La despedida de George W. Bush – Por: Eduardo Bechara Navratilova
George W. Bush se despidió después de ocho años en la Casa Blanca. Pasara a la historia por haber sido presidente cuando Estados Unidos fue atacado por Al Qaeda. Blanco de innumerables críticas en el planeta entero por grupos y gobiernos musulmanes, gobiernos europeos y latinoamericanos de corriente socialista, y por millones de personas y norteamericanos en general, Bush dejará inscrito su nombre como uno de los hombres más odiados del mundo. Muchos dicen que ha sido el peor presidente de la historia. Otros afirman que su gestión sólo podrá ser evaluada con el paso de los años y el desarrollo de los eventos en medio oriente, en especial lo que atañe a las jóvenes democracias de Afganistán e Irak. Lo que no admite discusión, es que tuvo que vivir un periodo muy difícil luego del atentado del once de septiembre y que debió tomar decisiones muy difíciles, como él mismo lo dijo. ¿Qué tanto afectaron estas decisiones al mundo y qué impacto tendrán a futuro?
Si bien ya gozaba de cierta antipatía antes del atentado del once de septiembre por haber ganado las elecciones contra Al Gore de forma controversial, y por su actitud ramplona y chabacana de ‘cowboy’ tejano, el verdadero odio llegó al tomar la obstinada e impopular decisión de invadir Irak, sin estar confirmada la existencia de armas de destrucción masiva. La coalición que lo había apoyado en la invasión a Afganistán y en la guerra contra el terrorismo «war on terror», le quitó su apoyo y lo acusó de iniciar una invasión sin el visto bueno de la ONU. Varias voces de protesta se hicieron sentir, en especial la de aquellos que condenaron a los Estados Unidos de ser una nueva potencia imperialista y expansiva.
Esta decisión, apoyada sólo por Inglaterra, Dinamarca y algunos países de la ex-Cortina de Hierro, no sólo le trajo gran impopularidad, sino que arrastró al pueblo americano y a los americanos comunes y corrientes dentro de una gran corriente anti-americanista. Bush desaprovechó el momento histórico que le daba tener el apoyo de mundo, luego del sentimiento de repudio que los atentados del once de septiembre generaron. Su decisión, le dio un cambió de ciento ochenta grados a su política internacional, pues los Estados Unidos pasaron de victimas a victimarios, sin que importara que el propio pueblo de Irak estuviera festejando la llegada del ejército norteamericano y el final de la época de terror de Saddam Hussein.
Si bien Bush nunca se caracterizó por ser muy inteligente, su actitud fue vista como la del baquero brusco y grueso al que sólo le importa atropellar al otro sin reparar en las consecuencias. Su carácter muchas veces se asemejó al del ‘cowboy gringo’ que resuelve los problemas «kicking ass!»; ‘pateando culos’.
La invasión de Irak con sus pros y contras tuvo varias consecuencias: fue aprovechada por todos los detractores de los Estados Unidos para caerle encima, intensificó el rechazo y odio entre musulmanes y no musulmanes, debilitó el concepto de democracia, fortaleció políticas de izquierda que parecían caducas, marcó el inicio de la crisis financiera en Wall Street que terminó por colapsar a finales del 2008 y por ende disparó la recesión del mundo, esto sin mencionar las enormes casualidades de víctimas civiles y militares que cobró la guerra.
Con el derrocamiento de Saddam Hussein, se quitó la talanquera que Irak ejercía sobre Irán, su antiguo enemigo de patio, con quién había sostenido una guerra por 8 años desde 1980 hasta 1988. Eso a su vez hizo que Irán ampliara su influencia en la región, y pudiera fortalecer grupos musulmanes fundamentalistas como el Hezbolá en el Líbano y Hamas en la franja de Gaza. Esto último ha generando un ambiente de inestabilidad aún mayor que el anterior, con Hussein en el poder y la supuesta existencia de armas de destrucción masiva. Lo paradójico es que ahora Irán es quién amenaza con la fabricación de éste tipo de armas.
Como se evidencia, la posición arrogante de Bush y su necesidad a toda costa de invadir Irak y capturar a Saddam Hussein, llevó a que el mundo se encuentre en un estado de polaridad e inestabilidad superior al que existía inmediatamente después del atentado del once de septiembre. Los grupos terroristas islámicos han ampliados sus redes a nivel internacional, incluyendo guerrillas latinoamericanas como las F.A.R.C. y E.L.N., grupos terroristas europeos como el I.R.A. y el E.T.A., quienes entienden que un trabajo en equipo los fortalece frente a un objetivo común: actuar como una piedra en el zapato para occidente y torpedear el capitalismo y la democracia, en especial la de Estados Unidos, principal promotor de esta política a nivel mundial.
Sí Bush hubiera esperado a tener el apoyo de la ONU para invadir Irak, su acto habría tenido legitimidad y habría sido realizado de forma conjunta por la coalición. La actual crisis económica no existiría, dado que Europa hubieran costeado la guerra de la mano de Estados Unidos evitando el aumento de su déficit fiscal, y el planeta hubiera obviado una época oscura en la que se polarizaron rivalidades y se incrementó el derramamiento de sangre.
Aparte de todo, queda la mancha en la historia: se realizaron violaciones contra los derechos humanos, como en el caso de la cárcel de Abu Grail, lo que desautorizó a los Estados Unidos como país garante de la justicia y la libertad, imagen que había consolidado luego de la Segunda Guerra Mundial.
Claro, no hay nada más fácil que analizar una situación a posteriori y decir lo que se hubiera podido haber hecho o evitado. Bush consideró que invadiendo Irak y controlando su gobierno traería estabilidad en la zona y por ende seguridad en los Estados Unidos. El no estaba sólo. Los mismos ciudadanos norteamericanos fueron quienes lo eligieron por segunda vez, legitimando como país su mandato y sus decisiones, cosa que profundizó su impopularidad. Todo ello terminó fortaleciendo la candidatura de Barack Obama quién acogió la bandera del cambio. Habría que preguntarse si un afro-americano hubiera salido elegido en una situación de normalidad.
Bush pudo haber no invadido Irak. Haber impuesto una supervisión estricta sobre sus fronteras. Pudo haber acelerado la revolución verde que Obama está por iniciar, quitándole preeminencia al petróleo como principal recurso energético del mundo. Pudo haber hecho muchas cosas. Como gran logro considera el haber evitado un segundo atentado en los Estados Unidos, argumentando que «a medida en que los años han pasado, la mayor parte de los estadounidenses ha podido volver a su vida de siempre antes del once de septiembre…
De nada le sirve confesar sus «tropiezos»; de nada sirve llorar sobre la leche derramada. Como suele decirse: lo que fue, fue. Con la llegada de Barack Obama se respira un aire diferente. Un aire conciliador y rejuvenecido. Eso sí, hay que abrir los ojos ante una recomendación que Bush deja: Los Estados Unidos no pueden bajar la guardia. No se ha dado un segundo atentado terrorista, pero está más latente que nunca. Tendremos que ver si la incidencia de Obama es lo suficientemente significativa en los grupos musulmanes fundamentalistas como para hacerlos cesar en su intensión de un nuevo atentado.
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