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En Colombia finaliza esta semana «El Secretario», la novela-comedia-drama-ridículo-costumbrista que luchó durante un poco más de siete meses para mantenerse en el gusto de los televidentes. Y es la excusa perfecta para analizar el futuro de este híbrido dramático, cuyo esquema abandonó la truculencia del melodrama para sentarse a sus anchas en un formato muy inspirado en las comedias de situaciones estadounidenses.
¿Por qué el futuro? Durante varios años dimos cátedra de cómo burlarnos de los demás, más no de nosotros mismos. Así como nuestras barras de comedia apelan al chiste fácil, las telenovelas «graciosas» quieren ser ese «Sábados Felices del amor», donde podamos liberar estrés al desternillarnos de la risa con situaciones absurdas que, cómo no, desemboquen en aguas románticas para no traicionar al género.
En Chile, país que nos desplazó en la exportación de contenidos dramáticos, trabajan a marchas forzadas en promover una nueva ola en ese sentido con una seguidilla de producciones rebosantes de desparpajo. Para la muestra el video que abre este post es de «Aquí mando yo», una reflexión sobre la familia de hoy que cumplió con su cometido: fue la producción más vista del año anterior en ese país. 
Telefé, en Argentina, no se queda atrás y en días pasados estrenó «Graduados», una verdadera comedia de situaciones que apela a la nostalgia ochentera para forzar una historia de amor nacida en la locura adolescente de la época. 

La «buena onda» tiene como característica el tener en los protagónicos a actores maduros que asumen desde la monotonía de una relación «ideal» (casa, carro beca) hasta aquellos adultos alternativos que ni con cuarenta años quieren seguir las convenciones sociales. Ya no hay cenicientas desoladas, villanas psicópatas y héroes anodinos: son personajes cotidianos envueltos en rollos más contemporáneos con una buena dosis de humor negro.
Sí, queremos reír. Descargar una que otra frustración en la pantalla. Así que tendremos parodias de la vida común y silvestre cada noche en los hogares.  El tono con el que se cuenten acercará o alejará al espectador ávido de sentimientos y gamberradas. ¿Podemos permitírnoslo? ¿Queremos ver más melodramas de este estilo?

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juanchopara@gmail.com 

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