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Se nos volvió costumbre criticar por criticar. Hablar mal de alguien, unas veces con sorna, otras veces con saña, en cualquier caso una crítica visceral y malintencionada con la finalidad de desacreditar y entorpecer. Una actitud bastante egoísta que irónicamente favorece a unos pocos nada más. ¿A quiénes? Principalmente a aquellos políticos narcisistas que tuvieron el descaro de venirnos a hablar de una “política del amor” a sabiendas de que el único amor que sentían era el inmoderado y excesivo amor por sí mismos.

Los mismos que pretendieron vendernos la ilusión de una ciudad “más humana” y “menos segregada” a punta de lengua. Una lengua viperina que terminó exacerbando nuestros ánimos y dividiéndonos como sociedad. Esos mismos políticos que nunca hicieron nada cuando tuvieron la oportunidad de hacer y que hoy se resisten a cambiar. Que no rajan ni prestan el hacha. O más bien, que se dedican profesionalmente a rajar de los demás. Y que para colmo de males son fieles practicantes del dicho: “cuando la ballena cae salpica”. Como quién dice: sin mí no hay nada aunque con ellos tampoco lo hubiera habido.

Lástima que no sean capaces de criticar constructivamente. Y que, en cambio, tengan el cinismo de desinformar para conseguir el apoyo ciudadano. Ellos saben que ese es el mejor caldo de cultivo para sabotear. Al fin y al cabo, su consigna sigue siendo: divide y reinarás.

Afortunadamente, existen personas que no comen entero. Que no profesan una fe ciega por las fuentes de información no válidas. Que se esmeran por estar bien informados y que en las elecciones pasadas votaron mayoritariamente por el cambio. Que, en síntesis, representan muy bien el concepto de capital social.

Personas que prefieren hacer y no deshacer. Que creen más en los actos que en las palabras. Que siendo conscientes de la delicada situación que enfrentamos, están dispuestos a hacer el sacrificio para que entre todos logremos poner la casa en orden y consigamos salir adelante.

Ese es el ambiente de solidaridad que necesitamos. Ciudadanos unidos por una causa en común que voluntariamente donan su tiempo para limpiar y embellecer el espacio público. Que salen masivamente a montar en bicicleta y que empiezan a portarse mejor en el sistema de transporte por el bien de todos.

La hora de poner manos a la obra ha llegado. Poco más de treinta días han pasado desde que el Alcalde asumiera su cargo y pusiera a funcionar la ciudad de otra manera. Aunque sería precipitado hacer una evaluación minuciosa, en estos momentos, lo cierto es que a la fecha hemos visto a un Peñalosa trabajando a brazo partido y gobernando más tiempo desde afuera con la gente y para la gente.

Algo que definitivamente nos estaba haciendo falta para pasar de la teoría a la práctica. De la improvisación a la gerencia responsable, que a pesar de cualquier resistencia que pueda generar apunta en la dirección correcta: analizar pormenorizadamente nuestra situación y valorarla en pro de nuestro bienestar.

Twitter: @AJARAMORENO.

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