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El tablero indica a Montoya en el puesto treinta y nueve, Stewart va con una vuelta perdida. El cielo se cubre de colores turquesas. Transcurren algunas vueltas hasta que la pantalla muestra a Montoya echando chispas a su paso. Reinoso me golpea la pierna y pasa la mano por su garganta indicando que el piloto colombiano anda degollado. Ricardo vuelve a la tribuna.
 
Roby Gordon pierde una llanta y hace un par de trompos originando la sexta amarilla. – This caution flag throws everything off -, dice un norteamericano.
 
– Cómo así -, pregunta Reinoso.
 
– No pueden terminar la carrera con una tanqueada más, es decir que los carros van a tener que parar por un ‘splash and go’.
 
Todos los líderes entran a ‘pits; y la carrera se relanza con Hamlin, Burton, Kyle Bush, Kurt Bush y Bowyer en los primeros lugares. Burton ataca a Hamlin por adentro y le arrebata el liderato, incrementa su ventaja pero en la vuelta 216 hay una nueva amarilla por suciedad en la pista. Los líderes entran a ‘pits’ bajo el cielo ennegrecido.
 
– Mi negro, se volvió una carrera nocturna.
 
– En nada, son apenas las 5:55 p.m. -, responde.
 
– Sabes cuanto te agradezco. ¿No?
 
– ¿Dime?
 
– Mucho. Gracias por poner el pecho por mi -, añado apurando un trago de cerveza. – Sería bueno que Montoya volviera a sacar a Tony Stewart.
 
– Ya se la hizo una vez. Eso muestra lo que uno es. Ahí hay que dejarlo -, responde.
 
– Sí, es verdad.
 
Los bólidos rugen bajo las luces de los postes que iluminan la curva cuatro y la carrera se relanza con Kurt Bush en la punta. Hamlin lo reta por adentro y retoma el liderato. Johnson sube al quinto. Martin al trece.
 
– Johnson está cerca de su cuarto título consecutivo en la Nascar -, le digo a Reinoso.
 
Llamo a papá. – Uno en la vida tiene que afirmarse -, me dice. – Si Montoya no se la hubiera devuelto a Stewart queda mal, incluso ante Chip Ganassi. Stewart y el resto de pilotos de la Nascar ya saben que no pueden hacerle trastadas a Montoya.
 
Burton y Kyle Bush pelean puerta a puerta por el segundo lugar. Johnson continúa de sexto. Una norteamericana con la camiseta número 48 del corredor de California se come las uñas.
 
– ¿Qué debe estar sintiendo Montoya? -, le pregunto a Cardoso.
 
– Debe andar muy emputado.
 
– Estoy seguro que le encantaría volver a chocar a Stewart.
 
– Marica, lo sacan de la categoría.
 
– Tengo un sentimiento de rabia que me viene desde la entraña -, le digo señalando mi abdomen con la mano. Me volteo a mirar al ‘redneck’ con desagrado pero no me da la cara.
 
Hamlin saca ventaja frente a Burton. – En Martinsville lo vi ganar hace un mes. Le tome una foto buenísima en ‘pits’ con su jefe de equipo, Mike Ford -, le cuento a Reinoso.
 
Johnson corre con cautela, su carro bien parado en la pista. – Va a ganar el campeonato -, comenta Reinoso asintiendo con la cabeza.
 
– Se lo tiene merecido. Ha corrido muy bien -, responde el Negro.
 
– Tengo una rabia ni la hijueputa, Negro.
 
– ¡Bahhh! Ya no más, deja el resentimiento.
 
Otros aficionados con la bandera de Colombia bajan de la tribuna. Johnson sigue en el sexto puesto. Martin anda en el doce. Montoya asciende al treinta y ocho. A quince vueltas Johnson sube al quinto. – Esto ya se acabó -, dice el Negro dándome una nueva cerveza.
 
– ¿Entonces? -, le pregunto a Cardoso.
 
– Pagó la boleta la empujada que le metió a Stewart.
 
– Sí, un poco de ‘payback’.
 
Hamlin alarga su ventaja en la punta. Johnson se consolida en el quinto lugar. El negro levanta los dedos en V indicando que los líderes entran a las dos últimas vueltas.
 
Hamlin sale de la curva cuatro rugiendo, recorre la recta principal ante la bandera blanca, entra a la curva uno, sale de la dos, recorre la recta trasera, toma la tres, sale por la cuatro y se enfila victorioso hacia la bandera a cuadros. Burton cruza de segundo, Harvick tercero, Kurt Bush cuarto, Johnson quinto, ganando el campeonato de 2009.
 
– Acaba de hacer historia como el único corredor que ha ganado cuatro títulos consecutivos. La joven frente a nosotros salta y toma fotos.
 
Montoya entra al garaje seguido por otros carros al traqueteo de fuegos pirotécnicos que estallan en el cielo. – Se tuvo que haber ido muy rabón -, dice Cardoso apurando un trago.
 
– Obvio, así como estamos nosotros. Yo sigo con ganas de darme en la jeta con el maldito ‘redneck’. – ¡Hijueputa! -, vuelvo a gritar mientras el grandulón baja por las escaleras.
 
El narrador celebra la cuarta victoria de Hamlin en el año. Johnson pasa quemando llanta por la recta principal, vuelve a la meta y sale de su bólido – Hacer algo que nunca se ha hecho antes es increíble -, dice por el micrófono. Su imagen de sonrisa abierta en la pantalla.
 
Bajamos por la tribuna entre hordas de personas que desalojan el autódromo. – ¿Cuál es tu conclusión? – le pregunto a papá.
 
– Que Montoya tiene que quedar campeón la próxima temporada. Éste año perdió cuatro carreras que ha debido haber ganado. Me gustó que no se dejara joder. Uno en la vida tiene que afirmarse o si no se va desvaneciendo.
 
– Claro, no hay nada peor que sentirse una gueva ante uno mismo.
 
El negro corre en busca de una joven de piel canela que posa frente a la pista. Un norteamericano de pelo largo y barba de tres días con chaqueta de cuero Harley Davidson y aretes la corteja. – She is a beauty, isn’t she?
 
– I want a picture with her -, dice el Negro y posa a su espalda de forma extática, un óvalo circunda su sonrisa. El abdomen de la joven baja formando un arco hacia su pubis, los músculos de su vientre visibles sobre sus jeans descaderados y una blusa amarilla de cuadros amarrada bajo su pecho; sus nalgas redondas como una bola de cristal.
 
– I want a picture with her also -, digo parandome frente a ella con ojos demoniacos.
 
– Yeah! She’s a beauty -, repite el ‘gringo’ con voz gruesa, – a Colombian beauty.
 
– ¿Eres de Colombia?
 
– Sí -, responde con dulzura.
 
– ¿Dónde en Colombia?
 
– Medellín.
 
– Con razón, mucha hembra -, le digo bajando mi cara frente a sus pechos frescos, su aroma a perfume de flores. Muerdo mis labios y poso con un gesto de pómulos salidos. La joven sonríe mostrando sus dientes, estira el brazo en dirección al lente y Cardoso toma una nueva foto. Salimos con el resto de aficionados que abandonan el autódromo bajo el arco de bronce.
 
– ¿Entonces qué Cardosito?
 
– Pa las que sea -, dice empujándose la cerveza. Bota la lata en una caneca y forma puños con las manos. – Pa las que sea -, repite dándome un par de palmadas en el hombro.
 
 
Vea fotos en: www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com
 
Lea las crónicas ‘Tailgate’ en Homestead – Parte I, II y II – Por: Eduardo Bechara Navratilova en: www.eduardobecharanavratilova.blogspot.com
 
escarabajomayor@gmail.com

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