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A veces, cuando estoy gravemente alojado en la casa de la nostalgia, me pregunto en un triste tono de incertidumbre qué será de quienes como yo llegamos a la tierra a mediados de los 70.

Quisiera saber en dónde están; quisiera hablarles como un contemporáneo amigo; quisiera preguntarles en qué ocupan sus días, qué hay de sus relaciones sentimentales, de sus familias, de sus vidas, de lo que un día fueron sus sueños.
 
Miro a cada punto cardinal y me cuesta encontrarlos. Como si atemorizados por el transcurso imparable del vivir diario hubieran decidido esconderse en alguna cripta sellada.
 
Para ellos. Para quienes como yo crecieron en Bogotá,  han entrado en los tempranos 30, y comienzan a sentir los rigores del anacronismo va este testimonio acerca de 40 cosas que alguna vez nos acompañaron.
 
Podrían bien ser 30 ó 20 ó 10 ó cinco. Supongo que algo en mi mente quedó de aquella radio de top 40, y que esa es la justificación para el siguiente listado de memorias extraviadas en alguna parte de nuestros tempranos días.
 
Se quejarán muchos por la desmesurada extensión del texto, algo impropio en este tipo de espacios.
 
Pero de entrada me justifico en la necesidad de hacer descripciones pormenorizadas de cada uno, como si las letras fueran diminutos héroes de tinta y luz defendiendo a cada historia del olvido.
 
Aquí van…
 
1.                Las programadoras de televisión
 
Como consecuencia del nuevo orden televisivo, las mayores sacrificadas de la purga fueron las programadoras. Si se pudo hacer algo de televisión con cierta medida de calidad durante más de 40 años ello se debió precisamente al esquema de licitaciones en cabeza de éstas.
 
Tiempos aquellos los de Promec, Producciones Jes, Do Re Creativa Tv, Punch, Eduardo Lemaitre, Cenpro, AMD Televisión, Cinevisión, 24 Horas, Datos y Mensajes, Gegar Televisión, Coestrellas y demás.
 
Como quedaron las cosas el único sobreviviente de la debacle mediática fue Jorge Barón, condición que más allá de la cuestionable calidad de sus espacios, no le resta mérito alguno.
 
2.    Los camiones repartidores de bebidas gaseosas a domicilio
 
Recuerdo aquellos días en que Postobón y Coca-Cola desplazaban flotillas enteras de camiones con el fin de entregar a cada hogar su correspondiente ración de gaseosas.
 
Eran momentos gratos en los que la familia entera se congregaba en torno a las canastas del no obstante malsano líquido.
 
Por alguna razón este servicio fue abolido hace al menos 10 años.
 
Referescantes bebidas como la Castalia Cristalima también abandonaron el mercado.
 
 
3.                La Pizza Nostra, el Burger King
 
Con la reciente llegada de los puestos ambulantes de pizza, y la informalización del negocio, además del arribo de nuevas entidades bastante más modernas y especializadas en la rápida entrega del producto a sus clientes, lugares como la legendaria Pizza Nostra desaparecieron.
 
¿Qué bogotano no recuerda las inolvidables tardes de desmesuradas faenas gastronómicas en el palco frente a los bolos de Unicentro?
 
¿Quién no consumió alguna vez las suculentas malteadas elaboradas en donde la cosa era ‘nostra’?
 
¿Cuántas veces no recibimos descuentos avalados por la membresía del club de cumpleaños de la hoy inexistente empresa? Es una lástima.
 
El caso más lejano de la franquicia del Burger King con sedes en el Ley de Unicentro y la Calle 98, también es cosa triste.
 
4.                Las series telefónicas
 
Hace algunos años, hasta el advenimiento de la telefonía inalámbrica y de otros proveedores del servicio, entre ellos ETB, la colonialista EPM, Capitel y Libre, era fácil determinar la ubicación de una línea telefónica a partir de los tres dígitos iniciales de la misma.
 
Estaba claro que si el número se iniciaba con 245 la mencionada línea era de Palermo o Teusaquillo; o si comenzaba con 214 era de Santa Bárbara; o si era encabezada por 249 pertenecía a la localidad de Chapinero.
 
Ahora, en un mundo telefónico plagado de cuatros, cincos y sietes el panorama es indefinible.
 
 
5.                Los productos Chambourcy
 
Chambourcy era sabor y confianza. Cierta vez le hablaba a alguien de 20 años de edad acerca de la desaparecida industria de lácteos. Me dijo que el nombre le parecía espantoso.
 
Entonces me di cuenta de lo difícil que sería transmitir a un joven las diarias repercusiones de la empresa en nuestras loncheras infantiles.
 
¡Cómo olvidar el yogurt Chamito! ¡O mejor aún! El Flanby. Esa suerte de budín acaramelado con forma de molde, que travieso se desprendía de su recipiente al accionar una pestaña dispuesta para tal fin.
 
Su hijo bastardo: El Bon Flan.
 
 
6.                La banca tradicional
 
Por causa de fusiones, alianzas y diversas movidas bursátiles difíciles de precisar, y en lo que puede ser considerado como un acto de irrespeto a la tradición bancaria de antaño, nombres como Banco de Colombia, Concasa, Banco Cafetero, Ahorramás, Banco Ganadero, BIC, Conavi, Bancoquia o la Caja Social de Ahorros fueron modificados por otros  menos sonoros que los originales.
 
 
7.                Colcultura
 
Simbolizado por un búho, el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura fue uno de los sacrificados entes, con motivo del naciente Ministerio. Fue el inicio de la burocratización del tema cultural en el país.
 
8. Inravisión
 
El Instituto Nacional de Radio y Televisión, entidad que dio lustre a la chica pantalla murió de inanición, desangrada por la corrupción administrativa, una Comisión Nacional de Televisión incompetente y un sindicato egoísta con visos de sanguijuela estatal. Declarado inviable por la ministra de Comunicaciones, Martha Pinto de Hart, con Inravisión murió gran parte de los mejores años de la televisión en el país.
 
9. Los productos Jack’s Snacks
 
Las horas inolvidables de loncheras abastecidas con los productos del ‘cocinerito’, los originales Chitos, que de originales tenían poco, los Quesis y las un tanto más nuevas papas Jack’s fueron reemplazadas por los menos románticos productos de Frito Lay.
 
10. Discos Bambuco
 
Nunca volvieron a verse las bolsas oscuras albergando discos de vinilo adquiridos en los almacenes Bambuco. El clásico logotipo de la guitarra y los tradicionales almacenes de Unicentro y la Calle 92 se marcharon para abrir paso a nuevas cadenas discográficas, caso este el de la irónicamente denominada Tango. De los ritmos de las planicies y montañas de Colombia nos fuimos a los aires argentinos.
 
11. Los cines de barrio
 
Ástor y Royal Plaza, Embajador, Autocine El Lago y Faenza, son nombres que poco dicen a los cinéfilos menores de 15. Con la llegada de los impersonales, pequeños, aunque bastante más acústicos múltiplex,  la oferta cinematográfica creció a la vez que se firmaba la sentencia de muerte a los solemnes escenarios filmográficos de antaño.
 
12. La cerveza Clausen
 
Eran latas de color dorado producidas por Bavaria. En algún momento de su historia estaban disponibles en dos presentaciones.  Volvió Costeña y Clausen se fue. Recuerdo con melancolía su comercial de televisión en el que la escenografía simulaba una ciudad.
 
13. Caracol Estéreo
 
En uno de los actos invasivos más reprochables en la historia de Colombia, el grupo Prissa, basado en directrices de unificación corporativa, decidió dar sentencia de muerte a la decana de la radio FM en Colombia. La marca Caracol Estéreo, nacida en 1973, fue sepultada sin miramiento alguno. Y con ella más de 30 años de historia. La W, nombre caprichoso y un tanto impersonal, llegó para quedarse.
 
14. Dos estaciones independientes
 
HJCK y Súper Stereo, 88.9, así como Veracruz Stereo en Medellín, terminaron por rendirse ante el inapelable dictamen de las lógicas de mercado.
 
¿Para qué seguir luchando por sostener tan sacrificados proyectos, pudiendo alquilar las frecuencias –con muy razonables cánones– a las grandes y poderosas cadenas que cual macabros leviatanes van devorando todo lo que a su paso a bien tienen?
 
Con ellas se marcharon algunas de las escasas alternativas de radio  pop-rock y clásica en el cada vez más monopolizado espectro electromangético, al tiempo que el vallenato y Las 40 Principales siguieron su franco proceso de perjudicial expansión. Fernando Pava, Alvaro Castaño Castillo y Donny Miranda siguen cobrando la renta.
 
Un caso semejante, aunque a distinta escala fue el sufrido por el en algún momento poderoso sistema de estaciones Radioactiva, reducido en menos de un año a una sola emisora local con sede en Bogotá.
 
15. Los trolleys
 
Desde 1990, los viejos autobuses con dos cables simulando ser tirantes están sometidos a lluvia y sol, aparcados en cementerios mecánicos ubicados en lugares como las inmediaciones del Parque Jaime Duque o en la intersección de la Calle 72 con la Carrera 24.
 
La EDTU, antigua Empresa Distrital de Transportes Urbanos, fue liquidada, como un presagio más de la extraña enfermedad terminal que parece afligir a los medios alternativos de locomoción.
 
16. Los floppy disks y los diskettes
 
Por su escaso espacio. Por su vulnerabilidad. En suma, por ser imprácticos y estar enfermos de obsolescencia, tal como ocurrió en su momento con las tarjetas punteadas, los viejos discos de 3 y 1/2 y 5 y 1/4 de pulgadas son ahora piezas estorbosas de museo.
 
17. Las gaseosas friopack
 
Antes de los envases tetrabrick, antes de los no retornables recipientes de bebidas colas y de la fallida guerra por el monopolio gaseoso, hubo unas botellas de pequeño formato, robustas y cubiertas con una suerte de poliéste con aire a icopor. Se fueron un día, sin más justificación que políticas corporativas.
 
18. Los conciertos obligatorios en la Media Torta
 
Por una en apariencia filantrópica disposición, alguna vez se decretó que cualquier estrella internacional de la música que osara a visitar colombiano suelo estaba obligada a realizar al menos un recital gratuito en el tradicional escenario.
 
La hostilidad hacia la norma profesada por los mencionados representantes de la constelación musical fue la razón para su erogación.
 
19. El tricky, tricky halloween
 
Cuando yo tenía cuatro años el grito de batalla de los pequeños peregrinos de las golosinas rezaba: "Tricky, tricky halloween, quiero dulces para mí, si no hay dulces para mí, se le crece la nariz". Por determinado motivo que desconozco, las líricas de este himno urbano fueron modificadas.
 
20. Los Bee Gees
 
A diferencia de sus tres homónimos, Barry, Robin, y del fallecido Maurice, los Bee Gees de los que hablamos no eran australianos, ni ingleses. Eran bogotanos, y no tuvieron su apogeo en los 70, sino en los tempranos 80.
 
El origen de tal denominación es confuso. Algunos me han dicho que se trató de una distorsión del título de un éxito de Michael Jackson, de 1983, Billy Jean.
 
Eran unos pandilleros procedentes de familias de la clase media alta. Su teatro de operaciones se movía entre el conjunto residencial Multicentro y el centro comercial aledaño, en particular dentro de la entrada trasera y el entonces popular centro de juegos electrónicos, Uniplay.
 
Algunos murieron apuñalados. Otros son yuppies arrepentidos o eternos adolescentes sin empleo ni  domicilio fijos.
 
 
21. Los supermercados 2 X 3 y Febor
 
Los que fueran dos instituciones en lo que a minimercados se refiere, 2 X 3 y Febor (siempre a su favor) fueron absorbidos por fusiones y decisiones de alto nivel. Una especie de extraño desarraigo nos queda al pensar en aquellos sitios en donde solíamos comprar crema de chocolate Covo y chocolatinas de Peter Paul.
 
22. El centro comercial Granahorrar, el edificio Bavaria y el barrio y los almacenes Sears
 
Bogotá es una de las pocas ciudades del orbe en donde las construcciones, sectores y ciudadelas residenciales cambian al capricho de embelecos y sustituciones patronales.
 
¿Quién les dio derecho a los nuevos dueños de lo que fueron los grandes almacenes Sears de rebautizar al barrio aledaño como Galerías?
 
¿Acaso la adquisición de un buen número de oficinas en el antes llamado edificio Bavaria, a la altura de la Calle 28 entre carreras Séptima y Décima fue suficiente para retirar el tradicional logo de Bavaria del piso más alto para estampar el de Davivienda?
 
23.    El Inderena
 
Pionero en la preservación de la ecología, Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables era el ente encargado de la preservación de los recursos naturales en el país. Desapareció como consecuencia del surgimiento del hoy fusionado Ministerio del Medio Ambiente.
 
 
24.    Los calquitos y el letra set
 
Con el arribo de la era digital, los antiguos insumos de artes gráficas se fueron sin tiquete de retorno. Ahora resulta difícil explicar a un estudiante de diseño la forma como antes las fuentes tenían que ser estampadas una a una mediante un sistema de impresión por contacto con algún elemento de presión. Lo mismo ocurrió con aquellas tradicionales pegatinas que se adherían al ser humedecidas.
 
25.    Los Boli
 
Muy divulgada estuvo en los 80 la urbana leyenda de esos refrescos de colores fuertes y dulzón sabor empacados en cilindros de plástico transparente. Ver llegar a uno de sus vendedores al plantel escolar era motivo de ilusión e inquietud. Ilusión por consumir el suculento néctar, inquietud por la difundida creencia de que dicha ambrosia parecía ser elaborada con agua de caños.
 
26.    El champú Glemo
 
¡Glemo, Glemo, Glemo… a la hora del champú! Un producto verdoso, simbolizado por una familia nuclear bañada en la espuma del atractivo producto. Fue uno de los emblemas de la higiene capilar en Colombia por años enteros. Un día dejó de existir.
 
 
27.    El jabón Nórdiko
 
Verde, con betas tornasoladas, este jabón en barra era publicitado por un par de montañistas resguardados en algún punto de la accidentada geografía nacional. Era más que emocionante el observar al caballero del comercial cortando un fragmento del jabón con una navaja.
 
Muchos corrimos con la mala suerte de intentar imitarlo en nuestros respectivos hogares, con una reprensión materna como lógica consecuencia.
 
28.    Focine
 
La Compañía de fomento cinematográfico fue el estamento encargado de impulsar la producción cinematográfica nacional. Muchos cortometrajes y largometrajes fueron producidos con el generoso auspicio de la entidad. Fue triste ver cómo se desvaneció.
 
29.    La gata caliente, Keops Club, Stardust, La casa del gordo
 
Difícilmente algún representante de mi generación pudo haber alguna vez ingresado a alguno de estos establecimientos en donde podían ser presenciados grandes espectáculos de danza o histriónicos, acompañados por licor, mesas dispuestas frente al escenario y algunos alimentos y canapés como acompañantes.
 
El llamado café concierto estuvo en boga entre los 70 y 80. Luego perdió brillo. A su vez los grandes clubes, empeñados en contratar a artistas especiales para aforos pequeños, no corrieron con la misma suerte en tiempos posteriores.
 
 
30. El Hipódromo de Los Andes
 
Heredero natural del aún más antiguo hipódromo de Techo, fue el centro de reunión de una aristocracia que hoy parece haberse esfumado, y cuyo mayor interés era la hípica. Nunca pude conocerlo.
 
Desapareció en 1987 y yo no me mostré interesado en visitarlo, como tampoco mi familia, con cierta fobia genética a las apuestas, se empeñó en mostrármelo. Es otra de aquellas cosas que delatan el discutible cosmopolitismo de Bogotá
 
31. Telecom
 
Otra de las entidades sacrificadas en el marco de la reestructuración administrativa del Estado, aperturista y proclive a las fusiones. Telecom fue liquidado y transformado en Colombia Telecomunicaciones. En una de las operaciones más controversiales en la historia reciente del país  la firma quedó en manos de Telmex, a las órdenes del empresario Carlos Slim.
 
32. Aces
 
Avianca, autoproclamada matriarca de la aviación en América Latina, parece gozar de la extraña facultad de midas del fracaso.
 
Empresa en permanente proceso de quiebra, decidió, en un último esfuerzo por salvarse de una ruina indetenible, absorber a Sam y Aces, esta última una aerolínea bastante más seria y respetuosa, si bien más pequeña que su rival.
 
La Alianza Summa fue el estertor mortuorio final de Avianca en manos de inversionistas colombianos, para irse a las arcas del brasileño Germán Efromovich.
 
 
33. La perrada de Edgar
 
Oí muchas veces el no comprobado rumor acerca de La perrada de Edgar, como una de aquellos estamentos fachada, en cabeza de narcotraficantes. Nunca supe quién era ese Edgar, ni tuve en mis manos pruebas como para acusarla de malversación de fondos.
 
Pero sí supe de un atentado aún más serio, denunciable a todas luces ante el Ministerio de Salud: La perrada de Edgar introdujo la letal costumbre de aderezar las salchichas con crema chantilly.
 
34. La televisión educativa y cultural
 
En vista de la urgente necesidad por educar a un país flagelado por la ausencia de conocimientos básicos, lo que era y es una especie de analfabetismo funcional, Inravisión, de la mano del Ministerio de Educación decidieron dar inicio a un esquema televisivo orientado a suplir tal carencia.
 
Eran programas de religión, ciencias naturales, matemáticas, español y demás disciplinas del humano saber que en su momento entretuvieron a enfermos de sarampión o rubéola en cuarentena.
 
 
35. Casa Reines
 
Colindante con los almacenes Ley de tiempo atrás, la Casa Reines ofrecía diversos utensilios, servicios y artefactos electrónicos de gamas alta, media y baja. Desde navajas suizas hasta máquinas de escribir electrónicas además de radiorrelojes despertadores y alquiler de proyectores para películas infantiles. Su símbolo era un Pato Donald mal dibujado.
 
 
36. El Betamax
 
Según se me dijo alguna vez sólo Colombia, México y Venezuela adoptaron el Betamax como el sistema standard para almacenar y rentar películas.
 
No obstante, Betacam, sigue siendo popular en el resto del mundo para camarógrafos y productores.
 
Ahora son pocos los hogares privilegiados que aún conservan un reproductor y una videoteca en las mencionadas cintas. La calidad era inferior a la de su transitorio sucesor, El VHS.
 
37. La casa del satélite
 
Expendio de antenas parabólicas por encargo, de revistas con la programación del canal satelital Galaxy I,  de imágenes de los otrora célebres y escatológicos Garbage Pail Kids, y de afiches enmarcados,  fue éste un sitio de obligada visita para quienes llegamos a la tierra en los años cercanos a 1976.
 
38. La Avenida 15 y la Carrera 11 en doble vía
 
Será uno de aquellos enigmas de complicada resolución. Pero ¿hubo alguna medida de efectividad en unificar los sentidos de las dos avenidas? Esa 15 unida sin solución de continuidad por la glorieta de la Calle 100. Esa 11 de bares y boutiques. Ya nada es igual.
 
39. La gran piñata
 
“Cumpleaños y piñatas. ¡Piñatín, Piñatín te espera! Primeras comuniones queremos celebrar. El halloween, la navidad. ¡Jamás lo olvidarás!".
 
Esos almacenes llenos de sorpresas, máscaras, juegos de mesa,  pistolas de agua, serpentinas y dulces esféricos y coloridos ya no volverán a alegrar nuestros días y a alivianar las cargas de los padres encargados de divertir a sus hijos en las festividades. Era la única cadena especializada en donde se expendían insumos para celebraciones infantiles.
 
 
40. Las casetas de San Victorino y los tenderetes de la Avenida 19
 
Hasta 1992 eran los lugares indicados para conseguir revistas de colección, cómics, libros de segunda mano, discos importados e incunables en acetato, y demás curiosidades y memorabilias.
 
Las ideas de higiene urbana y las modernas teorías del espacio público acabaron con ellas.
 
Bien.
De nuevo terminamos por ahora.
Queda abierta la posibilidad de sugerir, por la vía virtual, algunos ítems más al inventario de desapariciones.
 
En la próxima entrega: 40 cosas que llegaron.

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