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Con esta entrega damos fin al juego de adivinación iniciado hace dos días.
 
Los resultados de la edición anterior son como siguen.
6. Francisco Maturana (Perder es ganar un poco); 7. Antanas Mockus (El croactivo); 8. José Gaviria —sí, con tilde en la “é”—; 9. Alejandra Azcárate (Infómana); 10. Carlos Montoya (El planeta rock).
 
Repito hasta la náusea las bases del asunto. La idea es acomodar las cinco descripciones siguientes con cinco personajes de la vida pública nacional.
 
Las respuestas estarán mañana a disposición del público en general. De nuevo gracias a quienes se han tomado el oneroso trabajo de participar.
11.
 
Se ha perpetuado con terquedad en el poder, como muchas estrellas de la radio, de seguro porque según los directivos de la cadena radial para la que trabaja no hay quien pueda superarle. Es soberbio e insoportable, y aún así sigue conquistando audiencia para su emisora.
 
Su pésimo gusto musical, eclécticamente pobre, ha quedado estampado en casi todas sus empresas, la mayoría exitosas. Desde los tiempos lejanos de su miniteca hasta la actualidad es, como la mayor parte de mandos medios, sumiso con sus superiores y altivo con sus inferiores. Ha sido considerado por muchos como el gran zar de las radioestaciones jóvenes en el país.  
 
Sus habilidades y su olfato comercial son innegables, y son méritos considerables a su haber la fama y el grado de influencia que ha ejercido entres sus oyentes. Después de todo, su ingenio ha sido capaz de sostener a un sistema de estaciones radiales en un buen lugar, y eso no es nada fácil.
 
12.
El hombre con más suerte en la historia de la vida política nacional. La Presidencia de la República se le apareció un día por triste coincidencia del destino.
 
Desde ese momento no ha sabido desaprovechar momento alguno, y es así como se ha convertido, incluso después de su gobierno, en el ejecutor por excelencia del neoliberalismo desbordado.
 
Es soberbio y autosuficiente. Fue el autor de esa monstruosidad en su momento conocida como “la apertura”. Su gabinete, encabezado casi en su totalidad por sus maestros lacayos, condujo al país a una de las peores crisis monetarias de su historia.
 
El manejo de imagen durante su período fue impecable, pese a las muchas fallas de la misma.
 
13.
 
Dicen los genetistas que caracteres notorios como la inteligencia se saltan una generación. Ella parece comprobar tal teoría.
 
Peor periodista que presentadora, ha tenido la fortuna de ser acogida por los medios casi desde el inicio de su injustamente exitosa carrera iniciada tras el fallecimiento de su padre.
 
Carece de la brillantez suficiente como para dar interpretación a suceso alguno de los muchos acontecidos a diario en Colombia. Como la mayoría de seres impertinentes suele lanzar sus pobres opiniones a los cuatro vientos; y lo que es peor, goza de afecto y credibilidad entre los televidentes.
 
Es la prueba viva de que sin talento y con un limitado raciocinio es posible llegar lejos. El desparpajo y la habilidad con que maneja las cámaras van en proporción inversa a sus capacidades.
 
14.
 
 
Como todo buen conspirador hambriento de protagonismo y poder, sólo abre sus fauces para comer en la mesa en donde el poderío se reclina o para calumniar a quien se interponga entre sus ambiciones y su propio ser.
 
Es la versión cincuentona de un niño malcriado, de un delfín, siempre presto a retaliaciones y pataletas amparadas en la soberanía y la transparencia que se supone deben reinar en Colombia.
 
Su pobre desempeño como presidente fue maquillado por sus habilidades cosméticas como presentador. Gracias a éstas y a sus innegables dotes de relacionista público ha conseguido hacerse a un buen nombre entre sus seguidores, a la vez que ha alcanzado horizontes de relevancia en el ámbito político internacional.
 
Dejar de reconocer que es un líder nato y un hombre con carisma serían dos errores imperdonables.
 
15.
 
Llamado Julito por sus desconocidos. Ligero, arribista, humillativo y maniático, es el clásico ejemplo de la doble faz de la que un hombre puede hacer uso en su afán por mostrar su mejor rostro (o su mejor palabra) ante la humanidad.
 
Es un atizador de fuegos parcializados. Un egocéntrico en el completo sentido de la palabra y un muy mal jefe. Hostil, parco y cortante con los oyentes que indignos se atreven a comunicarse con él. La manutención de su figura decorativa consume un alto porcentaje de la nómina de Caracol, lo que se compensa con los paupérrimos sueldos que reciben sus inferiores, quienes no obstante, le guardan respeto y se prosternan ante la mención de su nombre.
 
Es, por encima de todo, el más hábil comunicador de cuantos guardan vigencia en nuestros medios y ha sido dotado de una envidiable voz.
Ahora se trata de participar…

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