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Sin duda alguna la noticia del entretenimiento del año en Colombia (hasta el momento) es la muerte del maestro Joe Arroyo. Unida a la de Rafael Escalona, desde otra orilla de los ritmos más conocidos de nuestro país como lo es el vallenato, asistimos nuevamente a un duelo que posiblemente opaque el inicio del Mundial Sub 20 esta viernes próximo (o al revés, tengamos un «fastuoso» mundial que nos haga olvidar su muerte) Ah…y la consabida discusión de si entrará al «cielo» a armar parranda con Amy Winehouse, Kurt Cobain y Jimi Hendrix (así no haya muerto de 27 años, en alusión a su anterior adicción a las drogas que el mismo Arroyo reconoció como un problema)

Mientras dura este trago amargo, hay unas reflexiones que coexisten con lo que denominamos legados de nuestra cultura colombiana y una de ellas es el reconocimiento de lo caribeño como marca de lo que es Colombia. Hacia afuera, en cualquier rincón, los que posean alguna referencia de la literatura mencionan a Gabo (obligado a leer en la infancia en todas partes) en la actuación, nada más falta ver la euforia que desata en una buena parte de la población ver a Sofía Vergara en Modern Family: ¡Es colombiana y sale en Fox! Y en la música, el inefable aporte de Shakira a la relaciones internacionales, como si su éxito nos salvara de las vergonzosas requisas en los aeropuertos. 
El aporte de la cultura costeña es innegable. La discusión que planteo es: ¿dónde estamos como nación diversa en el mapa internacional? No me digan que Aterciopelados, así y con todo sus nombre, es una referencia global. Quizás no sea indispensable serlo pero justo ahora que vamos a sumergirnos en un torneo mundialista es importante averiguar qué imagen se llevan los extranjeros de nuestro país. ¿Lo caribeño se volvió un estereotipo de país y Cartagena será único destino para celebrar bodas gay (en caso de que las aprueben)? Ya he mencionado la recurrencia a las producciones televisivas que recurren a la fórmula «playa, brisa y mar» como LA vitrina de lo que es Colombia. 
Mi llamado es, entonces, a recordar que la Costa es exquisita, deliciosa, necesaria, pero es una parte de un país que tiene vida más allá de los puertos.  A veces creo que el interés en que se mantenga esa eterna pachanga es para ocultar nuestras fragilidades como nación, y una de ellas es que nos hemos olvidado de lo que somos.  
Para los que me leen ¿cómo rescatar el carácter multicultural de nuestra nación?
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juanchopara@gmail.com 

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