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El fin de semana, durante cuatro cuadras, seguí a un anciano en el norte de Bogotá. Cuando lo descubrí, él luchaba para poder pasar las calles en la 74 y 75 con carrera novena, frente al colegio Gimnasio Moderno de Bogotá.

Iba acompañado del brazo de su esposa. Hacía esfuerzos, se tambaleaba de lado a lado, intentando poner sus pies con mucha dificultad en el piso buscando el pavimento para clavar sus pasos y cruzar la calle.

Toda esta escena parecía imposible de creer. Con un esfuerzo angustiante para mantenerse en pie, sus piernas se sostenían en el aire buscando el andén, de un lado a otro, sin poder mantener el equilibrio. Y verlo con el trastorno del cerebro que provoca movimientos involuntarios e incontrolables de su cabeza, con un temblor y una desorientación total de su cuerpo a causa del Parkinson… Fue triste y doloroso y casi imposible de creer esta pesadilla.

Detener las lágrimas al ver la imagen del Profe Antanas. Sentí que el alma se me quebraba y me preguntaba ¿por qué él? El mismo que nos enseñó a cruzar y respetar la cebra, a respetar las señales y a aplaudir y desaprobar a quien lo hacía bien o a quien lo hacía mal. El mismo que nos enseñó que lo público es sagrado y que la vida es sagrada.

 

Fotografía tomada por Carlos Ortega. EL TIEMPO

Fue imposible mantener la imagen del Mockus que conocí, que entrevisté en muchos escenarios y en muchas ocasiones. Me quedé paralizado, incapaz de saludarlo, las emociones y los recuerdos se me cruzaban, sin poderlo abrazar o ayudarlo a pasar la calle; pensé que, ante esta situación, saludarlo sería incomodarlo y preferí respetar su estado y guardar silencio. Quedé estupefacto, sin saber qué sería lo mejor de hacer.

Solo me preguntaba… ¿por qué él? Intelectual, profesor, investigador, estudioso, visionario, el mismo que un día se bajó los pantalones siendo docente y rector de la Universidad Nacional en Bogotá para que los alumnos reunidos en el aula León de Greiff prestaran atención, respetaran el recinto y devolvieran el orden en el máximo recinto de la universidad. Cientos de estudiantes quedaron en silencio y atendieron el llamado semiótico del maestro.

Posteriormente, salió a las calles de la capital de Colombia con un disfraz de súper héroe a pedir y hacer consciencia de la cultura ciudadana. Nos dio ejemplo de cómo hacer política de otra manera, definitivamente. Dos veces alcalde de Bogotá, candidato a la vicepresidencia y a la Presidencia de Colombia. Enseñó que la política es tolerancia, reflexión, transparencia y se hace por voluntad propia y poniendo la cultura ciudadana por encima de todo bien particular para convertirla en un bien común, al servicio de todos.

Se casó con Adriana Córdoba en una carpa de circo y subido en un elefante. Así hizo su paseíllo ceremonial. Siempre sorprendiendo, siempre disruptivo. Capaz de enseñar con su propio ejemplo, hasta llegar a posar desnudo.

Adriana, su compañera de viaje y de vida, valiente, capaz, dedicada 24-7 al cuidado de nuestro exalcalde, siempre está con él.

A Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Sivickas pocas cosas le daban pena y de niño soñó con ser profesor, pero no de matemáticas, ni de cálculo, o diferenciales matemáticos, si no de baile lituano.

Próximo a cumplir 73 años el 25 de marzo hoy se da esa lucha, sin escoltas, sin una ambulancia y sin un cuerpo médico de primeros auxilios, sin ningún aparato estatal o distrital, solo apoyado en el cariño, las fuerzas y en el incansable e infinito amor de Adriana.

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