente impropia, y anacrónicamente cursi.
 
Cuando en los tempranos 90 (es decir hace 18 largos años) la expresión se hizo popular, ésta era utilizada (y ya de forma inadecuada) para aludir a aquellas producciones independientes sin cabida en la radio de entonces. No obstante, Nirvana, Stone Temple Pilots, Violent Femmes y otros alternativos de entonces se convirtieron en parte del budín radial del momento.
 
Otros lo emplearon para englobar cualquier expresión experimental en la que se manifestaran intenciones de explorar tendencias, sonidos, conceptos o elementos novedosos. Desde ese punto de vista, y con antelación a 1993, ya habían existido iniciativas que concordaban con tal descripción. Frank Zappa Captain Beefhart, o Robert Wyatt fueron alternativos.
 
Ahora “género alternativo” es el parapeto de una buena cantidad de payasetes que, al encontrar una expresión apropiada para caracterizar su estilo, deciden enmarcarse dentro de una pretendida alternatividad, que no existe, en tanto no define un estilo experimental de música ni una marginalidad mediática.
 
 
5. “Un sonido difícil de describir, incluso para los mismos integrantes”.
 
Se cuentan por millares los artistas incapaces de describir su estilo. Si el mundo está lleno de tantos. Y si esos tantos lo han dicho y hecho tantas veces, y no siempre con resultados venturosos. ¿Para qué seguir diciéndolo una y otra y otra y una vez? ¿Acaso la música no debe contar con la contundencia necesaria como para no requerir explicaciones ni aclaraciones?
 
6. “Consiguiendo posicionarse en los principales listados de las emisoras más importantes del país”.
 
Dos cosas son reprochables de esta expresión:
 
En primer término el paradójico hecho de que aquellos que han “conseguido posicionarse en los principales listados de las emisoras más importantes del país” suelen hablar de sí mismos como “alternativos” (favor remitirse al punto 4).
 
En segundo el que, lejos de constituirse en una buena carta de presentación o de hablar bien de quienes han conseguido el prodigio de figurar en las emisoras más importantes del país, ello es algo que, dada la mediocridad rampante de los listados y estaciones de radio en la Colombia de hoy, genera más sospechas que confianza.
 
 
7. “Nuestra propuesta es replantear los esquemas de la música nacional”.
 
Además de vanidoso suena gigantista e imposible. La historia de fracasos musicales está saturada de quienes alguna vez intentaron replantear tales esquemas. Aunque el objetivo sea ambicioso y legítimo, preferible es que quienes están por emprenderlo se lo guarden hasta tanto sean otros quien hablen de eso y no las bandas mismas.
8. “Una banda al tanto de las tendencias contemporáneas sin olvidar las influencias retro
 
Hombre: Seamos sinceros. Hay verdades que, por verdades que sean, dado el infinito número de veces en que han sido pronunciadas terminan por convertirse en manoseados caballos de batalla en los que nadie creen ni se interesa. El de ‘tener presentes a los clásicos, pero siempre mirando hacia adelante’, es precisamente un comentario de esa índole.
 
9. “Una música en permanente evolución”
 
Cae en la obviedad. Todo proceso creativo está mediado por una permanente evolución, aunque en muchos casos esta obre en sentido inverso a la calidad. De cualquier forma la aclaración está de más.
 
10. “Música siempre fresca y original”
 
Repetimos: No hay nada más marchito e inoriginal que el hablar de sí mismo como fresco y original.
 
Corolario:
 
A la misma estirpe de descripciones evitables pertenecen aquellas de “su propuesta ha logrado ser ampliamente acogida por una gran diversidad de oyentes”, “una banda con alta compenetración entre sus miembros”, “un público que varía tanto en edad como en gustos musicales”, “hemos tocado en las principales ciudades del país”, tenemos “composiciones diversas y experimentales” o “una fuerte puesta en escena que impacta”.
 
Un concepto más: No entiendo porqué aún hoy seguimos aferrados al recurso de la K, como una forma de hacer lucir algo más exóticos los nombres de bandas y empresas locales, así: Ekhymosis, Solokarina, Karkoma, y demás, como si no hubiésemos salido de los viejos tiempos de “tu cuerpo pide Konga”.
 
Me voy por hoy…
¿Alguien tiene algo que añadir?

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