Colombia a veces, casi siempre, se siente como una gran paradoja. Julio, entre otros meses, es el argumento perfecto para esta percepción del país. ¿Por qué? El 20 conmemoramos «la independencia» de Colombia, una fecha polémica en la que, en muchos escenarios, hoy se opta por celebrar el orgullo patrio sin profundizar demasiado en lo que este momento significó para todos los habitantes del país. Más adelante, reflexionaremos sobre este punto. Por otro lado, apenas unos días después, desde 1992, cada 25 de julio se conmemora el Día Internacional de la Mujer Afrodescendiente, Afrocaribeña y de la Diáspora, con el respaldo de la ONU.
Ahora bien, la paradoja radica en el hecho de que el 20 de julio se celebra la independencia del país, y apenas cinco días después, se reconoce a las mujeres afrodescendientes de Latinoamérica, el Caribe y la diáspora. Más explícitamente: la paradoja está en celebrar la «independencia» unos días antes de conmemorar y reconocer a un sector de la sociedad que, históricamente y hasta la fecha, ha sido vulnerado y sufre desigualdades en muchos escenarios.
Sin duda, ambas fechas tienen una importancia y un significado fundamentales en la historia de los procesos que nos han llevado hasta aquí como país. Sin embargo, en esa misma línea, es crucial volver a la historia y revisar las motivaciones detrás de una conmemoración como el Día de las Mujeres Afrodescendientes, Afrocaribeñas y de la Diáspora.
Cuando se proclamó el grito de independencia, las personas que habían sido traídas al continente desde diferentes regiones de África en condición de esclavitud continuaron bajo ese yugo. Pasaron cuarenta años, diez meses y un día hasta que el país declaró la abolición de la esclavitud. El levantamiento del 20 de julio fue principalmente un movimiento de la élite criolla contra el dominio español, dejando a la población esclavizada al margen de las promesas de libertad.
Entonces, qué estaba pasando con las personas negras esclavizadas en el Virreinato de la Nueva Granada y durante las luchas por la independencia? La población negra esclavizada atravesó promesas incumplidas y violencia de todo tipo hasta el 21 de mayo de 1851, cuando se promulgó la ley que declaró libres a todas las personas esclavizadas. La implementación y cumplimiento de esta ley fue un proceso que llevó años, incluso décadas.
Por otro lado, ¿qué estaba pasando con las mujeres en este mismo periodo? ¿Por qué fueron (fuimos) consideradas ciudadanas de segunda categoría hasta 1954, cuando obtuvieron el derecho al voto con la Constitución? No fue sino hasta entonces que tuvieron una participación política reconocida.
Hay muchas respuestas posibles, pero la más cercana a la realidad histórica es la naturaleza patriarcal del sistema social sobre el que se fundó el país. Durante la declaración de independencia en 1810 y hasta mediados del siglo XX, las mujeres en Colombia enfrentaron una situación marcada por la exclusión y la subordinación. En la era colonial y los primeros años de la República, las mujeres estaban mayormente confinadas al ámbito doméstico, sin derechos políticos y con limitadas oportunidades educativas y laborales. Su rol se centraba en ser esposas y madres, con pocas posibilidades de influir en la vida pública.
La lucha por la igualdad de derechos ha sido larga y aún persiste, especialmente para las mujeres afrodescendientes, quienes continúan enfrentando desafíos significativos en su búsqueda de equidad y justicia.
Sí, las mujeres afrodescendientes en todo el mundo, y especialmente en Colombia, han conquistado espacios significativos. En medio de lo que parece paradójico, fechas como el reconocimiento a las mujeres afro de Latinoamérica, el Caribe y la diáspora en general son una oportunidad para reconocer y proyectar un futuro en el que, cuando una mujer avanza, todas avanzamos.
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