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Idiotas, lo que se dice idiotas, siempre ha habido. Más o menos numerosos, más o menos reeducables, pero en las sociedades de todas las épocas de la historia ha estado presente el idiota, como elemento distintivo. El quiz de la cuestión es que antes no eran tan visibles o audibles como ahora, pero no son un invento ni del siglo XXI ni de internet. La imbecilidad o la idiotez es muy nuestra, muy del ser humano, no necesitamos agentes externos que nos enseñen cómo serlo.

Esto lo digo porque hace relativamente poco el gran filólogo Umberto Eco, que cuenta con toda mi admiración y respeto, afirmaba al periódico italiano La Stampa que “las redes sociales dan el derecho de hablar a legiones de idiotas”. Esto es coherente con la posición que este extraordinario pensador mantiene desde hace años. Pero para empezar, la gente tiene derecho a hablar. Tampoco dice que esas mismas redes han dado voz a legiones de mentes brillantes, como la suya, que antes estaban encerradas en el anonimato y que, gracias a Internet, hoy conocemos. Y no olvidemos, aunque es obvio pero no todos parecen verlo, que la red es una herramienta, que manejamos las personas, así que los que damos voz o no, seguimiento o no, a los idiotas, somos la propia sociedad. Un poco idiota también, pero consecuente.

http://www.clasesdeperiodismo.com/2015/06/16/umberto-eco-dice-que-somos-una-legion-de-idiotas-en-redes-sociales-pero-se-equivoca/

clasesdeperiodismo.com

Las redes sociales son los espacios donde hoy en día se exponen y discuten ideas (idiotas o no) que enriquecen a una ciudadanía ávida de información, que muchas veces es desinformación. Pero ese debe ser nuestro cometido como sociedad comprometida, no comer todo lo que nos pongan. Eso no es culpa de internet, eso es no tener criterio.

Otra cosa es que en las redes sociales esas ideas sean expuestas de forma grosera, insultante o con faltas de ortografía (a mí esto me escandaliza más). Pero eso tampoco es culpa de la red. Es falta de educación.

El mundo este que llamamos 2.0 no sustituye de ninguna forma nuestra “vida real”, es un espejo de la misma. Así que no es que se esté cocinando una horda de idiotas en nuestros router de casa. Idiotas ha habido siempre, lo que no había era Internet para evidenciarlos.

Otra de las cosas que me preocupa es cuando dice que “el drama de la Internet es que ha promovido el tonto del pueblo al portador de la verdad”. Aquí también habría que analizar quién decide quién es el tonto del pueblo y quién el portador de la verdad, porque hoy en día hay una línea frágil entre ambos, y muchas veces el supuesto portador de la verdad es el más tonto. O el más malvado.

Internet es, seguramente, el sistema más parecido a la democracia que conocemos y conoceremos en nuestra vida. Con sus elementos positivos y negativos. Mientras que en el décadas anteriores solo unos pocos tenían la opción de “guiar” y asesorar a las sociedades, ahora el micrófono se le da a cientos de miles de personas. Otra vez el problema no está ahí, en el acceso a ese micrófono, sino en su uso.

El primer troll que yo recuerdo es Orson Welles, uno de mis amores confesos, cuando hizo La Guerra de los Mundos. Aún sabiendo que estaba creando pánico en la sociedad norteamericana del momento (aunque él siempre dijo que no se había enterado de nada, cosa que no se creía ni él) siguió narrando la llegada de los extraterrestres a cada uno de los puntos más recónditos de EEUU. Estaba manipulando a la sociedad, porque sabía que tenía un poder que los otros no tenían: la radio y la imaginación. Así que internet, como vemos, tampoco ha inventado nuevo. Tal vez, lo ha desarrollado y mejorado.

En otra entrevista a un periódico español a raíz del lanzamiento de su último libro, Número Cero, que va sobre periodismo, Eco decía que “si sabes que estás leyendo un periódico como El País, La Repubblica, Il Corriere della Sera…, puedes pensar que existe un cierto control de la noticia y te fías. En cambio, si lees un periódico como aquellos ingleses de la tarde, sensacionalistas, no te fías. Con Internet ocurre al contrario: te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada”. Pues si Eco se fía de los medios hoy en día, de las grandes corporaciones informativas, tiene un gran problema. No él solo, que a sus 83 años puede decir todo lo que se le venga en gana. Lo tienen los muchachos de 20 años que leen periódicos como si fueran Biblias, sin analizar, investigar y hacer un seguimiento de lo que consume y de cómo lo consumen. Otra vez no es culpa de internet. Es nuestra.

Eco también dice que el papel no se va a desaparecer. Pero esa sí es una discusión que me da mucha mamera.

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