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Los últimos años del país han estado enmarcados en un esquema político de polarización, entre las supuestas izquierda y derecha, más de nombre que realidad, usados como imanes políticos con fines más electoreros que de convicciones políticas, poco coherentes con las realidades nacionales y programáticas, las cuales han estado más bien guiadas por una alternancia en el poder, producto de gobiernos que no logran para los colombianos una mejora en el bienestar, condiciones de vida y mucho menos un camino claro hacia el desarrollo.

Esta situación no solo sucede en Colombia. En Latinoamérica la gente no vota porque la izquierda logró convencer a los ciudadanos, ni la derecha, en cada caso. En algunos países, la derecha en su momento no aprovechó para gobernar bien, abusó y se pasó en corrupción y el pueblo votó por el contrario. No porque fueran más o menos inteligentes y se hubieran vuelto de izquierda, fue porque la supuesta derecha en su turno aprovechó para llenarse los bolsillos, gobernó para complacer más a la izquierda que a su supuesta orientación, se ocupó de colocar a sus áulicos a gritar que el que se opusiera a sus abusos era de izquierda y al final los ciudadanos los castigaron en las urnas.

En este momento en que se aproximan las elecciones en Colombia, para las del congreso hay esporádicas campañas personales que presentan uno que otro intento de programa, sin comprometerse mucho, pero el grueso del ambiente electoral presidencial lo llenan las coaliciones electorales, sin asomo de programas serios que nos muestren cómo van a resolver los principales problemas que afrontamos y sin tocar temas como la inflación y la devaluación. Todo está enfocado a cómo se hacen alianzas, a quienes incluyen, si el que incluyeron es digno de estar en tan selecta coalición, pero lejos de que las nuevas adherencias lleguen con propuestas. Además, se han visto las más variadas adquisiciones, algunas completamente contrarias a la historia que los precede, en cuanto a supuestas ideologías, a posiciones o a la conveniente polarización.

De hecho eso es lo que muestra y da esperanza que, después de estas elecciones, la polarización se diluya en sus propias mentiras y ante los hechos claros que se están dando. Estos, muestran que la prioridad la tiene la conveniencia política presente o la ilusión de réditos futuros. Se ve que marca más una alianza por conveniencia electoral, que por ser de izquierda o de derecha. Es así, como se están viendo personas que hicieron parte de la más firme derecha hace 20 años, incluso estableciendo parentescos personales, que se fueron hacia la izquierda. Y una vez fracasado, siendo expulsados o simplemente desertado de ambos extremos, hoy posan en el centro, y además se presentan como cambio, que ya es tema de otro blog.

Volviendo al tema de la izquierda y la derecha, hay varios hechos que muestran que este embeleco está llegando a su fin. Primero. Se tienen identificadas las cabezas de cada lado (llamémoslas D e I) y la definición o etiquetado de si alguien es seguidor de un lado o del otro es la capacidad que tenga de mostrar sumisión y lealtad a la cabeza de ese lado, no los hechos, no los discursos, ni obras, ni acciones que muestren que realmente es de derecha o izquierda. Sencillamente, quien obedezca sin dudas, ni dilaciones a D es de derecha y quien obedezca ciega y contundentemente a I es de izquierda; qué piensa, qué hace o ha hecho ya no tiene la más mínima importancia, su identidad “ideológica” se da por su capacidad de sumisión a su líder. Esto se ha hecho a conveniencia de las cabezas, para no permitir que puedan surgir auténticos y renovadores liderazgos fuera de ese esquema, tiene que estar polarizado y escoger uno de los dos.

Lo anterior se ha venido aumentando ante el surgimiento de candidatos que sí están presentando programas, sin censarse ni en izquierda ni en derecha. Los de izquierda que lo ven como una amenaza a sus intereses electorales inmediatamente los tratan de señalar de ser de derecha y viceversa, los de derecha, amenazados, los tratan de ligar con la izquierda, a pesar que ellos mismos dicen y demuestran que no son de ninguno de los dos y solicitan que no los rotulen con ninguno de esos bandos. Algunos, consientes del daño tan grande que ha hecho esta polarización al país, durante tanto tiempo. Los más benévolos los tildan de tibios, como ofensa máxima a quienes se resisten a polarizarse y no les pueden encontrar “pruebas” para alguno de los dos lados.

Otro indicio de esto es que, en medio de las famosas coaliciones de tan difícil concreción y débil ideología, ahora resulta que quien no acepte las condiciones de la cabeza política que se considere dominante, al entrar a una coalición, automáticamente la rotulan del bando contrario, incluso llegando a tachar a algunos de infiltrados para dañar dicha coalición, que seguramente tienen uno propio haciendo lo mismo y dejando propuestas y experiencias a un lado.

Ya no hay un sustento teórico político que diga este candidato es de derecha porque piensa o actúa así, o de izquierda porque piensa de esta forma. Ahora, si no hace caso a I es de derecha y si no hace caso a D pasa a ser rotulado de izquierda y le sacan todos los cuentos habidos y por haber para justificar el rotulo, en las más enredadas e increíbles aseveraciones traídas de mentes polarizadas entrenadas durante tantos años que consideran que de eso depende su sustento y no están dispuestos a hacer a un lado para una conveniencia nacional. Ellos están primero y para eso tienen que mantener viva una polarización, que ha dado resultados en ocasiones pasadas y que puede ser la gran derrotada en las próximas elecciones.

Esto ya se ha vivido en nuestro país. En la exacerbación de la corrupción e ineficiencia de los partidos tradicionales polarizados en dos colores, surgieron los independientes, que lograron alcaldías y curules, e incluso una presidencia al hacer parte de partidos nuevos por fuera de los dos colores tradicionales. No es nuevo que los ciclos se acaben, lo mismo había pasado con el frente nacional, justa solución en su momento, pero completamente inaplicable ahora. El final de la polarización se debe dar como consecuencia de la evidencia de su real inexistencia y la necesidad de encontrar alguien que nos saque del atolladero en que se encuentra el país. Un cambio real que no cambie nuestra institucionalidad ni nuestro modo de vida y sociedad como la conocemos.

El final de la polarización está afectando no solo a políticos que durante los últimos 20 años solo saben hacer política por medio de la misma, incluso teniendo como único programa político oponerse a la derecha o a la izquierda, según el lado que esté, también afecta a los periodistas, que entrevistan a un candidato, que les dice no soy ni de derecha ni de izquierda, no les creen y quedan cortocircuitados, se quedan sin preguntas, no saben cómo manejar la entrevista, le dicen que no es posible que no sea de ninguno de los dos y quedan desarmados sin saber cómo crearles controversia, porque no les pueden preguntar que piensan de las cabezas D o I. Los periodistas, una de las principales armas de la polarización, son los primeros que deben migrar a un mundo sin polarización, si queremos acabar ese cáncer político.

Al apuntarle al final de esta polarización, objetivamente, quedo con la duda de si lo estoy haciendo completamente por lo expuesto, pensando en la radicalización de algunos que no se enteran de la obsolescencia de la misma. Puede ser más con el deseo de ver el daño tan grande que le hace al país, por la conveniencia política de unos pocos, en contra de nuestro futuro.

Esta polarización ha llevado al país a un estado de postración y conformismo que está afectando la misma esencia de ser colombiano, echado para adelante e inconformista por naturaleza. Un nuevo conformismo que ha llevado a la mediocridad, ya que hay que aceptar todo lo que haga la izquierda si es de izquierda o la derecha si es de derecha y nada se cuestiona, a pesar que sea evidente que nos hace daño. Quien se opone a que no expidan pasaportes a tiempo, a la inflación, o a la devaluación con al dólar a $4.000, a las innecesarias alzas de inicio de año, a los aumentos trimestrales de los servicios públicos, o a la inseguridad en un gobierno de supuesta derecha, es porque es de izquierda y se justifican con razones increíbles, porque tenía que ser así y nadie lo corrige, viviendo en la mediocridad en que nos encontramos.

Espero – pensando con el deseo pero con base en las evidencias mostradas, que quienes nos resistimos a caer en la polarización todavía podemos analizar-, que el resultado de estas elecciones, además de elegir un buen presidente y un nuevo congreso, tan renovado como sea posible, sea el fin de ese cáncer político llamado polarización.

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