Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.
Hablo de aquel apesadumbrado que a fuerza de inundar bolsas de empleo, botes de basura y escritorios con hojas de vida repartidas de inútil y esperanzada manera, ha terminado por pensar que no hay salida. Pero qué le vamos a hacer.
 
Hablo de quien aguarda mañanas, tardes y noches por una llamada que jamás llegará, por un vínculo contractual imposible o por un préstamo oportuno en cabeza de un buen amigo, no importa la reducida cuantía, para hacer llevaderas las cargas de todos los meses.
 
De quien ha probado sin éxito todas las distintas formas de hacer atractivo su currículo. De quien sabe bien qué son las carpetas Kimberly y las plantillas de Office, y elempleo, y laborum.com, aunque aún no está seguro de para qué sirven o de si acaso sirven para algo.
 
De aquel de quien sus conocidos huyen porque bien saben que su presencia traerá consigo acreencias futuras, imposibles de cubrir… imposibles de cobrar.
 
Hablo de quien enfermo por la indignidad de deudas sigue engrosando las largas hileras de quienes como él se agolpan aguardando por una entrevista. De quien se mantuvo agazapado en alguna silla incómoda esperando aquel momento sublime de la cita con un potencial contratante sin obtener respuesta ni consuelo alguno.
 
Hablo de aquel que tras meses de releer cual rezo salvador los clasificados avisos de tabloides, sábanas y revistas, bien ha aprendido que eso de ‘presentarse con hoja de vida’ no es otra cosa que una engañoso ofrecimiento para vender cursos de idiomas; que eso de ‘trabaje desde su casa’ trae adjunto el sospechoso sello piramidal del multinivel; que los ingresos entre 500 ó 1.500 dólares son tan precisos como inciertos.
 
Hablo de quien después de protagonizar la misma idéntica escena multiplicada por un millón, ya no siente vergüenza cuando en medio de algún encuentro social soporta las estocadas desprevenidas e inocentes de quien arremete con la pregunta prohibida de ¿y tú en qué trabajas?
 
Hablo de aquel por quien su familia, pareja y amigos cambiaron la lástima por el desdén. De aquel para quien la suspensión del servicio telefónico por no pago fue una bendición porque hacía menos fáciles las diarias intimidaciones de recaudadores de call center y cobradores jurídicos.
 
De aquel cuyo nombre aparece junto a un asterisco en las correspondientes bases de datos de los sistemas de pensiones. De aquel desafiliado antañón de entidades promotoras de salud. De aquel cuya costumbre de prorrogar las fechas de pago ya es famosa entre sus prestamistas.
 
De aquel cuyo nombre es parte de la cotidiana tipografía de los listados de deudores morosos de conjuntos residenciales y edificios.
 
De quien repite cada 13, 12 ó 10 días el mismo discurso inverosímil de: ‘le pago en 15, le pago en 12, o le pago en 30. De aquel socio honorario del club de parias de Datacrédito y Fenalcheque.
 
De aquel que ha querido irse a algún lugar lejano, para luego descubrir que por lejano que tal lugar sea no lo será lo suficiente como para curarlo del sempiterno desempleo.
 
Ya lo ven… Quizá aquel, y yo, y usted, y muchos aqueles y yos y ustedes también estamos siendo, hemos sido o seremos desempleados.
 
 

Compartir post