Germán Vargas Lleras.
Este candidato que ha estado en la parte baja de las encuestas, no se puede dar por derrotado todavía. Es un viejo zorro de la política y como tal, conoce todas aquellas triquiñuelas propias de las campañas políticas en el país.
Lo bueno de Vargas Lleras es su experiencia y pare de contar.
Lo malo de Vargas Lleras es lo que representa. Le han dado palo por el caso del coscorrón pero eso es de lo que menos tendría que preocuparse. Es cierto que no ha sido señalado por ningún caso de corrupción pero él es la viva estampa del dicho: el fin justifica los medios.
Se ha valido de grandes caciques electorales en las regiones para consolidar a los partidos que apoyan su candidatura (Cambio Radical y la U). Personajes como Hugo Aguilar (condenado por parapolítica) y su hijo Richard o Julio Elías, hermano del Ñoño (caso Odebrecht) han estado ligados a la campaña de Vargas.
Además, sus piruetas políticas inspiran muy poca confianza. Fue vicepresidente del gobierno Santos pero empezó a distanciarse para luego criticar los acuerdos de paz con las Farc. (Pero como Duque fue el que encarnó esa postura) entonces no tuvo ningún reparo en cambiar su posición, en menos de una semana, a la de un acérrimo defensor de los acuerdos de la Habana.
Si lo suyo es la maquinaria política, los caciques regionales, la corrupción y la parapolítica, la no renovación política. No lo piense más, Vargas Lleras es su candidato.
Sergio Fajardo.
Este candidato se posiciona en tercer lugar en las encuestas y proviene de lo que se denominó la ola verde con Antanas Mockus en las pasadas elecciones.
Lo bueno de Fajardo viene de su eslogan contra la corrupción. Y, su propuesta en materia de educación y cultura ciudadana.
Lo malo de Fajardo es que no ha sido enfático en tomar posiciones categóricas. Se sabe de su lucha contra la corrupción pero en otros temas no se sabe a ciencia cierta cuáles son sus prioridades; lo que ha dado pie a que se le catalogue como tibio en sus posturas.
Humberto de la calle
Candidato por el partido liberal. Se encuentra en el último lugar de las encuestas.
Lo bueno de De la calle es su experiencia. Tal vez uno, sino el más experimentados de todos los candidatos a la presidencia. Sus ideas progresistas sobre la comunidad LGBTI.
Lo malo de De la calle es que tal vez por sus cargos anteriores, en gobiernos pasados, puede representar la continuidad de los últimos gobiernos. Su partido se encuentra fragmentado y no ha logrado un consenso para mostrar una candidatura mucho más sólida.
Los candidatos Fajardo y De la calle perdieron una muy buena oportunidad para lograr consolidar un sector de centro mucho más fortalecido (De la Calle y Gaviria dicen que fue por la tozudez de Fajardo) en contraste con el panorama político que se ve actualmente priorizado por la polarización del país por el plebiscito y los sectores de derecha y de izquierda.
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Acá no estamos eligiendo a un mesías. Esto no se trata de elegir al ungido que ha venido desde los cielos, en forma de profecía (en forma de falla del sistema de la cual esta sería su sexta versión), a salvarnos de todos nuestros problemas. Más bien se trata de todo lo contrario; de cómo vamos a enfrentar nuestros problemas. Somos un país complejo, no hay duda. La pregunta más adecuada sería ¿Qué voy a hacer por mi país?
Como sea que fuese el panorama electoral, la invitación es a que elijamos (el que usted quiera) de forma autónoma. El voto es como la muerte, individual e inminente. Que no se sienta presionado por su grupo cristiano, los medios, su familia, sus amigos o alguna encuesta. Infórmese, convénzase y hágase más libre, pero eligiendo.