Armando Benedetti llegó al Palacio de Miraflores para cumplir uno de los actos más importantes de la historia reciente de Venezuela y Colombia: restablecer las relaciones con el vecino país en lo económico, en lo social, en lo comercial y en lo humano.
Entre sus principales acciones está la de devolver la confianza, la fe entre estos dos países y cumplir así el sueño bolivariano de ayuda y cooperación, en su cargo como embajador.
Pero el nombramiento que hizo el nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, de Benedetti como embajador en Venezuela ha tenido ya sus primeros tropiezos.
En una de sus primeras apariciones en público, el 18 de agosto, ante un encuentro de empresarios colombianos y venezolanos, Benedetti hizo su presentación con dificultad para dirigirse a los presentes, con la lengua enredada, su postura en el atril y su mirada desenfocada y dificultades para hilar las ideas que fueron por demás descoordinadas, hasta el punto de que uno de los asistentes le ofreció una botella de agua, la cual agradeció profundamente y de inmediato la consumió sin pausa.
Posteriormente, ante las críticas y el video de su intervención que se hizo viral en redes sociales, el nombrado embajador señaló lo siguiente al diario El Colombiano:
“Los que difunden eso son unos hijos de puta. Fue un evento binacional, a las 9:00 de la mañana y yo me encontraba con un virus gastrointestinal”.
En su cuenta de Twitter, Benedetti escribió: “Pasada la lluvia de estupideces, quiero aclarar que esta intervención fue en Cúcuta, el 18 de agosto, a las 9:00 a.m. Estaba en mis cinco sentidos, llevaba una semana con gastroenteritis y lo que hice fue una radiografía corta e inteligente de lo que está pasando con Venezuela”.
Esto me recuerda cuando en 1998 como concejal de Bogotá, era frecuente su estado de alicoramiento, ejerciendo este importante cargo, tanto así que que tuvo que ser llevado y ayudado por amigos del Concejo y allegados a un centro de desintoxicación que, recuerdo, se llamaba ‘Pide ayuda’ de el señor doctor Miguel Bettín, quien lo atendió y tenía este centro de desintoxicación y terapia para personas con problemas de alcoholismo y drogadicción, en Bogotá.
Nora Ortiz era la psicóloga que recibía a los pacientes, los entrevistaba y daba la orientación pertinente, según cada caso que presentara el paciente.
Allí permaneció en aquella ocasión cerca de 26 días desintoxicándose y recibiendo terapia y orientación sobre esta enfermedad. Así han transcurrido los años y esta situación se ha vuelto a repetir en varios escenarios, como el Congreso de la República, donde se ha dejado ver consumiendo licor, como el recordado caso de la tarde del 20 de abril cuando apareció en una sesión consumiendo alcohol.
Al día siguiente, Benedetti fue cuestionado, no sobre el hecho de que tomara whisky, sino que lo hiciera en vivo y en directo durante una sesión virtual de la Comisión Primera del Senado, en la que se debatía el proyecto de Ley 236 de 2020 que regula el uso de la hoja de coca y sus derivados, del cual Armando Benedetti era ponente.
En la sesión quedó grabado en video la escena cuando el senador consume alcohol (whisky). Dijo en aquella ocasión el senador Benedetti: “Me siento como un estúpido por haber hecho eso que no debería haber hecho”.
Hoy, además, el embajador Benedetti llegó a Caracas caminando en el filo de la navaja, precedido por varias investigaciones, según la magistrada de la Corte Suprema de Justicia, Cristina Lombana Velásquez, quien explicó que la corte lo venía investigando por los delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos.
Según la Corte, Benedetti “ha comprado bienes inmuebles con dineros cuya procedencia no ha sido posible identificar”.
Ahora la Corte Suprema de Justicia no tiene competencia para investigarlo, debido a que no es congresista. Por eso, sus investigaciones fueron remitidas a la Fiscalía General de la Nación. Los expedientes están relacionados con presunto enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias, violación de comunicaciones e injuria y calumnia.
Las decisiones las tomaron en los despachos de los magistrados Héctor Alarcón, César Reyes y Misael Rodríguez de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia.
Toda esta es la radiografía del actual embajador en Venezuela que, en términos coloquiales, lo tienen entre la espada y la pared, y una nueva salida en falso en nada lo beneficiaría tanto para las investigaciones como para las relaciones entre Colombia y Venezuela, y la confianza que el presidente Gustavo Petro ha depositado en él para tan importante misión.
Confiamos, como es de esperarse, en las acciones positivas que el embajador Armando Benedetti haga para las anheladas y buenas relaciones que tanto necesitamos entre estos dos países hermanos.
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